“Libros, no armas”, grita el voto del futuro
Nueva York vive una marcha multitudinaria a favor de la regulación para limitar el acceso a los rifles e incluso cambiar la Constitución
Hay una América que no sale a la calle. La América armada: es esa que representa el presidente Donald Trump, que pasa el fin de semana en su refugio de lujo de Mar-a-lago.
La otra América, lideraba por los jóvenes, es la que sale a las calles este sábado, de costa a costa.
Entre los miles y miles que protestan en Nueva York contra el imperio de las armas –una marcha que arranca al suroeste de Central Park, junto a uno de los rascacielos con el nombre del presidente–, se halla Madeleine Clough, de 14 años. Viene de Connecticut. Por edad es de la generación de Sandy Hook, la escuela de primaria de Newtown en la que en diciembre del 2012 murieron tiroteados 20 alumnos y seis educadores.
“Vivo muy cerca de Newtown”, afirma Madeleine, que luce una pancarta política: “Leyes del siglo 18 no pueden regular el siglo 21. No a las armas”. Su mensaje dispara a la yugular de la sacrosanta Segunda Enmienda de la Constitución para los conservadores.
“Esa enmienda –explica– es la herencia de una época en que la gente se debía armar porque el gobierno no les podía proteger. Esa es la excusa para que hoy se compren rifles. Pero no necesitamos AR-15, es algo ridículo”. Pese a su juventud, Madeleine sostiecontra ne que esta vez las consecuencias de la masacre de Parkland –la matanza del pasado 14 de febrero en la Douglas High School– no será un brindis al sol como sucedió con Sandy Hook. “Entonces fueron los padres los que votaban y votaron mal. Ahora esto afecta a los jóvenes, que van a ir votar el lobby de las armas y sus políticos”, subraya.
Desde primera hora se ve que este no es un sábado normal en el Upper West Side de Manhattan. Además de los corredores, de los que van a pasear el perro o de los judíos mudados para el sabbat, se constata un despliegue inusual de policías de tráfico y riadas de familias, de abuelos a nietos. Tampoco es raro en el sentido de que este es un barrio muy familiar. Sucede, sin embargo, que no van a un restaurante ni a un servicio religioso. Acuden a una manifestación. Es lo que lo hace especial, el sentido de esa unidad intergeneracional en defensa de la vida y en contra de las armas.
Predominan los carteles y las chapas en que se señala al enemigo: Fuck NRA. Envían “a la mierda” a la Asociación del Rifle , a la que se apunta como el mal que corrompe a los políticos.
“Abuelos contra las armas”, indica otro cartel. Al lado, en una abarrotada Central Park West Avenue, otra pancarta reza así: “Queremos una educación sin miedo a la aniquilación”. Su portadora es Margaret Cabongbong, de raíces filipinas, de 17 años y estudiante del penúltimo curso. “¡Claro que sientes miedo cuando ves en las noticias lo de Parkland y otras escuelas!”.
No considera otra solución que la de legislar contra la venta de esas armas. “Esto no se puede cambiar dando armas a los profesores, ni a los padres, ni a quien sea. Es una mala idea”, remarca.
“Es una estupidez”, tercia Jorge Morales, de 17, residente y estudiante en Harlem. “Armar a los profesores sólo significa que haya más disparos, el único beneficiado es la NRA”, añade. Él recoge firmas para que la edad de votar baje a los 16 años. Según su visión, estas nuevas generaciones no entienden que la Constitución, y su Segunda Enmienda, sean intocables. “Hemos de ser inteligentes como los padres fundadores, la sociedad es diferente”, indica.
“Libros, no armas”, reclama el cartel que porta Isabel C., de 13 años, alumna de séptimo en una escuela privada en el Este de Manhattan. “He venido para ayudar con mi voz a que los legisladores actúen y que nunca más vaya al colegio con miedo”, asegura.
“Han de saber los políticos que no vamos a parar, pase el tiempo que pase. Este es un problema para todos, republicanos y demócratas”, insiste Isabel, que se atreve a hablar en español. “Me lo enseñó mi nanny”, confiesa.
Son la voz y el voto del futuro.
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