El corazón encogido
MIQUEL Iceta utilizó el término “el corazón encogido” para definir el momento que vive Catalunya, durante su intervención de ayer en el Parlament. La expresión funciona igual en catalán y en castellano, y seguramente entre los independentistas y entre los que no lo son. Dicen los poetas –y algunos cardiólogos– que el corazón se relaja con la confianza y se encoge con la duda, y en Catalunya llevamos demasiado tiempo sin tenerlo distendido. La que debía ser una segunda vuelta de la sesión de investidura de Jordi Turull se convirtió en un pleno extraordinario por sugerencia del presidente de la Cámara, Roger Torrent, lo que sólo incomodó al PP, cuyos cuatro diputados abandonaron el hemiciclo por considerar que se estaba violentando el reglamento. Pero el resto coincidieron en que era una buena ocasión para verbalizar los criterios de los partidos, tras el procesamiento por rebelión de trece diputados por el juez Pablo Llarena y el encarcelamiento de cinco de ellos, incluido el presidenciable Turull.
Fue una sesión excepcional, con los familiares de los parlamentarios encarcelados en la tribuna de invitados, entre los que también había caras conocidas que han protagonizada la política catalana en los últimos años. Hubo momentos de tensión, pero el denominador de la mañana fue ese corazón encogido del que habló Iceta. En cualquier caso, en el terreno de las propuestas políticas, se dejó entrever la posibilidad de buscar un acuerdo lo más amplio posible para poder recuperar el autogobierno y las instituciones, más allá de las formulaciones de la CUP. E incluso del maximalismo que emana de Waterloo. Los Comunes enviaron un mensaje en este sentido, e incluso el PSC, aunque es evidente que no lo tendrá fácil por el clima político borrascoso que se vive en Madrid. La sensación es que se puede salir de la política de bloques y conseguir algún tipo de alianza. No será fácil, pero algo se mueve incluso con el corazón en un puño.