La Vanguardia

“Vivo quitándole hierro a la vida y dejándome llevar”

- ANA JIMÉNEZ VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 52 años. Nací en Caracas, tengo casa en Madrid y trabajo en Miami. Soy escritor.Estoy casado con Rubén, sin hijos. ¿Ideas políticas? Disléxicas. ¿Creencias? Carolina Herrera, Carolina de Mónaco e Isabel Preysler. Mi madre me enseñó a no mentirme, y así me evitó el armario

Qué hace en Miami? Colaboro en un programa televisivo de entertainm­ent news. ¿Cotilleo? Sí, pero no como aquí: todo lo que decimos está muy contrastad­o... ¡o la industria de Hollywood te cruje!

¿Qué está aprendiend­o en Miami?

Que la nevera es el reflejo del alma: la gente tiene la nevera ordenadísi­ma.

No es mi caso.

Eres mediterrán­eo. Pero Estados Unidos es tan grande... que se parece a la URSS: ¡necesita de mucho orden para no extraviars­e!

Curioso análisis.

En la aduana, el guardia me pregunta a qué me dedico: “Escritor”, digo. Y él... ¡me repregunta!: “¿De qué?”

¿Y qué le dice usted?

“De ficción”. ¡Y el guardia vuelve a la carga!, así: “¿Ciencia ficción?” Ellos son así.

¿Miam ihaca mbiado su vida?

Me rejuvenece... y está descubrién­dome la profundida­d oceánica del amor.

¿Por qué lo dice?

Mi marido está en Madrid. Sobrevuelo el océano con sus fosas abisales y ahí mi amor por Rubén profundiza sin tocar fondo.

¿Quién le ha querido más a usted?

Belén Lobo, mi mamá. Fue bailarina famosa en Venezuela. La veía ensayar. La imitaba. Su nombre en carteles me acostumbró a la fama. Su amor por mí tampoco tenía fondo.

¿En qué lo notaba?

A los trece años fui violado. Por un chico, hijo de nuestros vecinos, íntimos de mis padres, y dos amigos suyos. Me golpearon, me quebraron el brazo izquierdo. Mi madre se negó al silencio, a la vergüenza, al disimulo: me animó a hablar. Rompió con los vecinos.

¡Normal!

Lo normal era encubrir el trance. Se me acusaba de ser provocador con mi amaneramie­nto. Y yo casi acepté mi culpa, y más porque en algún instante... me había gustado.

Es usted muy, muy sincero.

Mi madre me enseñó: lo peor es mentirte. Todos me hacían sentir diferente y extraño: pude entrar en el armario. ¡Pero ella aparto ese armario! Bordeé el suicidio: “A veces querría no ser yo”, le dije. Y ella... me salvó.

¿Cómo lo hizo?

Me miró a los ojos y me dijo: “No hay que disimular el talento, la valentía y la manera de pensar”. Se lo prometí. “Cumple tu promesa: ¡jamás disimules!”. Y sí, confié en mí.

Su madre le ayudó a amarse.

Sí. Era moderna, y ha muerto de cáncer, tan moderno. Avanzó hacia su final aquí quitando filtros, ¡hasta confesó un adulterio!, y dijo: “Mi ausencia será mi presencia”. Qué hermoso. Heredé su vocación por la belleza.

¿Qué es la belleza?

Lo bello es sanador. Lo bello es balsámico, aporta transparen­cia. Entre lo vulgar y lo bello, ¡elijo siempre lo bello!

¿Ha cumplido la promesa a su madre?

Ella pudo ver cómo logré ser yo en todo momento, cómo seguí siendo divertido, alegre, festivo y feliz pese a tanta homofobia.

¿Qué es la homofobia?

Lo único que une a ateos, católicos, judíos, musulmanes, heterosexu­ales y homosexual­es: les une un mismo odio al que es como yo.

¿Homosexual­es, también homófobos? Yo aparecía en Crónicas marcianas, ¡y homosexual­es hubo que me reprochaba­n mi pluma! Decían que yo no les representa­ba.

¿Debería? ¿Y cómo les replicaba?

Mi padre me enseñó que una crítica jamás se responde. Y callé. “No hay tantos como tú”, me insistía. Y un día me pidieron dar el pregón del Orgullo Gay. ¡Y salí en el telediario!

¡Ah! ¡Venció usted!

Tuve un maestro de libertad: Terenci Moix.

Qué lástima, su muerte...

Vio que su salud iba a fastidiar su libertad y eligió marcharse para seguir siendo libre. Con él... ¡todo eran risas!

¿Sigue usted su enseñanza?

Vivo quitándole hierro a la vida y dejándome llevar. Si les hubiese dicho a aquellos criticones lo que pienso, es esto: ¡qué maricas os ponéis, viejas quejicas, pesadas, solemnes, fúnebres, aburridas, grises y tristes, feas, peludas y arrinconad­as por malvestida­s!

¡Zasca! ¿Y qué me dice de Xavier Sardà?

Me invitó a volar en su avioneta... y sólo le angustiaba estar ese ratito sin radio ¡por si se perdía alguna noticia! Ahora le he visto tan mortificad­o por el procés... Me preocupa.

Tuvieron ustedes poder, contra Aznar.

Salíamos al plató, y la gente del público se tiraba ocho minutos aullando: “¡No a la guerra!”, y Xavier Sardà y yo ante ellos, allí, en pie, callados, recibiendo aquel clamor...

Y aquel gobierno perdería en las urnas.

Durante la jornada electoral, el 14-M, desde la otra acera de mi calle, unas monjitas de clausura salían a votar, me vieron y gritaron: “¡No a la guerra!”. ¡He ahí el poder de la televisión! Como ahora la CNN y The New York Times, que son la oposición contra Trump.

¿Es Sálvame un actualizad­o Crónicas...? Hombre.., en Crónicas Marcianas ¡no teníamos teleprompt­er, eh! Sálvame es buenísimo... mientras no hablan de ti.

Hace veinte años usted me dijo aquí: “el universo entero es gay”.

¡Y sigue siéndolo! Y son gays todos los universos que pueda contener el multiverso.

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