Muere el héroe de Francia
El gendarme que se cambió por una rehén conmociona un pueblo donde nunca pasa nada
Una mujer reza delante de las flores depositadas en la comandancia de la Gendarmería de Carcasona por el teniente coronel Arnaud Beltrame, muerto a los 45 años en la madrugada de ayer tras haberse entregado al terrorista del supermercado de Trèbes a cambio de una mujer rehén.
“Ya no hay héroes, y él lo era, nadie hace algo así”. Los cuatro gendarmes que reciben los saludos de la gente que acude a dejar ramos dicen lo mismo, nadie hace algo así. Afirman que no le conocían, pero quizá no quieren hablar. Es el héroe de Francia, y su talla humana supera cualquier comentario.
Uno de los agentes explica que “casi toda la gente salió por la puerta de atrás” y Beltrame entró cuando “quedaba una sola persona y se intercambió con ella”. Poco antes, fueron minutos de caos, con el terrorista amenazando y disparando a lo loco, momentos que aprovechó un empleado del súper, un exmilitar, para evacuar a la gente por el aparcamiento trasero. Había unas 50 personas entre empleados y clientes. El Super U es pequeño. Otros, una docena de personas, se metieron en la cámara frigorífica, tal como hicieron en París, en enero del 2015, los clientes de un supermercado judío a indicación de su empleado musulmán, Lassana Bathiely, cuando el local fue asaltado por Amedy Coulibaly tras el atentado contra la revista Charlie Hebdo. Coulibaly mató a cuatro personas aquel día.
En agosto del 2017, Beltrame se incorporó a la comandancia del departamento de Aude y el 13 de diciembre pasado convocaba a sus agentes a un ejercicio en Carcasona: “Una matanza ha tenido lugar en un supermercado (...) Queremos acercarnos al máximo a la situación real”.
El viernes, el gendarme fue aún más allá. En un momento determinado, con un despliegue policial formidable, calles cortadas y dos helicópteros sobrevolando la zona, dijo: “Voy a entrar”.
Hay que tener muy claras las propias convicciones para hacer eso. Beltrame, casado, sin hijos, que sirvió en la Guardia Republicana en el palacio presidencial del Elíseo y antes en Irak como paracaidista, era un soldado de pies a cabeza y sin duda sabía que los yihadistas tienen como blanco principal a los uniformados. No se sabe hasta qué punto Redouane Lakdim, que le disparó dos veces, en el cuello y en el pecho –precipitando así la irrupción de las fuerzas especiales, que abatieron al terrorista–, se consideraba a sí mismo un “soldado” del Estado Islámico como pretendía.
En la lluviosa mañana de ayer en Trèbes sólo había vida en las panaderías y dos o tres comercios más frente al Ayuntamiento, del cual salía llorosa una joven musulmana. “¡No es la religión, no es la religión! ¡Era un delincuente”. Aisha vive casi al lado del Super U y suele hacer allí la compra. Acudió al Ayuntamiento porque cree que “ahora a los musulmanes nos miran mal”. ¿Seguro? No había pasado ni un día, y desde el viernes a mediodía todo Trèbes estaba encerrado en casa. “No lo sé, no lo sé, pero hasta ahora la vida era normal, aquí nos conocemos casi todos”. En Trèbes –5.600 habitantes, muchos de los cuales trabajan en Carcasona, a menos de diez kilómetros– hay de todo, magrebíes, españoles, portugueses, hasta chechenos...
Una pastelería argelina en lo que antes fue la plaza del mercado está cerrada, como casi todo. En una calle adyacente, de un balcón hay colgada una bandera francesa con un crespón negro, de hecho una corbata. El alcalde, Eric Menassi, de 51 años, no lleva corbata, abraza a una mujer que llora y parece desbordado. “Hemos vivido el horror, pero la comunidad debe permanecer unida”. “Tenemos mucha gente en atención psicológica”, dice, sobre todo los empleados del Super U, cuya gerente es precisamente su esposa. “No sabemos cuándo se reabrirá porque estamos en plena investigación antiterrorista”. Ayer se supo que el asaltante portaba tres explosivos artesanales, además de una pistola y un cuchillo de caza. Mató al carnicero, Christian Medvès, de 50 años, y a un cliente, Hervé Sosna, de 65.
“Seguramente eligió el Super U porque está a pie de carretera y era más fácil que los otros dos del pueblo”, decía una mujer contrariada porque no se abriera la iglesia. “Desde ayer estamos como conejos asustados, sin salir… Pero, ¿qué tenemos que hacer, evitar las multitudes, quizá? Reflexionar todos, seguramente”.
“Imagínese, el impacto en un lugar tan pequeño es enorme, pero incluso en Carcasona; se tiende a pensar que esto sólo pasa en ciudades grandes”. Yves Grilhot es mediador y asesor legal de France Victimes 11, una asociación que ofrece gratuitamente asistencia jurídica y psicológica a víctimas de atentados y sus familias “en toda Francia”.
En Carcasona depositan flores ante un cuartel de la Gendarmería pero no ante el otro, del que salieron los cuatro agentes contra los que disparó Redouane Lakdim, atravesando a uno de ellos un pulmón. Le quedaba muy cerca de su casa y del lugar donde robó un coche, hiriendo de gravedad al conductor y matando a su acompañante. Desde allí, la ruta más lógica le llevaba a Trèbes.
A un par de manzanas de la carretera, el barrio de Ozanam tiene tres bloques de viviendas modestas pero no tiene aspecto de zona marginal. En el patio exterior de unos bajos, la casa familiar de Lakdim, había ayer mucha ropa tendida, mojándose desde el día anterior. Ni un alma, ni policía, sólo un equipo de televisión que fue pronto expulsado de la calle a empujones, junto con La Vanguardia, por un par de jóvenes que aparecieron en un coche a toda velocidad.
“Voy a entrar”, dijo Beltrame, de 45 años, que había servido en el Elíseo y como paracaidista en Irak