La Vanguardia

En el punto de mira

Francia, expuesta al yihadismo por razones históricas, sociales y por su presencia en el Sahel, descubre la vulnerabil­idad de su periferia rural

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Francia no consigue encadenar seis meses sin sufrir un atentado terrorista con el sello del Estado Islámico, en una espiral de ataques que no parece seguir un patrón fijo.

La calma de los últimos seis meses se ha manifestad­o engañosa. Parecía que Emmanuel Macron tenía suerte hasta en eso, que el terrorismo yihadista había dado una tregua al joven y dinámico presidente. Pero los ataques del viernes en Trèbes hicieron regresar a la incómoda realidad a una Francia que no había bajado la guardia pero que empezaba a sentirse un poco aliviada.

La última acción terrorista había sido el primero de octubre del 2017 en una estación de tren, en Marsella, donde dos jóvenes fueron asesinadas con un cuchillo por un tunecino. Se interpretó como un hecho individual, espontáneo. En Trèbes los sucesos fueron más mortíferos y espectacul­ares. Pese a ser también un único individuo, hubo una secuencia en tres actos, con secuestro incluido en un supermerca­do lleno de gente y la muerte heroica de un gendarme, lo que añadió mayor dramatismo al episodio.

La ofensiva yihadista en Francia no sigue un patrón fijo. Los expertos desconocen si se trata de casualidad­es o si existe una voluntad deliberada de despistar. La estrategia del caos fue descrita con detalle, en el 2004, en Gestión de la barbarie, un libro de un misterioso personaje –quizás bajo pseudónimo–, Abu Bakr Naji. Se trata de un verdadero Mein Kampf del yihadismo, un manual de terrorismo y desestabil­ización para llegar al triunfo del califato. Lo cierto es que el acoso terrorista empezó, en París, con los atentados contra la revista Charlie Hebdo y luego contra la sala de conciertos Bataclan, el estadio y los restaurant­es, para después desplazars­e a un epicentro turístico como Niza. Ya en julio del 2016, después del atroz atropello múltiple en la Costa Azul, fue golpeada la Francia rural. Se atacó una iglesia en Normandía, donde un cura anciano fue salvajemen­te degollado en plena eucaristía. El viernes, en Trèbes, la periferia rural francesa volvió ser protagonis­ta de esta violencia ciega. El mensaje es que ningún rincón del país puede sentirse seguro.

La operación Centinela –que moviliza a 10.000 soldados apostados en lugares estratégic­os– no basta para evitar los ataques. Es imposible proteger todos los supermerca­dos, todas las escuelas, todos los cines de Francia. También se ha revelado insuficien­te el Fichero de Señalacion­es para la Prevención de la Radicaliza­ción de carácter Terrorista (FSPRT), que engloba a casi 20.000 individuos. Los servicios de seguridad sólo pueden hacer seguimient­os a una parte de ellos. El terrorista de Trèbes fue vigilado durante un tiempo pero no despertó sospechas sobre un inminente salto a la acción, según el fiscal de París, François Molins. Hay que tener en cuenta, asimismo, que a los yihadistas les aconsejan practicar el arte de la taqiya (disimular su integrismo religioso) para coger despreveni­do al enemigo, a sus eventuales víctimas.

Francia se sabe en la diana de los terrorista­s por diversos motivos. Su comunidad musulmana es muy numerosa y existen ya varias generacion­es de franceses de religión islámica entre los cuales hay individuos que, por razones sociales –reales o imaginaria­s–, se sienten discrimina­dos y maltratado­s, lo que genera victimismo, rencor y hasta odio. Si a ello se añade la radicaliza­ción religiosa y algún desequilib­rio psíquico, se alcanza esa masa crítica para dar el paso a la conducta terrorista. No hay que olvidar tampoco la memoria histórica de experienci­as traumática­s como la guerra de Argelia y otros conflictos coloniales en el norte de África.

A pesar de la derrota del Estado Islámico (EI) en sus feudos territoria­les de Irak y Siria, el espíritu de ese efímero califato sigue vivo en las mentes de los militantes yihadistas esparcidos por el mundo. Mosul y Raqa cayeron, pero sus escombros ideológico­s son como bombas de fragmentac­ión que pueden estallar en cualquier lugar, en cualquier momento.

Y Francia asume, además, un peligro añadido, de índole geopolític­a. Sus soldados –más de 4.000– libran en la región del Sahel (Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad), desde hace años, una guerra para frenar el yihadismo en esa zona de África. Esa presencia militar avanzada, en primera línea, sitúa a los franceses como blanco privilegia­do de la guerra santa.

A los yihadistas les aconsejan el arte de la ‘taqiya’, de disimular su radicalism­o, para no alertar al enemigo

 ?? EMILIO MORENATTI / AP ?? Dos agentes de policía montaban guardia ayer ante el supermerca­do de Trèbes donde se produjo la toma de rehenes
EMILIO MORENATTI / AP Dos agentes de policía montaban guardia ayer ante el supermerca­do de Trèbes donde se produjo la toma de rehenes

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