Cuando la política es cosa de actore
Estrellas que aprovechan su carisma para conseguir su mejor interpretación: gobernar
Cynthia Nixon, estrella de Sexo en
Nueva York, va a luchar por uno de los grandes papeles de su vida, y no es la secuela de la serie, sino el gobierno del estado de Nueva York. Es una de las actrices más comprometidas con su ciudad, pero no lo tiene fácil para ganar las primarias demócratas frente al actual gobernador, Andrew Cuomo. Le quedan seis meses de campaña hasta el 13 de septiembre y apoyos no le van a faltar, porque la capacidad de influencia de las estrellas de Hollywood en todos los ámbitos tiene un gran atractivo para partidos y votantes.
Que actores y actrices aspiren a ejercer poder político no es extraño en ninguna parte del mundo, otro tanto ocurre con los deportistas. Su carisma atrae a ingentes audiencias y muchos se han visto tentados de utilizarlo para luchar directamente por idearios políticos, más allá de los discursos comprometidos en galas diversas. Hay casos míticos, como Ronald Reagan, elegido gobernador de California en 1966 y presidente de Estados Unidos en 1980. Logró recuperar después de 28 años la mayoría en el Senado para los republicanos y ser reelegido en 1984, con una victoria contundente. También Arnold Schwarzenegger fue gobernador de California –lógico, es la meca del cine–. Sobre él, en una reunión de la Asociación Nacional de Gobernadores, el de Rhode Island llegó a decir: “Es uno más de los 50 que estamos aquí, pero a todos secretamente nos gustaría tener su autógrafo”.
Los actores comienzan sus carreras políticas con una tremenda ventaja sobre sus rivales: tienen tablas para hablar ante multitudes y un reconocimiento de marca instantáneo. Algo que supo aprovechar Donald Trump, que para no ser actor, exprimió al máximo el carisma logrado en su paso por televisión.
Quienes se han despojado de sus ropas de ficción para vestir el traje político han tenido carreras dispares. Clint Eastwood fue alcalde, ocupó despacho en el departamento de parques naturales de California –logró parar la construcción de una autopista– y participa en entes que protegen los recursos naturales, culturales e históricos de
EE.UU. El actor y músico Sonny Bono, autor de legendarias bandas
sonoras (Atrapado en el tiempo, Kill
Bill: Vol. 1 y El gran Gatsby), estuvo diez años en política, hasta su muerte en 1988. Melissa Gilbert, Laura Ingalls en La casa de la pradera, ganó las primarias demócratas al Congreso en el 2016, pero se retiró por problemas de salud.
En Europa, Melina Mercouri y Glenda Jackson abandonaron la actuación y llegaron muy lejos en política. La griega fue ministra y la británica, parlamentaria hasta el 2015, aunque no llegó a la alcaldía de Londres, como quería. La actriz porno Cicciolina también llegó al Parlamento italiano. En su caso su política fue menos ortodoxa, calentó la cámara con sus poses y ropa sexy y dejó estupefactos a todos cuando ofreció tener sexo con Saddam
Hussein y con Bin Laden para que acabaran con el terrorismo. Pese al generoso ofrecimiento, no logró ni la alcaldía de Milán ni la de Monza... Tampoco la paz mundial.
No siempre el carisma es sufiotantes. ciente para seducir a los votantes Gina Lollobrigida no alcanzó lamento Europeo en 1999, pero fue nombrada embajadora de buena voluntad de la FAO. Shirley Temso, ple tampoco llegó al Congreso aunotocolo que fue la primera jefa de protocolo de EE.UU. y embajadora.
Y en ocasiones, mejor hubiera sique do una exitosa filmografía que la tentación de la política: traspelícut las muy mediocres y su debut como cantante, Alessandra Mussolini fundó un partido fascista, fue dipustada tada y es miembro de la Eurocamara ra. Pesó más la negra camisa de su padre que su carisma como actriz.
Tienen una gran ventaja sobre sus rivales: tablas para hablar en público y un reconocimiento de marca instantáneo