Una moda estúpida y peligrosa
ESTE diario publicó ayer lunes en su portada la foto de una adolescente de catorce años colgada de una viga, a cuarenta metros de altura, en una azotea de un edificio del Eixample barcelonés. La joven quedó atrapada en la cornisa y tuvo que ser rescatada por los Mossos d’Esquadra. El objetivo de la menor era que un compañero le sacara una foto.
Es el último ejemplo de una de esas estúpidas y peligrosas modas que de forma periódica aparecen en las redes sociales, consistente en esta ocasión en hacerse fotos en situaciones extremas. ¿Vale la pena jugarse la vida por una foto o una selfie? Desde el pasado diciembre se han contabilizado al menos seis muertes provocadas por la obsesión de lograr una fotografía tomada en un escenario de riesgo y colgarla en las redes. Caídas mortales, ahogamientos, electrocuciones y disparos accidentales son, entre otras, causas de muerte asociadas al acto de hacerse una foto extrema.
Afortunadamente el caso que nos ocupa quedó en un enorme susto y una lección que esperemos que la menor haya aprendido, pero es una muestra de lo que se ha bautizado como egocentrismo digital, que lleva a que sus protagonistas sean incapaces de calibrar la insensatez que supone su actuación y la posibilidad de que pueda acabar en tragedia. Es la irresponsabilidad de primar la aparición pública demostrando que tú eres capaz de hacer algo que nadie más es capaz de hacer –por inútil y peligroso que pueda llegar a ser– y mostrarlo en Facebook o Instagram, con desprecio de los riesgos de una acción que puede poner en peligro la propia vida o la de otros. Es la conquista del me gusta llevada al extremo.
Si fotografiar cada plato de comida antes de comérnoslo o poner caras raras cuando posamos son formas de postureo más o menos inocuas, jugarse la vida por una foto única no tiene justificación. Desgraciadamente, los hechos muestran que puede más el exhibicionismo digital que la reflexión sobre la irresponsable conducta de riesgo que ello supone. Los expertos señalan que la obsesión adolescente por los likes puede derivar en una pérdida de esa percepción de riesgo. Por ello recuerdan a padres y educadores la necesidad de advertir a los jóvenes de los peligros de las redes, tarea ciertamente titánica.
Que querer singularizarse por una foto o una selfie acabe en tragedia debería ser motivo más que suficiente para que nadie intentara repetir la experiencia y admitiera que el precio de ponerse en una situación de riesgo debe tener unos límites. Quizá no darle al me gusta ante una de estas imágenes sea el primer paso.