Sin Busquets todo es más difícil
La sombra de Sergio Busquets planeó durante el buen partido que disputaron Alemania y España, dos favoritos en el próximo Mundial. Han pasado 10 años desde la final de Viena, el ingreso de la selección en su edad de oro y el final de décadas de frustración. Busquets no jugó aquel partido, resuelto con un pase maravilloso de Xavi y una preciosa definición de Torres en el mano a mano con Lehmann. Si hay que quitarse complejos, mejor contra Alemania que con cualquier otro rival. Los alemanes son los maestros de la consistencia, una de las muchas cualidades que caracterizan a Busquets.
Apenas mes y medio después de la victoria de España en la Eurocopa 2008, Busquets debutó en la Liga. No había noticias de su talento, excepto para los más febriles seguidores del Barça B, que acababa de ascender a Segunda B, dirigido por Pep Guardiola en su primera temporada como entrenador. El éxito ayudó a la discutida designación de Guardiola como técnico del primer equipo. El tiempo ha dado la razón a Laporta, Cruyff, Begiristain y el pequeño círculo de directivos que le eligieron, pero pocos sospechaban el extraordinario futuro del equipo a finales de agosto. El Barça había perdido en Soria con el Numancia y salió despedido con pañuelos en el segundo partido, frente al Racing de Santander, el día que debutó Busquets.
Todo lo que sucedió después es historia. En el siguiente partido, en El Molinón, contra el Sporting, Guardiola alineó a Busquets en contra de la opinión general, el Barça ganó 1-6 y allí despegó el inolvidable equipo de los seis títulos de campeón. Busquets no despegó. Sigue inamovible en la posición que ha definido mejor que nadie en los últimos 10 años. El ciclo es tan largo y tan productivo que garantiza a Busquets un puesto exclusivo en la historia del fútbol, por mucho que su discreto talante y su alergia a la fama pretendan impedirlo.
En pocos lugares es más apreciada la figura del mediocentro que en el fútbol español. La redefinió Johan Cruyff a través de Guardiola, un producto de la cantera tan inesperado como Busquets. Desde entonces, esa posición marca en gran medida la particularidad del Barça y en la selección, donde la lógica del juego barcelonista se ha impuesto rotundamente. En ese modelo, Busquets es imprescindible por dos razones: porque es el mejor del mundo en su puesto y porque no hay nadie que se le acerque en la selección española.
El duelo con Alemania mereció tres pruebas en el puesto de Busquets. Lopetegui utilizó a Thiago, que jugó razonablemente bien, a Saúl, un futbolista inclinado a la dispersión, y al joven Rodri, proyecto de competente mediocentro, pero muy lejos aún de la cotidiana jerarquía de Busquets. Si algo dijo el encuentro, es que Busquets es el jugador más indiscutible en la selección o el que peor sustitución tiene.
Dice mucho de las posibilidades de España el empate y algunos momentos de excelente juego en Dusseldorf. Alemania nunca desfallece y dispone de grandes recursos futbolísticos. Defenderá el título que logró en Brasil con su acostumbrada naturalidad. Que España fuera superior en varias fases del partido acredita su prestigio. Sin embargo, casi siempre le faltó al equipo el grado de control, precisión y gobierno que se identifica con Busquets.
Por un lado esa identificación sólo puede invitar al optimismo. Con Busquets, la selección solo puede mejorar su estupenda nota en Dusseldorf. Por otra parte, resulta inquietante la idea del equipo sin su presencia. Sin él, la selección pierde la exacta solución para los problemas que Busquets interpreta y corrige mejor que nadie en el mundo desde hace 10 años.
Si algo dijo el Alemania-España es que el mediocentro es el jugador más indiscutible en la selección