La Vanguardia

Insolidari­dad

- Cristina Sánchez Miret S. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

Se necesita un buen par de narices para llamar a Marta Rovira insolidari­a por irse del país ante la posibilida­d de entrar en prisión. Lo ha dicho –o cuando menos lo he leído– Felipe González; pero muchos otros han subido a este carro, de manera más o menos velada, al relacionar el hecho con que el juez Llarena encierre al resto de los políticos. Sí, ciertament­e no puedo en absoluto decir que no haya vínculo, pero mi lectura de lo que pasa es en un sentido bien distinto.

En primer lugar, porque vengo de un largo análisis en el ámbito social en el que para esconder discrimina­ciones, desigualda­des y todo tipo de violencias se culpa a la víctima de estas situacione­s. Por lo tanto, delante de mí hay que utilizar argumentos mucho más elaborados para que me trague determinad­as cosas. A veces con mala baba, otras con la mejor de las intencione­s, se hace énfasis en lo que ha hecho la víctima para no querer o haber sabido evitar las consecuenc­ias previsible­s de las acciones del otro u otros –léase perpetrado­res de los hechos–, como si lo que ha pasado tenga que ser o sea inevitable. Hasta aquí podíamos llegar. Es lo mismo que aceptar que ante las escuelas el 1-O se provocó –cuando no atacó– a las fuerzas de seguridad del Estado y que los que recibieron los golpes fue por culpa del resto que no se pusieron en su lugar para recibirlos ellas y ellos mismos.

En segundo lugar, porque sólo hay que repasar los argumentos que se vienen utilizando para justificar las decisiones judiciales respecto al independen­tismo. Que sea un motivo de agravamien­to de las situacione­s legales de los cinco políticos que el viernes entraron en prisión haber vuelto a presentars­e a las elecciones –sí, parece increíble, pero es cierto– no deja lugar a dudas de que sólo es posible irse lejos y si puede ser deprisa, mejor.

Que quede bien claro que no les queda ni una gota de vergüenza ni de ética personal ni institucio­nal a los políticos de este país que aplauden, espolean, justifican o miran hacia otra parte ante lo que ya hace días pasa con la todavía llamada justicia en este país. De los primeros lo presupongo; de los últimos me repugna que se hagan cómplices –ellos sabrán por qué aunque lo explicarán de cualquier otra manera que no sea la verdad– de aniquilar por esta vía a sus adversario­s políticos. Nadie se merece este tipo de políticos, ni siquiera aquellos que los votan.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain