De happening con Lacan
El Macba recorre la trayectoria intelectual del pensador y agitador cultural argentino Oscar Masotta y resigue sus huellas en el arte
Cuando en 1956 el dictador Aramburu –que había derrocado a Perón unos meses antes– decretó la proscripción del peronismo, que prohibía incluso la simple mención de su nombre, Oscar Masotta (Buenos Aires, 1930-Barcelona, 1979) respondió repartiendo estampillas con el rostro de Eva Perón por los bares porteños frecuentados por intelectuales de izquierdas. “Fue un acto de provocación política, aunque algunos lo consideran su primer happening”, dice Ana Longoni, comisaria de la exposición que el Macba dedica al pensador y activista cultural argentino, en cuya extraordinaria trayectoria confluyen literatura y arte, psicoanálisis y política.
Oscar Masotta, que se autoproclamaba marxista, aunque sus intereses intelectuales causaban recelos en la ortodoxia de los partidos, y anti-antiperonista, entendía su labor intelectual como un modo de acción política. De ahí el título de la exposición, La teoría como acción, que no sólo revisa su poliédrica personalidad, sino también el impacto de su pensamiento en la vanguardia cultural argentina de los convulsos años cincuenta y sesenta, y su impronta en la Barcelona de los setenta, adonde llegó como exiliado en 1975 y donde falleció cuatro años después. Como antes había hecho en Argentina, él fue el introductor de Lacan en España y tuvo un entusiasta grupo de seguidores que se reunían en el estudio del pintor Guinovart: desde psicoanalistas a artistas como Pepe Espaliú o intelectuales como Alberto Cardín, Eugenio Trías o Federico Jiménez Losantos.
La exposición, que el pasado año estuvo en el MUAC de México y tras Barcelona viajará a Buenos Aires, muestra a un Masotta excéntrico (convivía con un pequeño caimán yacaré) y polemista (el rostro encendido del pintor Luis Felipe Noé da fe de hasta qué punto fueron aceradas sus discusiones); un lector agudo de Roberto Arlt que reivindicó el cómic como literatura dibujada (en 1966 organizó la Primera Bienal Mundial de la Historieta) y que como profesor se mantuvo siempre en los márgenes de instituciones como la UBA o el Instituto Di Tella.
Masotta, de quien su hija Cloe construye un retrato mediante entrevistas a psicoanalistas que lo conocieron, no se quedó en el terreno teórico sino que dio el salto a la práctica (para él era lo mismo) y produjo sus propios happenings, como El helicóptero, con el que exploró qué ocurre a nivel de comunicación cuando una parte del público ha vivido un acontecimiento y otra se lo ha perdido, o Para inducir al espíritu de la imagen, acción en la que somete a veinte personas a una situación insoportable mientras son observados por el público. Él definió su gesto como “un actor de sadismo social explícito”.
La huella de Masotta en el arte actual puede encontrarse por ejemplo en Segunda Vez, proyecto en cuyo marco Dora García revisita sus happenings, pero la exposición propicia también un extraordinario viaje espacial y temporal hasta la vanguardia artística argentina más radical de los años sesenta y setenta, de la que reúne un conjunto significativo de obras de artistas sobre los que escribió Massota, como Roberto Jacoby, Eduardo Costa, Raúl Escari, Marta Minujín o Alberto Greco. Masotta acompañó también al grupo Arte de los Medios, (integrado por los tres primeros) hoy considerado uno de los hitos de los inicios del conceptualismo en el mundo, que en 1966 creó un anti-happening: inventó un acontecimiento que no había existido y con la complicidad de numerosos intelectuales, entre ellos Antonio Gades, consiguió que circulara por los medios.
Masotta, que en 1975 se exilió en Barcelona, fue el introductor del pensamiento lacaniano en España