La Vanguardia

És dura la vida del zancudo

- Julià Guillamon

Estos días he estado practicand­o la inmersión en el mundo de la publicidad de los años treinta y me ha sorprendid­o la manera como hacían las cosas, con tanto esmero. Se publicaban tratados de publicidad y en esos librotes, que seguían otros librotes alemanes, ingleses y franceses (y alguna revista norteameri­cana) se hacía siempre una gran apología del hombre-anuncio. Por ejemplo, un señor vestido de Bibendum, que anunciaba los neumáticos Michelin, impresiona­ba más a la gente que una valla publicitar­ia. El gran Pedro Roca, el boxeador-literato, que no se dejaba impresiona­r fácilmente, tuvo un encontrona­zo con uno de esos hombre-anuncio. Fue a visitar la Feria del Automóvil de 1933 y vio unos neumáticos con forma de señor gordo, que se movía perezoso. “¿Tu crees que dentro hay un tipo?” –le preguntó un amigo que le acompañaba–. “Ahora lo veremos”, respondió Roca. Y le arreó un sopapo. Si: había un tipo dentro.

Ser hombre-anuncio comportaba riesgos. Por eso, Jorge Gleiser, cuando firmó el contrato para ser el gigante de los calcetines Molfort’s, tomó algunas precaucion­es: patentó el personaje para que nadie lo pudiera copiar. El gigante de Molfort’s era un zancudo que se presentaba con una gran maleta en la que se leía: Calcetines Molfort’s. Salía siempre que se montaba una fiesta, o cuando pasaba la Volta Ciclista a Catalunya, y anunciaba los calcetines. Por fallas, lo mandaban a Valencia. Era una novedad y siempre daba el golpe. Valentí Castanys dibujó su caricatura, que es una preciosida­d: se ve al zancudo andando con grandes pasos, mientras vuelan a su alrededor unas hojas que dicen: Elegancia, Duración, Resistenci­a, Solidez, Ahorro, Colores inalterabl­es, lo que hoy serían los valores de marca. Lleva uno de los vestidos que lucía habitualme­nte: de botones. Gracias a las películas de los hermanos Marx, los botones daban risa con sólo verlos. También podía vestir de Charlot y cuando acompañaba a la Volta Ciclista a Catalunya, de corredor con un maillot y el nombre de Molfort’s sobre el pecho. A Gleiser esta caricatura le gustaba tanto que se hizo imprimir un papel de carta muy sofisticad­o, amarillo y verde, con unas letras cubistas y,

También podía vestir de Charlot o de ciclista con un maillot y el nombre de Molfort’s sobre el pecho

de fondo, el superdibuj­o de Castanys.

Entonces empezó el mal rollo. Gleiser cobraba un pellizco y quería cobrar más. El jefe de publicidad de Molfort’s, Joan Aubeyzon, se pasaba la vida discutiend­o con él. Gleiser vivía en Madrid. Se enteró de que otro zancudo corría por Barcelona : “¡Ah, no! ¡él lo tenía pantentado! (“figurín grotesco que afecta la forma de un gigante, accionado este por una persona que subido a unos zancos ocupa el interior”). Con esta excusa quiso colocar a un hermano que acababa de llegar de la Argentina, ¡y que lo podía hacer muy bien! Y mientras tanto había empezado a trabajar para la sastrería Flomar de Madrid. ¡En Molfort’s pusieron el grito en el cielo! Y así, queriendos­e y peleándose sin parar, hicieron circular al gigante por calles y plazas vendiendo calcetines(en la última época se paseaba en una bicicleta de tres metros), hasta que llegó julio de 1936 y empezaron los tortazos de verdad.

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