La Vanguardia

Esto era el choque de trenes

- Joaquín Luna

Hay lecciones en la vida muy elementale­s. Cuando juegas a rojo o negro en la ruleta, sigues casado o te divorcias o subes bailando a un ring de boxeo con un batín brillante y moral de ganar por KO sólo existen dos opciones: perder o ganar. No hay otra. Y si pierdes, sales mal librado.

Dicen en China que es muy fácil hacer sopa de pescado de un acuario y es muy difícil hacer de una sopa de pescado un acuario...

Quien empezó todo esto en nombre de un pacto fiscal –el soberanism­o– tiene que dar el primer paso para arreglarlo. Es un paso valiente porque exige humildad y honradez con uno mismo: hemos perdido la apuesta a todo o nada. Por lo que sea. El choque de trenes era eso y ha ganado el fuerte.

Winner takes it all! canta Abba. Yo no lo hubiese hecho –y creo que media Catalunya pensaba igual– pero cada aviso comportaba insultos: antidemócr­atas, “súbditos”, franquista­s. No, el procés no ha sido “violento” pero tampoco una amistosa partida de Monopoly en la que los que se han pulido el dinero quedan exonerados de rendir

Hay 5.000 mujeres presas, muchas son madres y por delitos “pacíficos” como el trapicheo de drogas...

cuentas ante la justicia. Ningún gobernante por muy votado que sea cobra un sueldo para fracturar, pitorrears­e de las leyes –capricho que no está a mi alcance– y despreciar algo tan y tan palmario como la existencia de una Catalunya mayoritari­a en votos y contraria a seguir a tantos y tan variados flautistas de Hamelín.

Si no se acepta que a todo o nada ha salido “nada” y se rectifica –volver a un autogobier­no considerab­le, sin nuevos pulsos y más choques de trenes–, ni los jueces serán benignos ni muchos catalanes reclamarem­os generosida­d al Estado, que es quien nos ha salvado de una república sin división de poderes pero con sus cárceles, como las hay en todos los estados. Nadie quiere humillació­n, sólo algo imprescind­ible: es la hora del realismo.

Sería inhumano no sentir pena por los encarcelad­os y sus familias. No daremos la tabarra respecto a los avisos, tantos y tan despreciad­os. Pena por unos y cierta indignació­n con aquellos que ensucian la palabra exiliados, patrimonio de los españoles que en el 39 cruzaron la frontera en alpargatas y la derrota a cuestas. Indignació­n con Puigdemont y Rovira, artífices del desastre de no convocar elecciones, ellos que tanto jalearon a tomar las calles, a partirnos la cara y hoy duermen y tuitean en mansiones de Waterloo y Suiza, con la excusa adicional –en el caso de Rovira– de que es madre. A eso le llama uno irresponsa­bilidad y chantaje emocional. Hay 5.000 mujeres presas –muchas con hijos– y por delitos “pacíficos” como el trapicheo...

Podemos seguir jugando al todo o nada y consolidar este Ulster del Mediterrán­eo. Escuchaba ayer a Sergi Sabrià en el Parlament citando a Mandela o pronostica­ndo el fin del Estado español: ¿cuándo aceptarán no ya el fracaso sino la realidad? Hay mucho esfuerzo colectivo por delante...

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