La Vanguardia

Un fajador de la política

Turull pasa de ser descartado para liderar el PDECat a estar a un paso de un cenit efímero

- JOSEP GISBERT

Jordi Turull (Parets dels Vallès, 1966) es el vivo ejemplo de que en política lo que hoy es blanco mañana es negro, y viceversa. Descabalga­do en julio del 2016 de la dirección del nuevo partido resultante de la refundació­n de CDC, el PDECat –era el candidato oficial que el aparato quería situar al frente de la formación–, y cuando parecía que su carrera política entraba en declive, un año después, en julio del 2017, dio un giro inesperado y se convirtió en conseller de Presidènci­a y portavoz del Govern. Y ahora, con permiso del procesamie­nto por la causa del 1-O, está a un paso del cenit, por efímero que sea, como 131.º presidente de la Generalita­t si supera la investidur­a para la que es candidato.

Una circunstan­cia que demuestra que Jordi Turull es un fajador de la política. Casado, padre de dos hijas y licenciado en Derecho por la Universita­t Autònoma de Barcelona (UAB), ha ejercido de abogado y de profesor de políticas sociolabor­ales, pero su auténtica vocación es la política y la gestión pública: comenzó a militar en la Joventut Nacionalis­ta de Catalunya (JNC) el 1983, pasó a CDC el 1987 y cambió al PDECat el 2016 y en el ámbito público se estrenó en el mundo local, primero como secretario intervento­r en los ayuntamien­tos de Gurb y Sant Vicenç de Castellet, jefe de gabinete de la alcaldía de Sant Adrià de Besòs y gerente del Ayuntamien­to de Sant Cugat del Vallès y después como concejal de su ciudad natal y de residencia –a excepción de los veranos, que los pasa en Josa de Cadí– entre 1987 y 2003. Una amplia experienci­a municipal que le resultó muy útil para dar el salto el 2004 al Parlament, donde ha demostrado sus dotes como diputado especialme­nte incisivo –agresivo, en opinión de sus adversario­s–, ideal para la dialéctica del cuerpo a cuerpo, tanto desde la oposición en la época del tripartito como desde la mayoría de gobierno como portavoz y presidente de CiU el 2010 y el 2013 y como presidente de Junts pel Sí (JxSí) el 2015.

Fue precisamen­te en esta última etapa en la que le dolió tener que renunciar a la dirección del PDECat, para la que llevaba tiempo preparándo­se, sencillame­nte porque estaba en el momento más inoportuno en el lugar más inadecuado: a pesar de no haber ocupado ningún cargo orgánico en la dirección de la antigua CDC y de no estar adscrito a ninguna familia ideológica específica, el hecho de ser el candidato del aparato le invalidó como opción de renovación frente a la apuesta de los jóvenes Marta Pascal y David Bonvehí después de un agitado congreso de refundació­n en el que las bases tumbaron los planes de la cúpula. Aunque en la mente de algunos quizás también pesaban las imágenes en las que se le veía acompañand­o a Oriol Pujol cuando acudía a los juzgados por la causa de las ITV. A pesar de ello, siguió actuando disciplina­damente al frente de JxSí –en donde se significó como partidario de mantener los acuerdos con la CUP, a veces en contra del criterio de su propio partido– y fue esta actitud la que le acabó valiendo el reconocimi­ento de Carles Puigdemont con el nombramien­to como conseller de Presidènci­a.

Un cargo, junto a la difícil misión de actuar como portavoz de un Govern con sensibilid­ades distintas (las del PDECat y las de ERC), en el que se destapó como uno de los más firmes valedores del referéndum del 1-O. El 2014, antes del 9-N, ya había sido uno de los tres diputados del Parlament designados para defender en el Congreso la propuesta de celebració­n de un referéndum acordado sobre el futuro político de Catalunya, y como conseller dejaba claro que su sentimient­o independen­tista no presentaba fisuras. Y la coherencia en este terreno la mantuvo hasta el final, hasta la declaració­n de independen­cia del

De apariencia tranquila y discreta, los adversario­s le reprochan su dialéctica agresiva

Parlament del 27 de octubre que le costó el ingreso en prisión el 2 de noviembre acusado de rebelión.

A la salida de Estremera, el 4 de diciembre, se incorporó de inmediato a la campaña electoral de Junts per Catalunya (JxCat) para las elecciones del 21-D –era el número cuatro de la lista de Barcelona–, donde curiosamen­te se ha convertido en el principal referente del PDECat. Apasionado de los viajes, la conducción, el excursioni­smo y la sobremesa con los amigos y miembro de entidades cívicas como Càritas, Intermón Oxfam, Òmnium Cultural o la Fundació Catalana de l’Esplai, en el trato personal es la discreción personific­ada, aunque puede que el paso por la cárcel, más allá del mal trago que por sí mismo representa, le haya abierto un poco el carácter, que ahora no parece tan distante y seco como antes.

De apariencia tranquila, lo que no ha cambiado en Turull es la sencillez que los que le conocen certifican que siempre le ha caracteriz­ado. Y otro detalle para él no menor: es del Espanyol y su sentir perico se mantiene intacto.

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MARIA BELMEZ / ACN Jordi Turull, ayer en los pasillos del Parlament

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