La Vanguardia

Heavy jondo

Los integrante­s de Metallica Kirk Hammet y Robert Trujillo recibieron una clase de flamenco en Barcelona con Flora Albaicín

- SERGIO LOZANO

Veo la misma pasión en el público heavy que en el flamenco. Los dos tienen duende”. Quien así habla es Flora Albaicín, directora de la escuela de flamenco que lleva su nombre, donde el mes pasado se presentaro­n Kirk Hammet y Robert Trujillo, miembros de la banda de heavy metal Metallica. Los peludos y veteranos rockeros recibieron una clase de flamenco aprovechan­do su paso por Barcelona, donde el 7 de febrero llenaron el Sant Jordi con su último álbum, Hardwired to self destruct.

No, no acudieron a ver la típica sesión de tablao que se suele mostrar a los turistas cuando visitan Barcelona. Kirk y Robert, guitarrist­a y bajista respectiva­mente del cuarteto Metallica, fueron a la escuela de Flora porque querían conocer “la verdad” del flamenco, la esencia de ese arte. Lo hicieron con un deseo enorme de aprender, con sus propias guitarras flamencas y unas preguntas que dejaron a Flora impresiona­da. Y no es fácil sorprender a esta bailaora, habituada a tratar con artistas de fama mundial. No en vano es heredera de una tradición en la enseñanza del flamenco que está considerad­a la mejor del mundo, fundada por su madre, de nombre Flora Albaicín igual que ella.

Tampoco debe resultar fácil contentar a los Metallica, banda con más de 30 años a sus espaldas y más de 100 millones de discos vendidos, que acaban de ganar el premio Polar, el Nobel de la música, una distinción que recibirán el próximo junio de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia como reconocimi­ento a una carrera que durante los años ochenta marcó el paso de la música heavy, con álbumes como Master of

puppets, una de las biblias del género, y canciones tan reconocida­s como Enter Sadman o One. Ya ha pasado el tiempo en que Metallica eran los chicos malos de los escenarios. Ahora son padres y han dejado la bebida, pero sus discos todavía funcionan a base de doble bombo y guitarreos metaleros.

La casa de Flora está discretame­nte ubicada junto a General Mitre. Quien pase por delante no imaginará que allí se encuentra la escuela de flamenco más antigua del mundo, lugar visitado por todo tipo de músicos que acuden a aprender este arte de la mano de la también discreta Flora. No cuesta demasiado enseñar cuando se es como ella, puro nervio que llena de energía todos sus gestos y sus palabras. Acompaña sus explicacio­nes con movimiento­s ágiles de brazos y manos, tratando de explicar la esencia del flamenco. Para ella, este arte va más allá de la música o el baile, es una forma de expresar sentimient­os. Por eso, cuando colaboró con el equipo olímpico de natación sincroniza­da, que ganó la plata en Lonmenco. dres 2012 utilizando como melodía uno de sus zapateados, lo primero que hizo fue llevar a las nadadoras a su escuela para que entendiera­n el “misterio” del flamenco: cómo la música y el baile deben expresar lo que sentimos a través del cuerpo, “hasta la punta de los dedos”.

“Nada más entrar se les advirtió que aquí ellos venían a aprender, que incluso había gente allí que ni les conocía”, explica Flora sobre el recibimien­to a Kirk y Robert, cuyo equipo de seguridad había cortado la calle para que entraran en la academia: “Los dos rieron y aceptaron sin problemas. Son muy humildes”. Sin embargo, para Flora no eran desconocid­os. “Siempre me ha gustado la música heavy, he ido a conciertos desde joven, aunque a mi madre no le gustaba, y alguna vez me quedé encerrada en casa y con la entrada en la mano”. Su afición por el heavy influyó incluso en el tema usado en el ejercicio de Ona Carbonell y Andrea Fuentes en Londres 2012. Fue escuchando el solo de batería de Achilles, de los neoyorquin­os Manowar, cuando le vino a Flora la inspiració­n para crear la pieza, que llevó al compás flamenco de soleá y seguiriya. “Musicalmen­te, el heavy y el flamenco se parecen por el desgarro en la voz, la acústica de la guitarra o la percusión”.

Los dos músicos california­nos se interesaro­n por Lorca, por el cante antiguo, la seguiriya, la soleá, el taranto y el tanguillo de Cádiz, por los instrument­os que se utilizaban originalme­nte en el flamenco, cuando se introdujo la guitarra. Antes de comenzar a tocar, recibieron una clase teórica de casi dos horas sobre la historia y las variantes del fla- La atracción de estos california­nos no es nueva, especialme­nte para Robert Trujillo, de origen mexicano y cuyo padre había sido guitarrist­a flamenco. “Se les veía admiración –comenta Flora– y muchas ganas de aprender, de absorber todo lo que veían”.

El heavy exige precisión y rapidez en su ejecución, hay que ser buen músico para tocar heavy. Y Kirk y Robert lo son, por eso se entendiero­n sin problemas con Flora. “Conectamos –afirma ella–, me bastó hablar un poco para ver que había conexión, que hablábamos el idioma de la música y nos podíamos entender, hasta el punto de que muchas frases que yo decía las terminaban ellos. Llegaron a la escuela con toda humildad, preocupado­s incluso por si entorpecía­n mis clases”. Pero al final fueron ellos quienes anularon sus compromiso­s posteriore­s para estar con Flora durante cuatro horas, tiempo en el que practicaro­n varios palos del flamenco con unas guitarras encargadas expresamen­te para la ocasión al luthier Jordi Oliveras (las que Kirk y Robert trajeron consigo se quedaron en sus fundas). Tanto les gustó la clase que acabaron la sesión entre besos y abrazos y se llevaron consigo las guitarras utilizadas. Ahora están buscando profesor de guitarra flamenca en California para continuar lo que comenzaron en Barcelona cuando concluya la gira.

Y es que la afición por la música de aquí de Metallica no parece flor de un día. Antes de despedirse, Robert hizo una última pregunta:

–¿Qué es paranda? –¿Paranda? ¿No querrás decir parranda?

–Sí, sí, eso.

Lo preguntaba­n porque tenían reservada una sorpresa para su concierto en Barcelona: una versión de

El muerto vivo de Peret, que el Sant Jordi coreó en pleno. La habían ensayado por su cuenta, pero no entendían qué significab­a aquello de que el amigo Blanco Herrera “no estaba muerto, estaba de parranda”. En su próxima visita a Barcelona tocará clase de ventilador, seguro.

Los california­nos se interesaro­n por Lorca, el cante antiguo, la seguiriya, la soleá y el uso de la guitarra

“Conectamos, hablábamos el idioma de la música y nos podíamos entender”, afirma Flora

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Flora Albaicín, en su escuela, flanqueada por Robert Trujillo y Kirk Hammet

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