La Vanguardia

“En esta sociedad pospatriar­cal, la madre y el padre compiten”

- DANI DUCH LLUÍS AMIGUET

Fui de los primeros padres que entraron en un paritorio: no me resignaba a un papel secundario. Soy italiano: de cultura romana, como ustedes. La madre es, pero el padre tiene que decidir serlo: tengo dos hijos y una hija, tres grandes decisiones. En política aún mandan machos alfa y no padres responsabl­es

Qué es ser padre? La madre es. En cambio, ser padre siempre ha sido una construcci­ón cultural. Se aprende. ¿El padre sólo es si se decide a serlo? La paternidad no existe por sí sola: se sobrepone a la maternidad, a la que complement­a. Ya en la antigua Roma, el padre sólo lo era después de reconocer al hijo como propio en un acto social, un bautizo.

Hoy puedes hacer una prueba de ADN.

La tecnología no cambia nuestras estructura­s mentales. Cada paternidad, al cabo, es una adopción. Por eso, hay padres no biológicos mucho mejores que otros que sí lo son.

¿Y hoy cómo son los padres?

Yo he analizado nuestros arquetipos de paternidad, como hizo Jung con muchos otros arquetipos. Freud decía que el mito es un sueño soñado por toda la humanidad. Por eso, en los mitos clásicos y en otros de la literatura, la filosofía y el arte están las claves de cómo somos y cómo aprendemos a ser.

¿También están las soluciones?

Por lo menos está el diagnóstic­o. Carl Jung demostró que no sólo los individuos sufren neurosis y traumas; también las sociedades enteras enferman a menudo en su psique colectiva.

Pues tendría que venirse por aquí.

Y explicó el estalinism­o y el nazismo como la expresión fatal de neurosis colectivas, que diagnostic­ó a través de sus arquetipos. Yo voy a ir a Barcelona pronto para hacer algo parecido en estos momentos neuróticos.

Su análisis de la paternidad ya es clásico.

Porque miles de padres se han reconocido en él. Me acuerdo de que se lo regalé a mi conserje, un padre en conflicto, y me dijo que se sentía aliviado al leerlo, porque veía que lo suyo con sus hijos les pasaba a todos los padres.

¿Quién es el primer padre que nos enseña a serlo?

El Héctor de la Ilíada.

¿Por qué?

Héctor pelea con Aquiles, el varón prepaterna­l que sólo responde a su instinto de sexo y lucha. Pero Héctor, además, en su interior libra otra pugna entre el otro macho dominante como Aquiles que hay en él y su identidad cultural de prudente padre de familia.

¿Y quién gana?

Homero lo explica en una escena inmortal.

¿Cuando muere en combate?

Cuando Héctor vuelve de la batalla y corre a abrazar a su hijo y su hijo le rechaza.

¿Por qué le rechaza el niño?

Porque Héctor ha olvidado que lleva el casco y va manchado de sangre. Entonces mira a su esposa, Andrómaca, a los ojos y, sin necesitar a un psicoanali­sta, entiende qué pasa. Se quita la armadura, y su hijo, ya sin miedo, le abraza.

Hermoso, profesor, pero ¿qué tiene que ver eso con un padre de hoy?

El padre que llega a casa sin desconecta­r de la batalla laboral y sin dejar de mirar el móvil cada cinco minutos también está asustando a su hijo, igual que hacía Héctor con su armadura.

Pero la madre ya no es una Andrómaca heroica en su espera.

¡Ese es el problema! Hoy la madre es otro Héctor que también compite con el padre, y los dos llegan a casa y ven a sus hijos sin desconecta­r del trabajo.

¿Cómo no va a trabajar nuestra moderna Andrómaca si Héctor es mileurista?

No sólo es el dinero. Hoy el padre debe tener una relación personal y entrañable con cada hijo, pero, además, otra con todos los hijos en conjunto. Necesita tres veces más tiempo que el que necesitaba Héctor.

Es lo que llaman un padre intenso.

En la sociedad tradiciona­l, el adolescent­e en estado prepaterna­l era agresivo y competitiv­o hasta que adquiría la sensatez cultural al devenir padre. Por eso, en Italia, la mafia se extendía entre hijos de madre soltera, que no lograba encauzarlo­s.

¿Hoy entre madre y padre no hay una relación más igualitari­a?

La sociedad pospatriar­cal no se ha feminizado, porque, en realidad, en el interior de la nueva identidad masculina el padre está desapareci­endo y se intensific­a el machismo.

Las encuestas le desmienten, profesor.

Cada vez el hombre participa más en las tareas del hogar, eso es cierto, pero sólo porque sabe que el sueldo de la madre también es necesario.

Entonces...

Se intensific­a el machismo en el hogar, porque la madre en su carrera profesiona­l está asumiendo los valores agresivos y competitiv­os que antes eran sólo los del varón prepaterna­l.

¿Hay dos papás Aquiles en casa?

Y su talón es que el sistema productivo los quiere competitiv­os día y noche. No pueden desconecta­r el móvil, por lo que no acaban de realizarse como padres. Y después tienen que vencer a diario la tentación de Ulises.

¿El padre ausente?

La oferta ubicua de sexo y poliamor. Ulises restaura el orden paterno al cortar la regresión al caos de la prepaterni­dad en que ha caído su reino mientras él completaba su Odisea.

¿Qué es esa regresión para un padre hoy?

Los pretendien­tes de Penélope son la promiscuid­ad que acecha y pone en peligro a toda paternidad responsabl­e. Ulises, con ayuda de su hijo, nada más regresar a Ítaca restablece el equilibrio de la monogamia y la línea paterna: el pilar de la cultura occidental.

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