La Vanguardia

¿Adictos al desastre?

- Antoni Puigverd

Durante décadas, la política italiana ha ofrecido un catálogo entero de recursos relacionad­os con la voluntad de poder: victorias efímeras, perennes crisis de gobierno, divos de ópera bufa, secundario­s de lujo, conjuras a raudales. Las consecuenc­ias se ven ahora. Más allá del volcán populista que ha estallado, los datos de la economía ponen los pelos de punta: estancamie­nto crónico, deuda del 130% sobre el PIB (¡bomba de relojería!), banca con activos de cartón piedra y un 31% de paro juvenil.

En este sentido, Catalunya se italianiza. No salimos de la telaraña política. Lo que permitió el éxito a los independen­tistas en las dramáticas elecciones del 21-D es lo que ahora los conduce de nuevo a darse de bruces contra el Estado. El romanticis­mo electoral (restaurar el gobierno de Puigdemont, liberar a los presos) fue un hábil recurso emocional: eclipsó el teatrillo de la proclamaci­ón de la república y prendió de nuevo la llama idealista en el corazón del votante. Sin embargo, las emociones desembocan otra vez en la playa de la impotencia. De ahí la división partidista y la decepción de los votantes. De ahí la incapacida­d para afrontar un camino pragmático.

Paralelame­nte, la economía sigue su curso. “Va como una moto”, me dicen unos empresario­s de Girona. Los perjuicios del proceso son menores de lo que se dijo. La espectacul­ar remontada de la industria catalana, los buenos resultados globales del turismo y el formidable ritmo de las exportacio­nes hacen vibrar a los independen­tistas, que encuentran en estos datos el contrapunt­o ideal a la lluvia de noticias tétricas que presidió los meses dramáticos del proceso.

Pero el profesor Xavier Vives recordaba el otro día en este mismo diario que la flor de nuestra industria no hace verano. El buen ritmo industrial y exportador se fundamenta en un dato negativo, sobre el que no puede construirs­e nada sólido: la precarizac­ión y la drástica bajada del precio del trabajo. Por otro lado, recuerda el profesor Vives, sin investigac­ión, la industria de hoy será obsoleta mañana. El esfuerzo en investigac­ión declina. Y el Gobierno central, capitanead­o por un Ministerio de Hacienda tan ciego como voraz, exigiendo retrospect­ivamente millones del IVA de las subvencion­es, amenaza a los centros de investigac­ión catalanes (como ya había hecho con los de cultura). La obra del conseller Mas-Colell demuestra fehaciente­mente que la Generalita­t, a pesar de sus límites, puede hacer grandes políticas de futuro vinculando la investigac­ión universita­ria en las empresas. Por lo tanto, al menos desde la estricta mirada económica, es imprescind­ible recuperar el Govern.

El pleito no tiene salida. Durante años, tendremos que lidiar severas tutelas, imposicion­es judiciales y tristes divisiones internas. ¿Cómo saldremos de esta? Nadie lo sabe. De momento, sin embargo, aunque sea por lealtad con los catalanes del futuro, a los que no podemos dejar un país oxidado, hay que recuperar el Govern. Quien anteponga su drama o su manía a esta evidencia es adicto al desastre. Y quiere arrastrar a Catalunya entera en su adicción.

Al menos desde la estricta mirada económica, es imprescind­ible recuperar el Govern

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