Autonomía y tratamiento
El hospital del Mar ha puesto en marcha el primer protocolo en el Estado español que permite realizar trasplantes renales sin transfusión de sangre a testigos de Jehová. Es de elogiar el hecho de que este hospital haya considerado importante dotarse del utillaje y la infraestructura adecuados para poder practicar la cirugía de transplante sin uso de sangre, o aprovechando la sangre del mismo paciente en quirófano. Desgraciadamente no es la realidad de la mayoría de hospitales en nuestro país, circunstancia que discrimina a estos pacientes ya que a menudo son descartados del circuito dado que si no aceptan la transfusión, en caso de ser necesaria, no se los admite en el programa quirúrgico.
No obstante, me ha llamado la atención no tanto el hecho de que el protocolo consista en la preparación de los pacientes con pautas de buena práctica clínica necesarias para la eficacia de la cirugía, sino que pretenda contar con el “personal sanitario que acepte tratar a los pacientes descartando el uso de transfusión” y que se haga explícito que “se adquiere el compromiso de respetar las creencias y valores de este colectivo y no realizar ninguna transfusión de sangre durante el proceso de trasplante”. Parece que partimos de la base de que los profesionales no aceptan que el paciente pueda rechazar un tratamiento como una transfusión de sangre, y menos por razones de creencias, teniendo que hacer una manifestación explícita de que el centro ha tomado la opción de respetar determinadas creencias y que cuenta con profesionales dispuestos a hacerlo.
Parecería que después de más de 17 años de vigencia de la ley de Derechos del Paciente en Catalunya –donde se explicita claramente el deber ético y legal de respetar la decisión de la persona cuando esta es libre, informada y expresada en plena competencia o anticipadamente–, el respeto al rechazo de la transfusión y a la razón que lo fundamenta tendría que ser indiscutible y practicado de manera habitual, siempre que la persona, mayor de edad y plenamente competente, acepte las consecuencias. El tema de los menores o personas que no pueden decidir por ellas mismas ya es otra cuestión, que requiere ponderar
Tras 17 años de la ley de Derechos del Paciente, debería ser indiscutible el respeto al rechazo a una transfusión
su bien superior por encima de la voluntad de sus tutores.
Desgraciadamente todavía no es así, aunque muchos hospitales tienen protocolos de atención a los testigos de Jehová, pero como “colectivo” especial, en vez de considerarlos ciudadanos que ejercen su derecho a rechazar un tratamiento, por las razones que sean. En este sentido, el Comitè de Bioètica de Catalunya ya publicó un documento de recomendaciones, reclamando esta igualdad de trato, éticamente exigible.
Aún falta mucha formación para integrar en la dinámica habitual de los profesionales y de las instituciones, de una forma real, el respeto a la autonomía de la persona en el contexto de la salud, aceptando sus decisiones, y que el caso del hospital del Mar no sea una excepción ni motivo de noticia en la prensa.