La Vanguardia

Un caballo de Troya en casa

- Glòria Serra

Si les hablo de The Messina Group y de su jefe, Jim Messina, quizá no les suene de nada. Hasta hace poco, a mí tampoco. Pero les he recordado a raíz del escándalo por el uso de millones de datos personales en Facebook que acabaron en una consultora especializ­ada en influir en la opinión pública. La forma como Cambridge Analytica utilizó de forma ilegal estos millones de datos para influir en los votantes norteameri­canos en las presidenci­ales sería una de las explicacio­nes del inesperado y sorprenden­te triunfo de Donald Trump. Parece de ciencia ficción y, encima, nos pilla lejos. Pero sólo lo parece.

Volvamos a The Messina Group. Jim Messina se hizo famoso en la exitosa campaña electoral de Barack Obama, con quien se fundió en un cálido abrazo la noche que se convirtió inesperada­mente en presidente. Entonces sólo sabíamos que el control de las redes sociales por parte del candidato demócrata había sido revolucion­ario e inédito en la política mundial. Pero en realidad no se habían controlado las redes. Era una manipulaci­ón más profunda basada en lo que se llama big data, es decir, los miles y

Todo queda en sus manos: saber si quiere continuar vendiendo su libertad y la intimidad por un ‘me gusta’ de más o de menos

miles de datos que les regalamos. Desde los mensajes que retuiteamo­s a los que añadimos un me gusta, pasando por las fotografía­s que colgamos, las recetas de cocina que compartimo­s o los mensajes de solidarida­d y denuncia que publicamos.

Me acerco más a casa. En el 2016 unos cuantos miembros de The Messina Group desembarca­ron en la sede del PP en Madrid. Su misión casi imposible: conseguir tumbar unas encuestas que adelantaba­n un desastre, 117 o 115 escaños como máximo ante la emergente Ciudadanos. Pocas semanas después, tras las elecciones, aún podemos leer en Twitter su alegría: 137 escaños para el PP, dos más de lo que los mismos analistas habían predicho. Ninguna encuesta lo vio venir. Se rompe, también en España, el juego clásico de las campañas electorale­s, como ya consiguier­on con otros dos fenómenos europeos sorprenden­tes e inesperado­s: Macron en Francia y Di Maio en Italia.

¿Cómo lo hacen? Pues llegando hasta usted a través del móvil que lleva en el bolsillo. Ellos pueden saber (de forma poco legal, como el caso Cambridge Analytica ha demostrado) qué piensa, qué mensajes le entran mejor y cómo vestirlos. Compran espacios en Facebook, más amplia soci económica mente queTwit ter, utilizan miles de cuentas falsas manipulada­s por pequeños robots, los bots. Es como una fórmula mágica que nos entra en casa y consigue que no nos demos cuenta de que un intruso tiene el mando a distancia de la tele en la mano y hace lo que le da la gana.

¿Se sienten intimidado­s, manipulado­s? El caso de The Messina Group es el más sofisticad­o, pero no el único. También en Catalunya, en el conflicto independen­tista, se han utilizado estas técnicas de manipulaci­ón. ¿Cómo evitarlas? Aunque vean estos días a Mark Zuckerberg, máximo dirigente de Facebook, con cara compungida, hablando de errores y propósito de enmienda, no le hagan caso. Es la enésima vez que le pillan: le sale a cuenta pagar la multa aparte de su ayuda a los servicios secretos. Todo queda en sus manos: saber si quiere continuar vendiendo su libertad y la intimidad por un me gusta de más o de menos.

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