La Vanguardia

El urbano iba a dejar a Rosa el día que fue asesinado

Las hijas de Rosa Peral vieron cómo el fallecido recogía su ropa después de una fuerte discusión con la mujer, según explicaron a una testigo

- TONI MUÑOZ

Una nueva declaració­n pone contra las cuerdas las versiones de Rosa Peral y Albert López, los dos acusados por el crimen de la Guardia Urbana en el que un agente fue asesinado y luego calcinado en el maletero de un coche en el pantano de Foix. Según ha podido saber La Vanguardia, el viernes 2 de marzo volvió a declarar la actual pareja del exmarido de Rosa que desveló nuevos detalles que le contaron las hijas de la acusada, de 7 y 4 años. Las menores estuvieron en la casa cuando se produjo el crimen.

La mujer se expresó en la misma línea de lo que ya declaró el 16 de mayo del 2017, pero esta vez aportó nuevas revelacion­es. Las menores van recordando poco a poco más detalles que son coherentes con las versiones de otros testigos que también han comparecid­o ante la juez. Según este testimonio, aquel 1 de mayo en que se produjo el crimen, la acusada, Rosa Peral, y su novio, Pedro Rodríguez, discutiero­n. Habían pasado un día con la familia, con los padres de ella, en el que se habían divertido como muestran un conjunto de fotos proporcion­adas por las abogadas de la mujer, pero al llegar a casa se produjo una riña. Hubo empujones y agarrones. Después las niñas vieron como el hombre, que horas más tarde acabaría muerto, recogía su ropa para marcharse de casa.

Esta explicació­n cobra una especial relevancia puesto que los investigad­ores y las acusacione­s creen que ese es el motivo que tenía Rosa Peral para acabar con la vida de su novio: que la quisiera dejar. De hecho, así se lo confesó a una presa con la que compartía celda en la prisión de Wad-Ras. Pedro quería romper con ella después de que descubrier­a que se había acostado con otro y eso no lo podía soportar. Según declaró la interna en el juzgado, Rosa no podría superar la vergüenza que tendría que pasar si Pedro la abandonaba. Se imaginaba casada, con una nueva familia con hijos con Pedro. No podía tolerar un nuevo fracaso, pocos meses después que su marido, harto de sus infidelida­des, la abandonara por otra mujer. Precisamen­te, la nueva pareja del exmarido fue la que incriminó a Rosa en el crimen a partir de lo que le contaron las niñas. Las pequeñas vieron como su madre acompañaba a Pedro al piso de abajo. Pero les sorprendió el estado en el que se encontraba. Iba como medio drogado, dando tumbos, “como si fuera un yayo” bajando las escaleras, como cuando a su padre le da- ban los ataques de ciática. Esto encaja con lo que Rosa confesó a una presa: que envenenó a Pedro antes de que el otro acusado le matara. Luego, las niñas, según esta testigo, también vieron a su madre con las manos y la cara llenas de sangre.

Al despertars­e recuerdan la presencia de Albert. El comportami­ento tanto del acusado como de Rosa los días posteriore­s al crimen fue tan sorprenden­te que los investigad­ores no dudan de la implicació­n de ambos. Después de acabar con la vida de Pedro, Albert se instaló definitiva­mente en la casa substituye­ndo a la víctima desde el primer minuto. Eso fue lo que levantó las sospechas de los investigad­ores, que vieron como la pareja pasaba las noches tranquilam­ente en la casa sin miedo a que Pedro los descubrier­a. Ya sabían que estaba muerto. La declaració­n de la novia del exmarido también reforzó esta tesis. “Albert se comportaba como el nuevo novio de mamá”, le dijeron las niñas a la mujer. Dormía en la misma cama y no en el sofá como un simple amigo que se instaló allí para arropar a la mujer, como él mismo

El otro acusado, Albert López, ejerció de nuevo novio de la mujer tras la comisión del crimen, según una testigo

declaró después de ser detenido. Pasaron cuatro noches bajo el mismo techo e incluso asistieron juntos a una comida con otros urbanos para despedir a un agente que se jubilaba. Todo esto juega en contra de la versión de Rosa que aseguró ante la juez que ayudó a Albert a quemar el cadáver de su novio porque la amenazó con hacer daño a sus hijas.

La línea de los investigad­ores sostiene, sin embargo, que ambos tuvieron el mismo grado de participac­ión en el crimen. Albert también tenía un doble motivo para matar a Pedro. La víctima tenía intención de denunciarl­e por la muerte de un mantero en Montjuic. Esto se lo contó Rosa a una reclusa. Le relató que en agosto del 2014, cuando ambos patrullaba­n juntos, Albert arrojó al vacío a un vendedor que le hizo un corte con una navaja. Era capaz de matar por ella, le dijo a la reclusa. Y aquí llega el segundo motivo: recuperar a Rosa. Albert y la mujer mantuviero­n una relación durante cuatro años. Ahora, él quería reconquist­arla e incluso le regaló un anillo días antes del crimen.

El viernes 2 de marzo también declararon ante la juez otra presa a quien Rosa confesó que envenenó a su novio y la directora de Wad-Ras, que justificó el traslado de prisión de Peral porque alteraba el equilibrio de las internas. Explicó que se introducía en pequeños grupos de mujeres que, tras un tiempo, acababan enfadadas entre ellas. La directora también subrayó que llegó a sus oídos que Rosa tenía intención de conseguir un cuchillo en prisión para amenazarla.

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LA VANGUARDIA Rosa Peral junto a Albert López durante una comida con agentes de la Urbana, tras cometer el crimen

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