La Vanguardia

Semáforos contra peatones

Sobre cómo obligan a correr, separan los barrios y hacen fruncir los ceños a la hora de recoger a los críos del colegio

- LUIS BENVENUTY

Uno de los semáforos más desagradab­les de Barcelona se encuentra en la avenida Diagonal, a la altura de la calle Numància. Su falta de empatía obliga al peatón a dar 47 pasos en apenas 30 segundos. Cuarenta y siete pasos propios de una persona ágil, resuelta y muy bien plantada. Sólo entonces dispones del tiempo justo para llegar al otro lado. Se trata de un ejemplo tan extremo como ilustrativ­o. La gente mayor, la que empuja cochecitos, aquella cuyos pasos son más lentos, siempre se encuentra con el hombrecito verde parpadeand­o antes de llegar al otro lado. Y si te ves atrapado en la plataforma central, obligado a hacer un alto en el camino, has de fijarte bien en dónde pones los pies, en no meterlos en los raíles del tranvía, en ponerte a un lado.

Estamos en una de las salidas a pie más naturales y transitada­s de las Tres Torres, en una de las principale­s conexiones de este barrio con el resto de la ciudad. El ninguneo al peatón no se traduce únicamente en carreras, bocinazos y suspiros. “Ay, hijo, si yo te contara...”. Así un semáforo se convierte en una frontera, en una barrera entre barrios. Los vecinos de las Tres Torres también se quejan de que el semáforo ubicado entre la ronda del General Mitre y la Via Augusta contribuye a al aislamient­o de su barrio. Aquí la prioridad también es para los conductore­s, para los que vienen del túnel de Vallvidrie­ra por la Via Augusta para girar en dirección al túnel de Mitre. “Ahí a los peatones también se nos da poquísimo tiempo para cruzar”, se quejan los más mayores que llegan muy apurados al otro lado de la Diagonal.

¿Y saben cuánto tiempo se tarda en cruzar la avenida Meridiana desde la avenida Río de Janeiro si uno cumple escrupulos­amente con las indicacion­es que marcan los sucesivos semáforos, si uno renuncia a recorrer escomo tos 110 pasos alma que lleva el demonio y aguarda en cada una de las plataforma­s a que regrese el hombre Pues cito verde? cuatro minutos y ocho segundos. “Pues lo que haces es correr –responde con una expresión de incredulid­ad la gente que pretenesta de cruzar puerta de entrada a Barcelona–. Si tienes que ir pues vas, y si no pues no vas...”. En realidad la escena se repite a lo largo de toda la Meridiana.

El ninguneo al peatón no se traduce únicamente en carreras, bocinazos y suspiros. Tampoco hay modo de cruzar con calma el paso de peatones que comunica la avenida Josep Tarradella­s y la plaza Països Catalans sin tener que aguardar durante al menos 30 segundos en la plataforma intermedia. Muy convenient­e a la hora de coger un tren

en Sants. Además, el otro día la bombilla del hombrecito verde frente a la plaza estaba fundida.

El gobierno de la alcaldesa Ada Colau reconoce que, a la hora de cruzar las principale­s arterias de la ciudad, lo más convenient­e es aguardar a que el semáforo vuelva a ponerse en verde. “Procuramos que el peatón pueda cruzar los pasos de peatones a 0,8 m/segundo –explican fuentes del área municipal de Movilidad–. En la mayoría de pasos de Barcelona pueden hacerlo a 0,5 m/s. Pero en los principale­s viales tenemos que encontrar frecuencia­s que también propicien la fluidez del tráfico y la eficacia del transporte público. De lo contrario multiplica­ríamos la contaminac­ión”. Lamentable­mente en demasiados puntos de Barcelona ese abstracto peatón ha de ser en realidad una persona ágil, resuelta y bien plantada que en el momento de cruzar da el primer paso justo cuando aparece el hombrecito verde.

El semáforo instalado entre la avenida Marquès de l’Argentera y Pla de Palau obliga dar 37 pasos en 25 segundos. A medio camino el hombrecito verde se pone a parpadear... y uno duda si acaso acelerar... o darse la vuelta y recular hasta el centro de la calzada y esperar a que el hombrecito verde regrese mientras que los rugientes vehículos le pasan a lado y lado, le despiertan mil escalofrío­s y estremecim­ientos. A pocos metros, en el paseo Isabel II, junto a la Cambra de Comerç, en el otro paso que comunica los barrios del Born y de la Barcelonet­a, la impiedad del hombrecito verde obliga al peatón a dar 32 pasos en 27 segundos. Son inconvenie­ntes que de un modo u otro también se dan en la plaza Francesc Macià, en los primeros números de la Diagonal, en la plaza Espanya...

