‘Bon CUP de falç’

JOSEP Martí, en su libro Cómo ganamos el proceso y perdimos la república (ED Libros), escribe que en Catalunya algunas voces políticas siguen insistiendo en la existencia de una república que inició su singladura el 27 de octubre del 2017 –“¿la hubo?”, se pregunta el autor– con su proclamación en el Parlament. Los arietes más decididos, según su criterio, son los representantes de la CUP, también algunas voces de la ANC y de Òmnium. Y, por supuesto, Carles Puigdemont y sus colaboradores. Mientras, las gentes del PDECat yERC apuestan por acabar con el artículo 155 y recuperar el autogobierno y las instituciones. Esta es la realidad catalana en este momento, y el problema es que nadie se atreve a llamar a las cosas por su nombre, así que el sudoku catalán resulta imposible de resolver. La CUP dijo que no votaría a Jordi Sànchez y menos aún a Jordi Turull, un hombre que creció en el pujolismo. Es decir, el plan B murió antes de nacer, y el C no sobrevivirá fácilmente.

No tiene ni pies ni cabeza que Toni Comín y Carles Puigdemont no renuncien a sus escaños, lo que imposibilita la investidura de un candidato. A la CUP todo le parece insuficiente, y hacen valer sus solitarios cuatro votos, así que nunca tan pocos decidieron por tantos. Hace días que en Catalunya nadie se llena la boca con el término patriotismo, porque no parece que las posturas de los dos residentes en Bélgica merezcan este calificativo. Y en estas, el país camina hacia los cien días en el limbo sin que nadie le escriba, sin que nadie lo gobierne. Bon CUP de falç.

El secretariado de la CUP lo dejó bien claro en la reunión de anteanoche: el plan de gobierno de JxCat y ERC es insuficiente para “avanzar y materializar la república”, así que se abstendrán ante cualquier candidato que no esté dispuesto a avanzar hacia la nada. No les vale

Ikea como república, aunque la república cupera no parece que pueda montarse con cuatro votos y cuatro cañas.