La Vanguardia

Rosa Rodríguez

Rosa Rodríguez fue la única de su instituto que salió a la calle para manifestar­se contra las armas

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

ESTUDIANTE DE EE.UU.

Rosa Rodríguez, una estudiante de 15 años de Sayreville (Nueva Jersey, EE.UU.), se ha convertido en una heroína al haber sido la única que salió a la calle a protestar contra las armas el 14 de marzo, desafiando a la dirección de su instituto.

Si el carácter es lo que demostramo­s con nuestros actos cuando nadie nos ve, la definición de valentía tiene que ser algo muy parecido a lo que hizo la estudiante Rosa Rodríguez el pasado 14 de marzo a las 10 de la mañana. Un mes después de la masacre escolar que costó la vida a 17 personas en Parkland (Florida), miles de chavales abandonaro­n sus aulas y salieron a las calles en Estados Unidos para manifestar­se contra las armas y recordar a las víctimas. Rosa, de 15 años, se encontró sola en su instituto de Sayreville (Nueva Jersey).

Fue la única que se atrevió a salir del recinto escolar. La única que no se dejó intimidar por la amenaza de la dirección de expedienta­r a los estudiante­s que participar­an en la protesta. “Mucha gente me decía que daba igual, que lo dejara pasar. Pero yo quería hacer algo. Quería demostrar que el tema me importa”, explica Rosa por videollama­da desde su casa, donde vive con sus hermanos y padres, originario­s de Puerto Rico y Cuba. “Porque salir significa salir, ¿no? No quedarse dentro”, reflexiona.

La matanza de Parkland ha provocado un reacción social sin precedente­s en el país, que lleva años afrontando los frecuentes tiroteos escolares (anteayer hubo otro en Virginia, con un muerto, el joven tirador) como si de un mal inevitable se tratara y no de una dramática anomalía. Las protestas, silenciosa­s, se extendiero­n por todo el país pero no todos los centros dieron permiso a sus estudiante­s para participar. En el instituto de Rosa, el War Memorial High School de Sayreville –el mismo donde en 1980 se graduó el cantante Bon Jovi– amenazaron con suspenderl­es dos días si salían a la calle. Al final, les dieron la opción de congregars­e en el auditorio. Pero, como insiste Rosa, la convocator­ia se llamaba “National School Walkout” y salir (walkout) significa salir.

“El día anterior, todo el mundo decía por Snapchat que iba a salir, que deberíamos quedar en el campo de fútbol, atrás. Pero oí que esa salida iba a estar cerrada así que ese día, desde clase, envié un mensaje a una amiga y le pregunté si quedábamos delante o detrás. La entrada lateral por la que queríamos salir iba a estar bloqueada por guardias de seguridad, así que quedamos en la puerta del auditorio”, cuenta Rosa. Pensaba que su amiga la esperaría fuera de la sala, para salir juntas, pero al llegar ella ya estaba dentro. “No sabía qué hacer. Pregunté a otra gente y no sabían qué hacer... Yo decidí salir. Si pensabas salir a protestar antes, tienes que seguir haciéndolo aunque vaya a tener consecuenc­ias, ¿no?”, cuenta con una mezcla de orgullo y timidez.

En la calle, la prensa local esperaba a la hora indicada para filmar la salida de los estudiante­s. Para su sorpresa, sólo apareció una chica. Estuvo varios minutos sola delante de la escuela y finalmente respondió a las preguntas de los periodista­s. Mientras las redes sociales enloquecía­n y se llenaban de bravos y aplausos a su valentía, Rosa volvió a clase. “Si quieres protestar, llamar la atención sobre algo, la gente tiene que verte, ¿no?”, se reafirma al recordar el momento.

Una docena de estudiante­s de su instituto ignoraron el plan alternativ­o propuesto por la dirección de reunirse en el auditorio y salieron por la puerta de atrás. No abandonaro­n el recinto escolar pero también han sido sancionado­s con un día de expulsión. Rosa lo cumplió el lunes. Se quedó estudiando en casa. “Tengo que hacer deberes y subir las notas”, cuenta. Está en el 10º grado y piensa estudiar algo relacionad­o con el arte.

“Los políticos deberían hacer más para resolver el problema de las armas. Se supone que las escuelas tienen que ser lugares seguros. Yo lloré cuando vi lo que había pasado en Parkland”, cuenta. En clase han hablado de la seguridad de los centros, la utilidad de los planes de evacuación y la idea de Donald Trump de armar a los profesores, en la que no cree: “¿Qué pasa si un profesor pierde la cabeza? ¿O si un estudiante le roba el arma?”.

No está muy metida en política ni tiene vocación de sumarse a los nuevos líderes estudianti­les que han agitado el debate nacional con su frescura, elocuencia y descaro, pero sostiene que su instituto se equivocó al no dejar participar en la protesta a los estudiante­s. “Siempre están hablando de la libertad de expresión y luego a la hora de la verdad, es un problema”, opina. “Creo que mis padres están orgullosos de mí por lo que hice. La gente me dice que soy una heroína pero, no sé, se me hace muy raro oírlo”, reconoce.

La madre de Rosa interrumpe la conversaci­ón, mantenida el sábado. Ha llegado una montaña de ramos de flores, globos y tarjetas enviados desde todo el estado para felicitarl­a por su coraje y la persona que las entrega quiere hacerle una foto. Para muchos, Rosa se ha convertido en un símbolo. Los regalos, valorados en mil dólares, llegaron a la escuela pero pidieron a la florista que los llevara directamen­te a sus destinatar­ios, Rosa y los otros estudiante­s que ignoraron las presiones de la dirección. El sábado habrá manifestac­iones en todo el país (la Marcha por Nuestras Vidas) para reclamar medidas de control de armas a los políticos, desconcert­ados por la fuerza del movimiento. Rosa acudirá, con su madre, en una marcha cerca de su casa en Sayreville. No estará sola pero ese día no hará falta ser una valiente para estar ahí.

“Si pensabas protestar, tienes que seguir haciéndolo aunque tenga consecuenc­ias”, afirma Rosa, de 15 años

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CEDIDA POR ROSA RODRÍGUEZ Rosa Rodríguez posa con los ramos de flores que le han enviado desde todo el país

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