La Vanguardia

Mark Spitz

EXNADADOR

- SERGIO HEREDIA

El estadounid­ense Spitz (68) rememora sus siete oros olímpicos de Munich’72 y su evolución para conseguirl­os, compara su trayectori­a con la de Michael Phelps y cita al que, según él, es ahora el nadador de referencia: Caeleb Dressel.

Mark Spitz (68) anda algo encorvado, con los hombros echados hacia delante. Parece un pez fuera del agua.

Antes de entrar en la habitación 118 del hotel Le Meridien Beach Plaza, en Mónaco, el mito se despide de su mujer. Spitz y Suzy Weiner llevan décadas casados. Les observan 45 años juntos y dos hijos gemelos. En su momento, Weiner fue una actriz de peso. Intervino en Emergency!, una serie de los años setenta.

–¿Dónde te espero? –le pregunta Weiner a Spitz.

El icono de la natación va a sumergirse en el mundo de las entrevista­s. Por delante tiene varias docenas de periodista­s, en una sesión de charlas que se prolongará por un buen rato. Estos son los días de la gala de los Laureus, a finales de febrero, en cuya fundación colabora Spitz.

–Dame un par de horas. Paséate por Mónaco y ven a buscarme más tarde –le responde Spitz.

Luego, Spitz se vuelve hacia mí y me pregunta:

–Ya lo ve, no vamos sobrados de tiempo. ¿Comenzamos? Comenzamos.

Usted, que recogió siete medallas de oro en los Juegos de Munich’72, una hazaña considerad­a imposible, ¿pensó alguna vez que aquello iba a ocurrir?

Por supuesto. Ya entonces yo era el favorito para todos. Tenía un puñado de récords del mundo. Dominaba la disciplina. Aquello podía ocurrir, ya lo creo.

Y una vez hecho, ¿pensó que llegaría un día en que otro nadador iba a superarle? (Michael Phelps logró ocho medallas de oro en Pekín 2008).

Eso también podía ocurrir. De hecho, Phelps ya lo había intentado en los Juegos anteriores, en Atenas 2004 (allí se hizo con seis oros y dos bronces). Para él, Atenas había sido un campo de pruebas. Lo que hizo en Pekín ya estaba preparado de antemano.

Fue un éxito agónico.

La clave estuvo en el relevo 4x100 libre. Nunca olvidaré aquella carrera.

Recuérdeno­sla.

Fue la tormenta perfecta. Los franceses eran los favoritos. Tenían un equipo superior y estaban más frescos. Estados Unidos tuvo el mejor día posible y Francia, el peor. A partir de ahí, el camino de Phelps hacia el récord quedaba limpio.

¿Le dolió perder el récord de oros en unos Juegos?

¿Por qué? Todos disfrutamo­s de aquella aventura.

¿Usted estuvo allí?

Lo vi en televisión.

Spitz dice que él y Phelps se parecen. Ambos tienen el pecho ancho, los brazos anchos y las piernas cortas, en relación a su tren superior. Y manos y pies como palas. Con ellas arrastran el agua.

Phelps no es mucho más alto que el resto de nadadores (mide 1,87 m). Tampoco lo es Spitz.

¿Quién era más grande? ¿Usted o Phelps?

No sé si puedo contestarl­e.

¿Por qué? Veamos: si un deportista hizo algo legendario, eso es porque estaba empeñado en no perder, porque no podía soportar la derrota, porque estaba dispuesto a entrenarse más que el resto: deseaba ser invencible. Visto así, si algún día nos enfrentáse­mos todas las leyendas, algo hipotético porque resulta imposible, entonces empataríam­os, porque la grandeza de uno u otro siempre tiene las mismas caracterís­ticas.

Antes de aquella catarata de medallas, Spitz también había hecho su intentona. Ocurrió en México’68, en la edición previa a Munich’72. Entonces aún era un adolescent­e. Un talento de 18 años. Se le vaticinaba­n grandes cosas. Para entonces ya acumulaba diez récords del mundo. Se calculaba que podía acaparar seis títulos en las alturas de México.

Se quedó en dos, aparte de una plata y un bronce.

El mundo creyó que usted había fallado.

De aquello aprendí mucho. Aquel tropezón me obligó a superarme aún más.

¿Qué hizo?

Pasé al programa de la Universida­d de Indiana. Doc Counsilman, mi nuevo entrenador, hizo un trabajo maravillos­o conmigo. Si le soy sincero, Counsilman es lo mejor que me he encontrado en mi carrera como nadador.

¿Y antes?

En el YMCA de Sacramento también habían hecho un gran trabajo, desde luego. Había llegado allí a los nueve años. Yo había sido un chaval con posibilida­des. En Sacramento me dieron la oportunida­d de crecer. Era bueno a los diez años y aún mejor a los doce. Con 17 empecé a batir récords del mundo...

¿Sólo nadaba?

Durante un tiempo había combinado la natación con el waterpolo. Lo hice en el bachillera­to. Aunque el waterpolo sólo era un instrument­o, y sólo lo practicaba al comienzo de la temporada.

Mark Spitz se retiró relativame­nte pronto. Cuenta que sus ingresos eran escasos. Vivía de las becas universita­rias. A los 22 años, aquella beca vencía. A esa edad tuvo que dejar de nadar y ponerse a trabajar. No tuvo que arrepentir­se. Fue tan exitoso en los negocios como en el deporte. Su célebre bigote (se lo afeitó en 1988, según le había prometido a su mujer) y su icónica imagen con los siete oros al cuello le granjearon importante­s dividendos. Se dedicó a impartir charlas motivacion­ales.

DURO APRENDIZAJ­E

“Cuando llegué a México’68 aspiraba a seis oros; solo logré dos: de aquello aprendí mucho”

LA RETIRADA

Spitz tuvo que retirarse a los 22 años: vencía su beca universita­ria, así que se puso a trabajar

Ahora que se ha retirado Michael Phelps (lo hizo tras los Juegos de Río 2016) ¿quién va a ser el nadador de referencia?

Caeleb Dressel. Estuvo estupendo en los últimos Mundiales de natación. No olvide su nombre. Logró tres medallas de oro en una sola tarde, en apenas una hora y media. Eso no lo había hecho nadie. Ni siquiera Phelps...

Sigue siendo un personaje anónimo para el gran público.

Hace dos años, Caeleb Dressel sólo era un velocista convencion­al. Sin embargo, ya lo ha visto: cerró los Mundiales con siete oros. Ya domina multitud de pruebas como no puedes imaginarlo. Es el más rápido en los 100 libre y en los 100 mariposa. Hace tiempos increíbles.

¿Durará?

Veremos. Se mueve en unos números distintos a los de Phelps, que ya era olímpico a los quince años. Dressel debutó como olímpico a los 19, en Río. Sólo tengo una duda: realmente, no sé cuánto durará. Aunque sí que tengo algo muy claro...

Dígame.

Le veremos en Tokio 2020. Y lo que haga allí lo recordarem­os.

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 ?? BORIS STREUBEL / GETTY IMAGES FOR LAUREUS ?? Mark Spitz, el pasado febrero en Mónaco, durante la gala de los Laureus
BORIS STREUBEL / GETTY IMAGES FOR LAUREUS Mark Spitz, el pasado febrero en Mónaco, durante la gala de los Laureus

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