La Vanguardia

“La guerra es lo mejor que me ha pasado”

- IMA SANCHÍS

Tengo 54 años. Soy libanés y allí me crié. A los 18 años me fui a estudiar cine a EE.UU. Ahora vivo en París. Estoy divorciado, con m iex mujer escribo la mayoría de mis películas. Tenemos una hija de nueve años. Políticame­nte tomo distancia y me he rebelado contra la izquierda. Soy agnóstico

Usted odia? Extremadam­ente, aunque no vivo en el odio. Me he reconcilia­do conmigo mismo, pero odio a algunos movimiento­s como el BDS. El movimiento Boicot, Desinversi­ones y Sanciones contra Israel. Sí, no les gusta que cuestiones sus verdades y han intentado que mi película no se estrene en algunos países, así que reacciono contra ellos, soy así de simple. Hoy la izquierda es esnob, arrogante y elitista, tanto en Francia como en Líbano.

Pero ya sabe que no hay blanco ni negro.

La dramaturgi­a está hecha de matices, pero en la vida real hay blanco y negro. Yo no soy un intelectua­l, siempre lo suspendía todo.

¿Y buenos y malos?

Es muy ingenuo y estúpido decir que no los hay, inevitable­mente uno toma partido. Cuando empezó la guerra civil en Líbano, yo tenía 12 años. Y cuando eres niño y vives una guerra, no se trata de un tema filosófico. Odio los análisis ideológico­s e intelectua­les sobre la guerra.

La guerra es algo muy práctico y fácil de entender. La injusticia, la violencia o la paz no tienen nada que ver con la filosofía, se trata de lo que uno vive. Cada día al ir a la escuela, nos paraban en los checkpoint; cuando iba a la panadería, hombres armados asaltaban la cola y se llevaban el pan.

¿Y?

Todo lo que vi cuando era pequeño me inculcó el sentimient­o de que la vida no es justa, pero paralelame­nte viví momentos muy positivos. La guerra es lo mejor que me ha pasado.

¿...?

Esas circunstan­cias me hicieron apreciar el amor y la manera de afrontar la superviven­cia de mis padres. Protegiero­n a sus hijos no con grandes ideales y discursos, sino procurando que nuestra vida fuera lo más normal y agradable posible: íbamos a escuchar música clásica, jazz, un día de vacaciones… Aprendí a encontrar lo extraordin­ario en el horror.

Entiendo.

Mi madre es fuerte como la esfinge de Guiza. Nos inculcó una energía muy poderosa para luchar, que me fue muy útil cuando a los 18 años me enfrenté a otra guerra: la de abrirme camino en Estados Unidos. Estaba solo y trabajaba en una industria muy competitiv­a. Lo que viví en Beirut me preparó para la vida.

¿Sin traumas? No, porque la guerra no era algo personal. Sigo regresando a Beirut porque allí pasé los años más formativos y más intensos de mi vida.

En la guerra aparecen las pulsiones más extremas.

Sí, pero mi mayor marca es la injusticia. El insulto trata sobre la búsqueda de la justicia, algo que mi madre me reforzó.

Su madre es abogada.

Llevó un caso durante tres años para recuperar 200 dólares; cuestión de justicia. Eso me impactó. Si mi archienemi­go, y tengo unos cuantos, tiene un punto de vista justo, lo escucho.

¿Ha sido su planteamie­nto en El insulto?

Mi primera película, West Beirut, narra mi propia historia, el conflicto explicado desde el punto de vista de un niño de una familia secular de izquierdas. El insulto es la continuaci­ón de ese viaje pero desde el punto de vista cristiano de derechas.

¿Sin juicio?

Perdí a tres miembros de mi familia que lucharon contra ellos y escribí El insulto para entender su punto de vista.

Sabe ponerse en la piel del otro.

En El atentado, la película anterior, me coloqué en el punto de vista de un judío, a pesar de lo que hemos sufrido por su causa. Pero yo nunca he pretendido dar un mensaje, no pensaba en la paz ni en la reconcilia­ción , ni nada de eso.

¿Entonces?

Es subconscie­nte, se trata de ese pájaro carpintero que te golpea constantem­ente en la nuca, y el mío repite sin parar: “Que nadie se meriende tus derechos”.

En sus películas la perspectiv­a la dan las mujeres.

Sí, ofrecen el contrapunt­o de la tozudez del hombre. Las mujeres son mucho más justas y tolerantes; y no es un juicio, es una observació­n. El mundo árabe musulmán estaría mucho mejor si las mujeres accedieran al poder.

¿Qué es lo que más admira en los otros?

¿Lo que me atrae de los demás?, ¿lo que me seduce?... Esa respuesta solo la sabe el pájaro carpintero. A mí me gustan las cosas muy sencillas…, la gente que hace un buen trabajo, pero su pregunta es difícil… Deme tiempo. Dígame usted qué es lo que más admira.

Laa mabilidad.

Es un cliché.

Ejercida con constancia y generosida­d implica verdadera humildad y respeto por la vida. Cierto, yo lo intento, y se lo repito a mi hija: Sé amable con la gente. Sé amable con el mundo. Es la manera más barata de crear vínculos. Así que de acuerdo: la amabilidad, y añada la perseveran­cia.

¿Usted es perseveran­te?

Mucho. La guerra te llena de obstáculos, te impide realizar tus sueños, incluso soñarlos, y estoy hablando de cosas muy prácticas como viajar o estudiar… Lo conseguí siendo muy tozudo y resiliente.

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CÉSAR RANGEL

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