Recuperar Montjuïc
Esta fotografia de la Compañía Española de Aviación permite observar el trazado de los viales que pasaron a articular la conquista de la odiada montaña de Montjuïc, para vincularla por fin y definitivamente a la ciudad.
La amplia línea serpenteante y ribeteada por árboles que domina el centro de la imagen era la que el arquitecto Josep Amargós había bautizado con el nombre funcional de Vía K. La visión es despejada y se distingue también la red de viales secundarios, conjunto que luego quedará difuminado por la arquitectura y el crecimiento de la jardinería.
Todo este proceso había principiado cuando el arquitecto Josep Amargós realizó ya en 1894 el anteproyecto de urbanización rural de la montaña citada. Al plantearse en 1914 la ambiciosa exposición de Indústries Elèctriques, él mismo procede a delimitar ya lo que debía ser parque y exposición, al tiempo que traza la mencionada Vía K, una arteria fundamental.
De forma definitiva y con autoridad realista, el afamado paisajista francés JeanClaude-Nicolas Forestier rinde visita a Barcelona, contratado por Francesc Cambó para ajardinar Montjuïc.
Este mantiene la Vía K, que partirá desde el núcleo central de la exposición hasta el lejano Miramar, pero no proyecta un conjunto unitario al modo francés ni tampoco inglés, sino que despliega un buen rosario de conjuntos menores mediante su inspirada visión del jardín catalán.
Se crea entonces el Servei de Parcs i Jardins, que dirigirá con eficacia y autoridad el arquitecto Nicolau M. Rubió i Tudurí; su padre, el ingeniero militar Marian Rubió i Bellvé pasó a responsabilizarse de la dirección de las obras urbanísticas de la montaña.
El primer proyecto de Forestier será el jardín Laribal, al que le seguirán las plazas del Polvorí Vell y de la Mecànica, los jardines de Miramar, la plantación arbolada de la Vía K, la transformación de la cantera en el teatro Grec y las farolas art decó que enmarcaban una avenida Maria Cristina que proyectó Puig i Cadafalch para vertebrar la entrada a la exposición y conectarla con la ciudad.
A este respecto vale la pena observar que en 1927 la plaza Espanya es sólo un espacio, pendiente de construcción tanto el centro como en su contorno; así las cosas, no fue de extrañar que la fuente de Jujol no estuviera aún terminada cuando fue inaugurada la exposición. Y las cuatro columnas, que simbolizaban tal como quería Puig i Cadafalch la bandera catalana, aún no habían sido derribadas.
Se materializaba el comienzo de la conquista de la montaña. Los barceloneses así lo entendieron, pues aquel año se precipitaron a celebrar la verbena de Sant Joan al desparramarse por sus recién ajardinadas laderas. Se dijo que fueron cientos de miles los que celebraron el triple motivo: la revetlla, la exposición y la conquista de Montjuïc.
Los barceloneses inundaron en 1929 la montaña para festejar la verbena de Sant Joan