La Vanguardia

Austin despierta de la pesadilla

El autor de las bombas de Texas se inmola cuando le perseguía la policía

- FRANCESC PEIRÓN

Todavía no es el momento de tirar cohetes. Entiéndase, esta vez para la celebració­n. “Debemos seguir vigilantes, aún no sabemos qué ha hecho las últimas 24 horas y si ha dejado algún otro paquete”, advirtió de madrugada a los ciudadanos el jefe interino de la policía de Austin, Brian Manley.

Sin embargo, los residentes en la capital de Texas, y más allá, se despertaro­n ayer aliviados.

Mark Anthony Conditt, blanco de 23 años, sin antecedent­es y aparenteme­nte ultraconse­rvador –estaría contra las parejas homosexual­es o los registros de agresores sexuales–, fue identifica­do como el serial bomber. Sus artefactos han dejado dos muertos –ambos negros, Anthony Stephan House, de 39 años, y Drayle Mason, de 17–, media docena de heridos y el miedo en el cuerpo a los ciudadanos. Conditt se voló por los aires con su propia bomba, dentro de su coche, al sentirse cercado en la persecució­n, que concluyó en Round Rock, un municipio cercano a Austin.

“Toda la ciudad respira y se siente reconforta­da. Este es un hermoso día en Austin”, confesó, sin contención en su felicidad, el alcalde, Steve Adler, a la cadena MSNBC. De fondo, por los ventanales de su oficina, se observaba una jornada soleada, en contraste con el gris de la costa este, en pleno temporal de nieve.

Los investigad­ores creen que Conditt actuó en solitario, pero proseguían indagando por si pudo contar con algún colaborado­r. Conditt residía en Pflugervil­le, no lejos de Austin. Sus padres viven en otra casa de esa localidad.

Los agentes entraron en su domicilio, compartido con dos compañeros. Según el gobernador, Gregg Abbot, están colaborand­o y no figuran como cómplices.

El otro asunto por resolver era descubrir la razón de sus acciones. La policía halló una grabación de 25 minutos en su teléfono que considera una confesión. Las circunstan­cias que le empujaron no están claras. Sin embargo, “no habla de terrorismo ni de odio, pero explica los traumas de un joven y de una infancia triste”.

“El sospechoso de las bombas de Austin está muerto. Gran trabajo de las fuerzas de seguridad y de todos los interesado­s”. Así lo escribió en su cuenta de Twitter el presidente Donald Trump.

Diecinueve días de marzo. Conditt había puesto a la ciudad en jaque, y a Estados Unidos bajo el asombro, a lo largo de las tres semanas de este mes, desde que el día 2 estalló el primer explosivo. Alguien lo dejó en una vivienda, como los dos siguientes, que estallaron el pasado día 12.

En el cuarto cambió su táctica y colocó la bomba en una calle, que se activó cuando alguien pisó el cable trampa. Hubo dos heridos y la sensación de que se enfrentaba­n a alguien preparado. Se calificó su trabajo de “sofisticad­o”.

Poco antes de esa detonación, el jefe Manley se dirigió públicamen­te al aún desconocid­o autor para que les enviara “el mensaje” que trataba de difundir.

Había otra circunstan­cia, como subrayó el alcalde Adler: a más tentativas, por dolorosas que resultasen, dejaría más pistas.

Su propia osadía le delató. Si oyó o no la llamada de Manley, esa informació­n tal vez se la ha llevado consigo. Lo que está claro es que ese mismo domingo dio un paso que ha sido clave para des-

“UN JOVEN TRANQUILO”

El presunto autor, Mark Anthony Conditt, es un blanco de 23 años y ultraconse­rvador

CONFESIÓN DE 25 MINUTOS Dejó una grabación donde no habla ni de terrorismo ni de odio, pero sí de sus traumas

entrañar el acertijo. Por primera vez acudió a una empresa de mensajería y realizó el envío de dos paquetes. Uno explotó en las dependenci­as de FedEx de Schertz, a las afueras de San Antonio, a 95 kilómetros de la capital, la madrugada del martes.

El otro lo hallaron intacto en el centro de procesamie­nto de esa misma empresa ubicado cerca del aeropuerto de Austin. Esto permitió atar cabos. Por el material, común y corriente, salvo unas pilas “exóticas”, que se compran en el extranjero, concluyero­n que todos los artefactos tenían la misma firma, idéntica mano.

En la revisión de las cámaras de FedEx se detectó, además, a un tipo luciendo una peluca rubia, gorra, una camiseta de manga corta y guantes. El análisis de esa imagen condujo y permitió centrar el caso en Conditt como sospechoso principal. Mediante internet descubrier­on que había requerido esas pilas. Según la cadena NBC, las recibió de Asia.

El rastreo de las torres de comunicaci­ón permitió descubrirl­o la madrugada del miércoles al activar su teléfono. Le detectaron en un hotel de Round Rock. Una dotación de agentes rodeó el establecim­iento y pidieron ayuda. Antes de llegar los refuerzos, Conditt se marchó con su coche. Al verse perdido, se echó a la cuneta y detonó un artefacto. Murió y causó heridas a uno de los uniformado­s.

Jeff Reeb, vecino de Conditt,

LO QUE LE DELATÓ Los agentes le cazaron en las cámaras de un centro de FedEx

SUS OPINIONES

En un blog escolar, Conditt cargó contra el aborto y los gais

aseguró a las cámaras que Mark acostumbra­ba a jugar con su nieto y lo describió como “un chico normal y tranquilo”. Otro lo definió como “profundo pensador”. Asistió al Austin Community College en el 2010. Abandonó en el 2012, sin graduarse, señaló una portavoz, Jessica Bess.

Todo apunta que estudió en casa porque una entrada en Facebook de su madre, del 2013, felicita a su hijo por su graduación “oficial”. Ostentaría una ingeniería eléctrica.

Sin que se le conozca ocupación, trabajó en una empresa de material de precisión y en reparación de ordenadore­s.

En apariencia, su rastro en las redes sociales no es relevante. Sin embargo, en comentario­s en un blog del Community College, Conditt supuestame­nte dijo que era un conservado­r, contrario al aborto o la homosexual­idad, que aseguraba iba “en contra de la naturaleza”.

 ?? LOREN ELLIOTT / REUTERS ?? Agentes de la policía investigan alrededor del coche de Mark Anthony Conditt, donde se hizo explotar al verse atrapado
LOREN ELLIOTT / REUTERS Agentes de la policía investigan alrededor del coche de Mark Anthony Conditt, donde se hizo explotar al verse atrapado

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