Cuenta atrás en Hamburgo
El ‘Dinosaurio’ de la Bundesliga vive entre altercados el que podría ser su primer descenso
Heredero de más de 130 años de historia, el Hamburgo siempre ha hecho bandera –incluso literalmente– de su dilatada trayectoria y de un apodo, los dinosaurios, que sus hinchas aceptan con orgullo. Eso vale tanto o más que los seis títulos de la Bundesliga, las tres Copas o incluso la Copa de Europa que tiene en el club en sus vitrinas, la que conquistó en un lejano 1983. De ahí que cuando decidió hacerse con el nombre del también legendario Volksparkstadion, cuya reconstrucción no estuvo exenta de polémica, la firma tecnológica Imtech, de acuerdo con el club, considerase una buena idea instalar en el estadio un marcador que recordase a todos los asistentes los años, días, horas, minutos y segundos que el club milita en la Bundesliga. Se barajaron varias opciones, ya que los hanseáticos siempre han jugado en la máxima categoría de los diferentes sistemas de ligas que ha tenido Alemania desde el final de la Gran Guerra. Y finalmente se optó por la contabilidad más precisa: la del tiempo que el equipo juega en la actual Liga, una competición que fundó en 1963 y en la que presume de ser el único conjunto que ha disputado todas sus ediciones. Ni los poderosos Bayern ni Dortmund ni, sobre todo, el Werder Bremen, con quien el Hamburgo disputa el derbi del Norte, pueden presumir de ello.
Pero ese orgullo del que tanto ha hecho gala el club y que dejó en herencia Intech en forma de cronómetro tras finalizar su contrato se ha convertido en una peligrosa arma arrojadiza con el equipo hundido en la tabla y abocado a un descenso que, lógicamente, sería histórico. “Antes de que se detenga el reloj os perseguiremos por toda la ciudad”, anunciaba una amenazadora pancarta en las gradas del Volksparkstadion durante la reciente visita del Bayer Leverkusen que los servicios de seguridad del club retiraron de inmediato.
No era la primera ni la más polémica, y tras caer hace una jornada en el Allianz Arena con un doloroso 6-0, los radicales del Hamburgo volvieron a movilizarse. Un día después de la goleada, en el campo de entrenamiento donde el equipo debía ejercitarse aparecieron clavadas once cruces de madera acompañadas de un mensaje con otra amenazadora cuenta atrás: “Llega vuestra hora y no podréis escapar”.
Ni las medidas excepcionales que ha tomado el club, con vigilantes acompañados de perros, ni el incremento de policía han disuadido a los radicales. Tras una nueva derrota esta última jornada, ante el Hertha, trataron de asaltar el autocar del equipo. La policía practicó una cincuentena de detenciones. Las incursiones en otros sectores del estadio con el apoyo de aficionados hasta ahora pacíficos y las intentonas de acceder al parking de jugadores y directivos también han venido marcando el triste día a día del club.
Sobre el terreno de juego, la crisis deportiva es galopante. Tras 14 jornadas sin ganar –nueve derrotas y cinco empates–, la situación del equipo es ya desesperada: es colista a siete puntos de la plaza de promoción por la permanencia que ocupa el Mainz. La crisis, sin embargo, no es coyuntural, sino que el club ya la arrastra desde hace varias temporadas. De las últimas cuatro ha promocionado en dos y la pasada no respiró hasta la última jornada.
Los constantes cambios en el banquillo tampoco han resuelto nada. Esta campaña ya van tres, y ni técnicos consolidados como Markus Gisdol ni hombres de la casa como Bernd Hollerbach o Christian Titz han conseguido hasta ahora resolver nada.
Uwe Seeler, el legendario jugador que tiene un monumento a su pie derecho en los exteriores del Volksparkstadion, alerta de las consecuencias trágicas de perder la categoría: “El descenso no sólo sería malo para el equipo, sino también para la ciudad. Es el caso de históricos como el Munich 1860, que disputa la liga regional de Baviera, o el Kaiserslautern, que pugna para no descender a Tercera”. Insta a una urgente reconciliación entre el equipo y la afición, porque ya no se trata simplemente de que se detenga un reloj. Eso es ya lo de menos.