Madrid y las tres Españas
En economía, si comparamos dos años debemos tener presente su posición en el ciclo económico. Así, las cifras de 2016 (que es el último año del que disponemos de datos macroeconómicos desagregados territorialmente) se pueden comparar, por ejemplo, con las de 1988, puesto que ambos se situaban tres años después de iniciada una recuperación (puesto que el 2013 y 1985 constituyen el punto más bajo de dos ciclos económicos).
En 1988 hacía poco que se había aprobado la Constitución, que había establecido que “El Estado garantiza la realización efectiva del principio de solidaridad [...] velando por el establecimiento de un equilibrio económico adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español”. Este magnífico principio ha venido justificando un enorme trasvase de dinero desde unas comunidades a otras y una política de infraestructuras increíblemente heterogénea, y tiene sentido que nos preguntemos, con la perspectiva de estos 28 años, hasta qué punto su objetivo se está consiguiendo.
Las cifras dicen que no, puesto que hay más dispersión económica en la España de ahora que en la de 1988. Concretamente, un 10% más.
Que aumente la dispersión significa que hay ganadores y que hay perdedores. En el caso español, sólo se puede hablar de un ganador, Madrid, que es la única comunidad
La dispersión económica ha aumentado desde 1988 y Madrid aparece como el único ganador claro
autónoma que gana claramente: ha ganado mucho peso económico (su PIB ha crecido un 23% más que la media española) y ha ganado mucha prosperidad (su PIB per cápita ha crecido un 12% más que la media española). El resto se divide en tres grupos:
La España que resiste: sólo Catalunya y Navarra han sido capaces de no rezagarse respecto de la media española ni en cuanto al peso ni en cuanto a la prosperidad (sin ganar significativamente ni lo uno ni lo otro), mientras que el País Vasco y Galicia tienen menos peso que en 1988 dentro del conjunto español, pero, en cambio, la renta per cápita ha crecido más deprisa.
La España obesa: Baleares, Murcia y Canarias han ganado peso, pero a costa de perder mucha prosperidad relativa: la población ha crecido más deprisa, pero la renta per cápita se ha reducido significativamente en relación a la media española.
La España perdedora: la España meridional (Andalucía, Extremadura y Castilla-Mancha), el valle del Ebro (Rioja y Aragón), el norte (Asturias, Cantabria y Castilla y León) y, sorprendentemente, Valencia, han perdido peso y han perdido prosperidad en relación a la media española.
A la vista de las cifras resulta incuestionable constatar dos cosas: la primera, que el precepto constitucional no se está alcanzando y que, por tanto, sería hora de revisar las políticas que viene justificando; y la segunda que, más allá de la retórica oficial, el único proyecto que tiene España para vertebrarse territorialmente sigue siendo, hoy como en el XVIII, la construcción de un París en el centro de la península.