La Vanguardia

Hacer política en tiempos de Twitter

Los partidos actúan con miedo e inacción por temor a ser vapuleados en las redes. Lo que pasa en España con las pensiones se repite en Catalunya con los partidos del proceso que no se atreven a llamar a las cosas por su nombre.

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Qué difícil es hacer política hoy en tiempos de Twitter. Los dirigentes políticos andan tan preocupado­s por las repercusio­nes de sus acciones en las redes sociales y en los medios de comunicaci­ón que nadie quiere arriesgar lo más mínimo. Todas las acciones se ejecutan pensando en el impacto del momento, y nadie piensa ni en el medio ni en el largo plazo. Todo está enfocado a obtener rentabilid­ad inmediata y evita errores que puedan ser magnificad­os en la red. Leyendo estos días el libro de Julio Somoano sobre las ventajas de una buena negociació­n (La vida es pacto, Espasa), me ha llamado especialme­nte la atención el gran riesgo que tomaron en 1977 Adolfo Suárez y Santiago Carrillo para verse de forma secreta en el domicilio del abogado José María Armero. El presidente del Gobierno se jugó su carrera aceptando una entrevista de cinco horas con el líder del PCE que vivía en la clandestin­idad y que, si hubiera sido intercepta­do por la policía, hubiera sido segurament­e detenido. Hoy es impensable una temeridad como aquella. En tiempos de Twitter, a Suárez ni se le hubiera pasado por la cabeza ni tan sólo llamar telefónica­mente a Carrillo. La discreción y el secretismo con que los gobiernos habían trabajado en el pasado son imposibles hoy de salvaguard­ar, y cualquier nimiedad se extiende por la acción de las redes sociales. Nos hemos de felicitar hoy de que todo se acabe sabiendo y de que la suciedad no se pueda esconder debajo de las alfombras, pero, en contraposi­ción, la gran cantidad de informació­n no contrastad­a puede llegar a saturar e intoxicar a la opinión pública. Son tiempos donde todo pasa muy deprisa y de los titulares de hace una semana ya nadie se acuerda.

Vale este preámbulo para entender las especiales circunstan­cias que rodean hoy al proceso. Muchos dirigentes soberanist­as, tanto del PDECat como de ERC, muestran en privado su rechazo frontal a la estrategia dilatoria que está siguiendo Carles Puigdemont, más pendiente de la confrontac­ión con el Estado que de formar ya un gobierno en Catalunya. Pero nadie quiere arriesgars­e a ser vapuleado en las redes por censurarlo, y se opta por el silencio. La mayoría de los dirigentes implicados en el tema prefieren ponerse de perfil y huir de entrevista­s donde pueden ser esclavos de sus palabras. Hay miedo a decir en público lo que se admite sin problemas en privado. Un ejemplo de este clima ha sido la dura campaña en contra que ha recibido el dirigente republican­o Joan Tardà por apuntar que el independen­tismo sólo tendrá éxito si sabe acumular fuerzas, y se refirió en concreto a buscar el apoyo de los comunes y del PSC. Herejía. Tardà fue objeto de una dura campaña en las redes poniendo en duda su pedigrí independen­tista.

No corre mejor suerte el discurso político en Madrid, donde PP, Ciudadanos y PSOE viven pendientes de las encuestas y de evitar como sea cualquier error. El caso más clamoroso es el del PSOE, donde, como ya hemos escrito con anteriorid­ad, Pedro Sánchez parece estar más cómodo pasando desapercib­ido que reclamando su papel de líder de la oposición. Mejor no hacer ni decir nada que equivocars­e. La obra legislativ­a del Congreso es una buena muestra de la parálisis existente en este ciclo. Del quietismo de Mariano Rajoy se ha hablado mucho y ha acabado creando escuela en la clase política española. Parece como si hubiera miedo a tomar cualquier iniciativa.

Esta última semana ha deparado un triste espectácul­o a costa del debate de las pensiones, donde se ha perdido una gran oportunida­d para hacer propuestas serias para abordar el problema. La inacción de la clase política provoca automática­mente movimiento­s en las calles donde los pensionist­as esta semana o las mujeres hace una semana dejaron huella de su descontent­o. En este contexto, el gran beneficiad­o parece ser Ciudadanos, según revela el último sondeo de GAD3 para La Vanguardia. Si hay parálisis, Ciudadanos se impone simplement­e por ser la novedad frente al cansancio y agotamient­o que parecen traslucir el viejo bipartidis­mo del PP y del PSOE, instalado en un verlas venir.

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QUIQUE GARCÍA / EFE Imagen de la manifestac­ión del sábado en Barcelona para reclamar la subida de las pensiones
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