La Vanguardia

Discapacit­ado y desahuciad­o

Un joven de 24 años con la edad mental de un niño de 12, o la historia de uno de los once desalojos de esta semana en Barcelona y l’Hospitalet

- DOMINGO MARCHENA

Juan Carlos Portela, de 57 años, tiene amoratada la uña del índice derecho. “Me golpeé cerrando una ventana. Estoy tan nervioso que no retiré la mano”. La uña se caerá y nacerá otra. Sin embargo, cuando derriben su casa, en la calle Roger, 31, de Sants, no nacerá otra. Y si naciera, no sería suya. El juzgado de primera instancia 57 de Barcelona ha ordenado el desalojo de Juan Carlos, de su mujer Cristina y de su hijo, con una discapacid­ad del 70%. “Tiene 24 años y una edad mental de 12. El niño. Lo llaman así. El niño. De momento, los servicios sociales del Ayuntamien­to sólo les han ofrecido un trastero para los muebles.

Ayer se paralizó el segundo intento de desalojo, gracias a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y la presión vecinal. Juan Carlos nació aquí. Sus padres, Agustín y Carmen, gallegos que se conocieron en Catalunya, vivieron en esta casita hasta que se murieron. Juan Carlos y su esposa, que se trasladaro­n con los suegros cuando se casaron, heredaron el alquiler indefinido.

En esta finca nació también su hijo, hoy ajeno al drama y feliz. “Dice que si lo echan, se irá a vivir a con sus tíos, a los que adora”.

La capital catalana registra una media de siete desahucios diarios, según el Consejo General del Poder Judicial. Esta semana habrá once en Barcelona y l’Hospitalet, sin contar los que se produzcan sin conocimien­to de la PAH. Cuesta menos aceptar once desahucios que mirar a los ojos a once familias. Más que los miles de destierros paralizado­s, el gran éxito de la PAH ha sido poner cara al drama. Humanizarl­o.

Juan Carlos tenía una empresa de impermeabi­lización que cerró con la crisis porque dejaron de pagarle los encargos. La pareja sigue adelante gracias al sueldo de ella, aunque ahora está de baja por ansiedad. Este no es un desahucio por impago del alquiler, como el 85% de los 2.519 que hubo en Barcelona en el 2017. Tampoco es un problema de dinero, recalca Alfredo Martínez, el presidente de la asociación de vecinos de Badal, Brasil y la Bordeta, que apoya sin fisuras a la familia.

“No es un caso indecente: es pornográfi­co”, decía una de las personas concentrad­as ante la vivienda para impedir que se ejecutara la orden judicial. La casita está afectada por una expropiaci­ón para una reforma urbanístic­a. Si se hubiera respetado el contrato antiguo, la familia tendría ahora derecho a una indemnizac­ión, pero gracias a la ley Boyer y a la extinción de los alquileres indefinido­s la inmobiliar­ia les obligó a renegociar el contrato en el 2012, un año después de la aprobación del plan urbanístic­o.

Una vez se extinguió el nuevo contrato, que cuadruplic­ó las mensualida­des, de 200 euros a 800, la firma propietari­a se negó a renovarlo. Durante tres meses y hasta que su propio abogado les aconsejó que dejaran de hacerlo, la familia siguió ingresando en la cuenta el dinero de los recibos. El juzgado ya ha fallado en contra de la familia, a pesar de que aún no hay una alternativ­a para ellos.

La inmobiliar­ia ya puede vender la casa sin el bicho a la promotora que reurbaniza­rá la calle. Se suele recordar a los justiciabl­es que todo lo que digan puede ser utilizado en su contra. La funcionari­a del juzgado no lo tuvo presente ayer, cuando preguntó a una trabajador­a social: “¿Pero esta gente no tiene preferenci­a para un piso social?”. Esta gente son Juan Carlos y Cristina, cuyo hijo tiene una discapacid­ad del 70%.

La espera puede tardar aún seis meses, respondió la interpelad­a. La Mesa de Emergencia­s no tiene suficiente­s pisos. “¿Pueden acreditar la situación de su hijo con documentos?”, preguntó entonces la funcionari­a judicial, y hasta la procurador­a de la inmobiliar­ia respondió que conoce bien esta historia y la discapacid­ad es incuestion­able. La PAH alega que no tiene sentido echar a una familia cuando aún no hay fecha para las obras del plan urbanístic­o. La espada de Damocles sigue ahí, pero todos han ganado tiempo.

Cuando los Mossos se marcharon, Juan Carlos se fue a ayudar a la calle Estrella, 3, de l’Hospitalet, donde se paralizó otro desahucio. Mientras esperaba a la comitiva judicial y daba gracias a la PAH, charló con otro activista antidesalo­jos. Este es su caso: “He logrado la condonació­n de la hipoteca y una mensualida­d ajustada a mis exiguos ingresos, pero viví un infierno hasta que el banco me dijo que me dejaba en mi piso con un alquiler social de 49 euros”. Los aleteos de sus manos mientras hablaba dejaban ver otra mariposa morada. La uña de un pulgar.

Hasta la funcionari­a judicial se sorprende de que un matrimonio con esta situación no tenga ya un piso social

 ?? M. MARTÍN ?? Vecinos, trabajador­as sociales y de emergencia­s, ayer, con la comitiva judicial que acudió al desahucio
M. MARTÍN Vecinos, trabajador­as sociales y de emergencia­s, ayer, con la comitiva judicial que acudió al desahucio

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