Un millonario en apuros
MARK Zuckerberg, el consejero delegado de Facebook, ha reconocido que cometieron errores y que se ha abierto una brecha en la confianza de la gente, a raíz de una investigación de los diarios The New York Times y The Observer que ha permitido descubrir que los datos de 50 millones de usuarios habían sido utilizados sin su consentimiento. La fuga masiva de datos la habría provocado presuntamente la consultora Cambridge Analytica, que tuvo acceso a ellos mediante un programa académico. Cambridge Analytica asesoró la campaña presidencial de Donald Trump y los datos de Facebook le habrían posibilitado focalizar sus mensajes en favor del candidato republicano. Zuckerberg ha tardado cuatro días en disculparse, pero eso no le eximirá de explicarse ante las autoridades de Washington, Londres y Bruselas cuando le llamen a declarar sobre esta filtración masiva. En el Reino Unido, ya se investigaba a la consultora por sus interferencias en favor del Brexit durante el referéndum.
La falta de seguridad en la red social con más usuarios –2.000 millones– supone un grave problema de credibilidad, que está comportando elevadísimas pérdidas en bolsa a la compañía, pero sobre todo está erosionando la confianza de sus clientes. La cuestión se ha agravado al conocerse que Facebook fue consciente de esta fuga de datos pero no avisó a los usuarios, ni denunció el uso de información reservada.
La salvaguarda de datos es una cuestión que preocupa a los estados y a los individuos, a fin de que no puedan ser manipulados. La facilidad con que se accedió a esta información muestra la desprotección a la que nos enfrentamos. Zuckerberg se juega mucho en este envite. Aquel estudiante de Harvard que con 20 años creó Facebook es, a los 33, el quinto empresario más rico del planeta. Wikipedia lo trata de filántropo, pero deberá dar muchas explicaciones para que no lo recalifiquen como villano.