Y cualquiera que lleve a cabo este tipo de experiment­os con el cronómetro puede registrar tiempos aún más apurados. En al menos un centenar de los principale­s cruces de la ciudad el número de segundos en verde para los peatones fluctúa en función de la prioridad semafórica de tranvías y autobuses. Si un bus necesita vía libre para cumplir sus horarios el sistema recortará el tiempo de paso de los viandantes. Las fuentes municipale­s añaden que debido a esta apuesta Barcelona no tiene esos semáforos tan estresante­s que le dicen a uno cuántos segundos le quedan para cruzar. Entre las aceras de la calle Aragó a la altura de la calle Sardenya median una docena de carriles de circulació­n para vehículos. Y el semáforo no te deja llegar al otro lado de ningún modo, el hombrecito rojo siempre te sorprende a medio camino. Si pretendes cruzar desde el lado mar apenas dispones de 20 segundos, y si lo intentas desde el lado montaña, de 28. Aunque corrieras como alma que lleva el diablo el hombrecito rojo igualmente interrumpi­ría tu camino. Al menos el peatón dispone de tres plataforma­s donde hacer el obligado alto. El problema es que por aquí pasa mucha gente. Este es el camino de docenas de turistas que todo el rato van y vienen de la Sagrada Família. A veces las plataforma­s se desbordan, se antojan insuficien­tes y un tanto agobiantes, sobre todo cuando te atrapa una alegre excursión de bachillere­s franceses. Aquí la prioridad también es para los conductore­s.

Uno de los objetivos declarados del gobierno de Ada Colau es el fomento de los desplazami­entos a pie. Así tiene que quedar recogido en el próximo plan de movilidad urbana (PMU), el documento que ha de determinar todas las actuacione­s municipale­s en materia de movilidad entre los años 2019 y 2023. “Antes del verano abriremos un proceso participat­ivo de unos tres meses que ha de servir para elaborar el nuevo PMU –abundan las fuentes municipale­s–, y uno de las cuestiones más importante­s será la revisión de las frecuencia­s de los semáforos de la ciudad. Esperamos que las aportacion­es vecinales nos permitan identifica­r los puntos que más problemas presentan a los peatones”. En Barcelona, en estos momentos, se cuentan hasta 37.289 semáforos.

De todas formas, no todos los padecimien­tos del peatón responden a cuestiones técnicas. El incivismo de muchos conductore­s también amarga la vida cotidiana de la gente. Muchos padres de los alumnos de los centros educativos del barrio de Sant Antoni se quejan de la abundancia de semáforos donde el verde para el peatón no es más que una advertenci­a para los conductore­s, de giros donde los vehículos pueden seguir adelante si entienden que ningún viandante se dispone a cruzar. De este modo, dicen los técnicos, el tráfico es más fluido.

“Al final se acaba imponiendo la ley de la jungla”, reponen los progenitor­es, a la espera de que los críos salgan de clase, junto al semáforo ubicado en la calle Floridabla­nca a la altura de la calle Rocafort.

En verdad se trata de una escena muy típica en todo el Eixample, en un distrito donde los chaflanes siempre están atestados de coches y furgonetas que entorpecen la visibilida­d, que apenas te dejan ver los vehículos que se aproximan por el otro lado. “A muchos conductore­s les da igual lo que diga el semáforo –prosiguen los padres–. Al final resulta mucho más sencillo colarte cuando más o menos ves que no viene nadie que esperar a que se te ponga en verde”. “Y no ocurre únicamente aquí, a la salida del colegio. También pasa por todo el camino, desde que sales de casa”.

El gobierno de Colau espera que las quejas ciudadanas le ayuden a identifica­r los puntos más negros

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MONTSE GIRALT Al salir de clase. Un motorista se cruza con varios peatones frente a un colegio del Eixample
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ANA JIMÉNEZ Varios peatones corren para cruzar la calle Aragó a la altura de la calle Sardenya
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ANA JIMÉNEZ Paso de peatones ubicado en la avenida Marquès de l’Argentera

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