Barroco ‘éclactante’
Bartoli y Jaroussky reinan en los Champs Elysées con ‘Alcina’ de Händel
Con la llegada de la primavera, el Théâtre des Champs Elysées parisino ha brindado unas funciones históricas de Alcina. Il capolavoro, la primera ópera que Händel compuso para el Covent Garden en 1735. Un caramelo sonoro para astros como la mezzo italiana Cecilia Bartoli y el contratenor francés Philippe Jaroussky, los más cotizados, ambos reyes del estilo barroco.
Sólo habían coincidido en Salzburgo, con Giulio Cesare también de Händel, en el 2012: Bartoli era Cleopatra y Jaroussky, Sesto. De ahí el sold out y la lista de espera en las 4 únicas funciones de París. Pues pocos públicos aman el barroco como el francés: ahí late aún la sombra de Lully y el Rey Sol, con reflejos que estallan con fulgor en pleno s. XXI.
Bartoli protagonizó la historia de la maga Alcina, basada en el Orlando furioso italiano, una hechicera que enamora a los visitantes de su isla mágica a voluntad, pero que cae rendida ante Ruggiero (Jaroussky). Es un papel que suelen cantar sopranos de cierta envergadura lírica: Joan Sutherland, Renée Fleming, Anja Harteros... las tres con grabación discográfica. ¿Por qué Bartoli?
“En la época de Händel no se distinguía entre sopranos o mezzos, es una categoría inventada a posteriori”, comentaba con su habitual naturalidad. Lo que importa es la musicalidad y el temperamento, y Bartoli tiene a raudales. No ha perdido un ápice de magnetismo escénico, enamora desde su primera intervención. Para el recuerdo quedará su aria “Ah, mío cor”, la más larga y emotiva, donde desplegó profundidad emocional y ese aura de luz...
¿Y Jaroussky? El mejor contratenor de la actualidad, con permiso de Franco Fagioli, se creció ante el reto de compartir escena con Bartoli. En la época de Händel fue el castrato Carestini quien debutó este rol, figura a la que Jaroussky dedicó un CD. Hoy en día lo cantan mezzos o contratenores, y aquí Jaroussky demostró su fama. Canto de emisión aúlica, sonido impoluto, coloraturas limpias y teatralidad propia de un cantante moderno. Conmovió en “Mi lusinga il dolce affetto” y su última aria, “Sta nell’ Ircana”, coreografiada y bailada casi como si de un musical barroco se tratara gracias a la imaginación del reggista Christof Loy. Es lo que tiene el barroco: el cruce de sexos, la vocalidad de un contratenor que suena más agudo que una mujer con voz de contralto, aquí la maravillosa armenia Varduhi Abrahamyan como Bradamente. En contraste, la pureza de la voz de la excelente soprano francesa Julie Fuchs como Morgana completó un póquer protagonista de sueño. Redondeó la fiesta musical Emmanuelle Häim al frente de su agrupación le Concert d’Astrée.
En España eso sólo se ve en versión de concierto. Para muestra, el Orfeo de Gluck que trae Jaroussky en julio, o la Cenerentola de Bartoli en octubre. Y no en el Liceu o el Real, sino en el Palau de la Música.