La ofensiva turca
Los guerrilleros del YPG se han esfumado junto a 150.000 civiles que han huido
El ejército turco y sus aliados sirios del Ejército Libre Sirio han tomado completa posesión del cantón de Afrin, en el norte de Siria, un territorio que hasta ahora habían dominado las milicias kurdas.
Día de la victoria en Turquía. El ejército turco y sus aliados árabes del Ejército Libre Sirio (ELS) desalojaron ayer del enclave de Afrin a los milicianos kurdos que llevaban ocupándolo desde el 2012. Las banderas turcas y del ELS ondeaban desde la mañana en el mismo centro de la ciudad y suplantaban a toda velocidad a los símbolos kurdos y a los retratos del enemigo público número uno del Estado turco, Abdullah Öcalan, el cabecilla encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
La anunciada batalla de trincheras para la que se había estado preparando la filial siria del PKK, el YPG, durante años ni siquiera empezó. Después de utilizar a los civiles como escudos humanos durante ocho semanas, en los últimos tres días los milicianos kurdos los utilizaron como pantalla para huir del enclave que habían prometido defender hasta la muerte, cosa que hicieron, por cierto, entre 600 combatientes –según sus propias fuentes– y 3.200 –cifra esta la de “terroristas neutralizados” facilitada por Ankara–.
Más de 150.000 civiles han huido del avance turco y árabe por el único corredor restante para acceder a territorio bajo control del régimen sirio, en una larga hilera de vehículos, entre ellos las camionetas con armamento pesado del YPG. Aun así, las fuerzas profesionales de élite empleadas por Turquía para la operación, y que han registrado un mínimo de cuarenta y seis víctimas mortales, habrían localizado importantes arsenales de origen no confirmado. Distintas televisiones muestran a civiles –presumiblemente árabes– recibiendo a los milicianos del ELS, que han sufrido también cientos de bajas, como liberadores.
El presidente sirio, Bashar el Asad, desde el principio de la guerra, dejó el campo libre a las milicias kurdas, por mucho que estas, en sus libros de texto, pintaran un Kurdistán que abarcaba desde el Mediterráneo turco hasta el golfo Pérsico. No en vano el PKK tuvo durante veinte años su cuartel general en Siria, desde donde hostigaba a las fuerzas turcas. Hasta que la presión militar de Ankara hizo insostenible la continuidad de Öcalan en Damasco, que escapó a Rusia, Grecia y Kenia, donde sería detenido con la colaboración de la CIA. Hace unos días, el exjefe del Estado Mayor turco Ilker Basbug afirmaba que “EE.UU. entregó a Öcalan a Turquía para hacerse con el control del PKK”.
La operación turca Rama de Olivo era inevitable desde que, a mediados de enero, el exsecretario de Estado Rex Tillerson tardó en desautorizar a los suyos. Desde Washington, varias voces habían encendido las alarmas al alegar que las milicias kurdo-sirias serían reconvertidas en “una fuerza fronteriza de treinta mil efectivos”. Turquía, a tiro.
Dos meses después, Tillerson es historia y Afrin ya no es un enclave bajo autoridad kurda. La continuidad territorial sirio-kurda, ya interrumpida el año pasado con la operación Escudo del Éufrates, ha sufrido ahora un golpe definitivo. Es más, el presidente turco,Tayyip
Erdogan logra que la toma de Afrin coincida con la efeméride de la victoria turca en la batalla de Galípoli
Erdogan, ha prometido que la ofensiva se ampliará a Manbij, donde soldados de EE.UU. entrenan a los kurdos.
Así que ayer Erdogan podía celebrar por partida doble el aniversario de la victoria turca en Galípoli contra los aliados de la Primera Guerra Mundial. Afrin ha servido para unir a una Turquía polarizada, puesto que la oposición a Erdogan es todavía más hostil al reconocimiento político y cultural de los kurdos. Para muchos de estos, pasado mañana será un Nouroz (Año Nuevo) amargo.
Mientras, El Asad se atrevió ayer a personarse por primera vez en muchos años en Guta Oriental, el suburbio de Damasco que fuera feudo de los rebeldes islamistas y del que ya ha recuperado un 80% a bombazos.