Las estrellas masculinas de Hollywood también pasan por el bisturí
Las estrellas masculinas no renuncian a retocar su físico, a veces con resultados deplorables
¿Qué lleva a un galán de las pantallas deseado y envidiado a retocar su cara y su físico, con resultados que le hacen perder expresividad, su herramienta de trabajo? Exactamente los mismos motivos por los que compañeras de profesión pasan una y otra vez por el quirófano: detener el tiempo, aunque para ellos la obligación de aparentar juventud eterna no sea tan cruel.
En las clínicas donde acuden las estrellas y los ejecutivos de Hollywood, alrededor de un 40% son hombres, según Grant Stevens, presidente de la división de cirugía estética de la Universidad de California. La mayoría busca mandíbulas cinceladas, disimular arrugas y patas de gallo e implantes de cabello.
Pese a que la cirugía estética es una práctica más que habitual, la mayoría de los actores (como las actrices) niegan sus más que evidentes retoques. Otros, sin embargo, como Michael Douglas (73), hablan con franqueza: “En el momento en que los estragos de la edad empiecen a molestarme demasiado, acudiré a la cirugía estética para librarme de ellos. He pasado por experiencias muy difíciles en la vida, y muchas de ellas se ven reflejadas en mi cara y en mi físico”, se refería, en el 2014, entre otras cosas, a su lucha contra el cáncer de lengua y al encarcelamiento de su hijo por tráfico de drogas. En los mentideros de Hollywood se dice que se ha vuelto tan adicto a los retoques como su mujer, Catherine Zeta-Jones.
También Sylvester Stallone (71) reconoce sus retoques. Cuando nació tuvieron que utilizar fórceps, que le dañaron los nervios de la par-
te izquierda de su cara, y la boca se le curvó. Y mientras preparaba el papel de Rocky perdió mucho peso, lo que hizo que su rostro se descolgara, de ahí que se hiciera un lifting que va renovando con los años.
Los estragos de una cirugía mal hecha (y una vida mal llevada) son evidentes en Mickey Rourke, (65) ese chico duro, malote y guapísimo de Nueve semanas y media. Se retocó pómulos, barbilla, nariz y se hizo un lifting. Tras el hundimiento de su carrera cinematográfica volvió al boxeo, donde sufrió dos roturas nasales y una de pómulo, lo que le llevó al quirófano más de cinco veces. Su cara quedó absolutamente deforme, del todo irrecuperable.
David Hasselhoff (65), eterno vigilante de la playa, también es adicto al bótox: “Todo el mundo se lo ha puesto. Es un subidón. Estoy genial”. Le favorece, pero no es el caso de John Travolta: basta ver su reaparición en la serie The people v. O.J.
Simpson, donde encarna al abogado Robert Kardashian. Se parece más a Arnold Schwarzenegger –más pelo en cabeza y cejas, bronceado playero, cutis estirado como un pergamino– que al galán de Grease que fue. La sobreactuación, como la cirugía, en su justa medida.