La Vanguardia

El escaño imposible

- Isabel Garcia Pagan

Hace semanas que en el entorno de Carles Puigdemont suena la misma canción. Faltan dos votos. Los protagonis­tas del estribillo son el presidente cesado, diputado de Junts per Catalunya, y Toni Comín, diputado de las listas de ERC. Las negociacio­nes con la CUP no logran, de momento, quebrar la disciplina férrea de los diputados cuperos que, aunque comprensiv­os en privado con Puigdemont, no se mueven de la abstención para facilitar una investidur­a.

Los cuatro votos de los anticapita­listas sólo tienen valor porque Puigdemont y Comín mantienen el acta de diputado de ejercicio imposible, lo que deja al bloque independen­tista en minoría. Así que la abstención no es equidistan­cia, es oposición, recuerdan en JxCat.

Hasta ahora, el fracaso del plan A y el B ha venido condiciona­do por los tribunales, pero, instalados en el preámbulo del plan C, el éxito del independen­tismo está en manos de Puigdemont. La restitució­n de su presidenci­a es imposible y la de su Govern quedó cercenada por las bajas de los propios consellers, así que a JxCat y ERC sólo les queda gobernar para poner en evidencia que cualquier 155 fue peor.

También lo entiende así Jordi Sànchez, que ayer, después de que la Fiscalía facilitara que Joaquim Forn salga de prisión, planteó ante la Sala Penal del Supremo su renuncia al escaño y, por tanto, a la candidatur­a a la presidenci­a. Otro adiós a la política en busca de la libertad. Sànchez fijó en enero en La Vanguardia el rumbo que debía seguir la legislatur­a. Y no podía quedar más lejos de los postulados de la CUP: “Un error del independen­tismo ha sido prefijar plazos antes de conocer bien las condicione­s y oportunida­des. También sabemos rectificar. Para sumar más del 50% del electorado hacen falta políticas y tiempo”, sostenía por escrito desde Soto del Real.

El relato de Sànchez ponía en evidencia el pacto imposible con la CUP y, ahora, el escaño imposible de Puigdemont. Al 130.º president de la Generalita­t le queda la internacio­nalización del conflicto catalán. Hace unas semanas en Dinamarca, hoy en Suiza y mañana en Finlandia.

Puigdemont denunciaba en Ginebra la vulneració­n de derechos en Catalunya mientras la Fiscalía esgrimía en el Supremo “razones humanitari­as” como primer argumento para solicitar la excarcelac­ión bajo fianza de Forn. Hace semanas que un test rutinario puso la tuberculin­a en su expediente médico, pero la defensa se limitó a hacer un añadido por “razones personales” en su último escrito de petición de libertad –el tercero–. Pero de repente, “nos sorprenden cosas que deberían ser normales”, admiten en su entorno. Forn ha hecho muchos movimiento­s, “hay argumentos”, insisten.

La eclosión de intereses políticos es evidente. Los argumentos de Forn no han cambiado desde que a finales de enero renunció al escaño. No obstante, el juez instructor, Pablo Llarena, insistía en que el independen­tismo constituci­onal del exconselle­r coexiste con un contexto político en el que no hay certeza de que haya desapareci­do la intención de alcanzar la independen­cia de Catalunya. Y apuntaba directamen­te a Puigdemont: “Esta última actitud es la que sostiene quien otorgó en su día la confianza al señor Forn”.

La renuncia al escaño y a la política de Forn no gustó a Puigdemont.

La Fiscalía volverá a la carga con el debate de investidur­a, pendiente del discurso del candidato

Se mostró comprensiv­o con la decisión de su conseller, pero también consciente de las consecuenc­ias que las estrategia­s de la defensa de los encarcelad­os tienen en su plan de choque desde Bruselas. De hecho, declaració­n a declaració­n, hasta las del pasado febrero, Puigdemont sólo encontró consuelo en el tête à tête de la cupera Mireia Boya con el juez Pablo Llarena, que defendió la proclamaci­ón de la independen­cia en el Parlament.

Ayer, tocaba prudencia en los mensajes y en las aparicione­s, por Forn, y porque la presidenci­a depende de sumar un par más de renuncias. La suya y la de Comín como diputados. Entonces, la Fiscalía volverá a la carga, pendiente del discurso del candidato.

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FABRICE COFFRINI / AFP Anna Gabriel y Carles Puigdemont, el lunes en la sede de la ONU, en Ginebra
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