Experimento gaseoso y caro
En una fecha todavía por determinar –el reglamento de participación ciudadana dice que ha de ser, como muy tarde, seis meses antes de las elecciones municipales– Barcelona debería celebrar, si los recursos presentados contra este procedimiento no lo impiden, la primera semana multiconsulta de su historia. Cuando hace ahora un año se anunció, la experiencia de concentrar en un corto periodo de tiempo la consulta a todos los barceloneses mayores de 16 años sobre cuestiones que afectan a la ciudad despertó en mí algunas ilusiones y, sobre todo, un notable interés periodístico. Pero aquellas expectativas se han visto defraudadas por culpa de una serie de errores en la gestión y de una escasa valentía política a la hora de proponer materias de consulta que pudieran alentar una participación masiva aun con el riesgo de que el resultado de la votación fuera contrario a los deseos del gobierno.
Hoy, este experimento que debía llevarse a cabo en mayo va camino de convertirse en un costoso capricho. Recursos contra el reglamento de participación por excederse en las competencias atribuidas al Ayuntamiento. Suspensión del primer concurso para proveer los servicios logísticos de la consulta como consecuencia de una decisión del Tribunal de Contratos, que admitió la demanda de una empresa que se sintió perjudicada en la adjudicación. Contadores a cero y nuevas licitaciones de los servicios postales e informáticos, con más de 2,5 millones
La multiconsulta llega precedida de errores en la gestión y de un gasto que no para de crecer
de euros de presupuesto a los que habrá que sumar otra importante cantidad para la contratación del resto de elementos necesarios. Dudas razonables sobre la transparencia en la recogida de firma y en su verificación y prórrogas con cierto aire de favoritismo en la campaña de recolección de avales. ¿Y todo eso para qué? Para decidir el cambio de nombre de una plaza, la de Antonio López, dedicada a un personaje cuya estatua, después de una fiesta de la memoria que en realidad tuvo mucho de escarnio descontextualizador de la historia de la ciudad, descansa ya en compañía de la efigie ecuestre de un infausto dictador en los calabozos de un museo-almacén-depósito de cadáveres. Mucho dinero y juegos de manos para decidir algo que el Ayuntamiento ya tenía decidido: la adquisición con fines sociales de una finca del Raval. Y muchas energías y recursos para recabar apoyos incondicionales al rescate de la gestión pública del agua, una iniciativa, esta sí importante, que suena muy bien pero que puede acabar costándole al erario público, en definitiva a los ciudadanos, ojo y medio de la cara y que, como explicaba ayer el profesor Lorenzo Dávila en estas páginas, no es garantía de mantenimiento de un mínimo de calidad en el servicio.
Podrán alegar, con razón, que la multiconsulta está abierta a todo tipo de iniciativas. Esta ciudad tan proclive a movilizarse por algunas causas es sorprendentemente perezosa a la hora de arremangarse por otras. Pero uno tiene la impresión que en esta ocasión el gobierno municipal juega con red, paracaídas y casco. El resultado está cantado. Ha faltado una pizca de osadía.