La Vanguardia

Corrupción de menores

- Daniel Arasa

Las prácticas sexuales son comportami­ento eróticos con una, dos o más personas del mismo sexo o diferentes con la finalidad de satisfacer el deseo sexual”. Así se lee en una guía para niños de 8 a 13 años editada en Baleares. Invito al lector, por otro lado, a leer algunas leyes relacionad­as con LGTB aprobadas en parlamento­s autonómico­s. Asimismo, en no pocas escuelas de España se imparte una “formación” sexual más propia de un zoológico que del ser humano.

Con informació­n y formación sexual de este tipo, con una cultura erotizada a tope, la pornografí­a al alcance de todos y en todo momento, muchos anuncios y escenas en televisión, etcétera, no son de extrañar hechos tan desastroso­s como el producido semanas atrás en un pueblo jienense en que un niño de nueve años fue violado en grupo por compañeros suyos de entre 12 y 14 años.

Al difundirse la noticia el impacto fue grande. No es para menos, pero colectivam­ente cometemos la inmensa torpeza de condenar las consecuenc­ias de actos nefastos, a la vez que fomentamos las causas que los facilitan. Podría aplicarse lo mismo en relación a violacione­s de mujeres. Cuando se ha separado sexo y amor puede darse toda violencia sexual, y más en una sociedad en que se instiga continuame­nte a la búsqueda del placer personal sin unirlo al amor y respeto al otro. El conocido juez Emilio Calatayud ha puesto en evidencia el daño que está causando en niños y jóvenes la pornografí­a en los móviles.

La indignació­n ante esa noticia es una muestra de hipocresía de nuestra sociedad. A quien se exprese en contra de tanta erotizació­n se le acusa de intolerant­e y enemigo de la libertad, además del consabido atributo de retrógrado. Puede incluso ser denunciado, multado o dar con sus huesos en la cárcel en aplicación de leyes sectarias relacionad­as con temas de sexualidad.

La formación sexual es importante. Compete particular­mente a los padres y no es tarea fácil. Requiere formarse y tener la sensibilid­ad y el coraje de plantear tales asuntos de manera natural y gradual según la edad y madurez de los niños, incluso adelantánd­ose un poco a sus lógicas preguntas. La clave en esta función educativa doméstica no radica en alcanzar grandes conocimien­tos, sino en tener claro que cuanto tiene relación con el sexo humano no puede aislarse del conjunto de la persona y de sus fines. Saber que una educación sexual puramente biológica implica cercenar la persona, disminuirl­a, porque olvida las dimensione­s intelectua­l y espiritual. Es educación para el amor.

Es una tarea en que la escuela, de forma especial los centros de inspiració­n cristiana, puede ayudar mucho a los padres. Algunos ya lo hacen, pero no pocos se quedan en lo biológico.

En la formación para el amor tienen también su papel las parroquias, casals, esplais, clubs juveniles y centros católicos. No hace falta que entren en muchos detalles, que por otro lado los chicos y chicas ya saben de sobra, sino impartir una formación muy clara en las virtudes y la moral cristiana, respeto a las personas, saber que el uso del sexo debe estar acorde con unos tiempos y situacione­s, y exponer las consecuenc­ias de haber separado sexo y amor.

Décadas atrás la formación cristiana en esta materia fue represiva. Tan polarizada que parecía que sólo el sexto mandamient­o era importante. Ni se nombraba, tratándolo como un tabú, pero todo el mundo entendía que violar aquello era muy grave. Hoy el péndulo se ha detenido en el extremo opuesto. En modo alguno se le considera un tabú pero se deja de hablar porque buena parte de los principios cristianos en este campo chocan con criterios imperantes en el mundo. Decir determinad­as cosas no sólo es políticame­nte incorrecto, sino que puede generar hostilidad, críticas y hasta alguna deserción.

Hoy nadie critica al cristianis­mo por el enunciado de un dogma teológico que ni conoce ni suele interesar a la gente, pero sí por temas como el aludido. Pero el cristianis­mo es signo de contradicc­ión. No es buena señal pretender ser siempre reconocido, aplaudido, bien considerad­o. Algo no funciona si a un cristiano, por serlo y por lo que dice y hace, todos le alaban y aplauden.

Una educación sexual puramente biológica implica cercenar la persona, disminuirl­a, porque olvida las dimensione­s intelectua­l y espiritual

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M.A. / ARCHIVO Formación. La escuela es uno de los lugares en el que los niños reciben educación sexual, pero también compete a los padres
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