La Vanguardia

Emprender desde el lado positivo

- MAR GALTÉS

En el 2011, Pep Gubau, su mujer y sus cuatro hijos hicieron las maletas y se instalaron en Silicon Valley. Él iba a impulsar su empresa, Gnuine, y juntos querían vivir una experienci­a internacio­nal. Y Gubau acabó creando una empresa nueva, Bigfinite, un software en la nube para gestionar la informació­n de los procesos industrial­es de la industria farmacéuti­ca (datos como temperatur­as, ingredient­es, pesos, presiones, que obtiene con sensores en tiempo real y que están sometidos a la regulación de la FDA). Bigfinite acaba de lanzar su producto al mercado, ha conseguido más de 7 millones de inversores, y tiene una alianza con Amazon Web Services, su “primo Zumosol”.

Gubau (Sabadell, 1967), economista y medio telecos, es un emprendedo­r reincident­e. “De pequeño llevaba un destornill­ador en el bolsillo y jugaba con una calculador­a programabl­e. He crecido en un mundo de ingenieros y eso me ha marcado”, igual que haber vivido, en varias etapas, en el extranjero (en Italia, porque su padre era ingeniero de Olivetti). Entró pronto en el mundo de internet y el software libre de Linux, y en el 2003 montó su propia empresa de software, Gnuine. Fue con la idea de expandirse en EE.UU. que se trasladó a California (y finalmente acabó desvincula­do de Gnuine en el 2014).

Cuando descubrió las posibilida­d es de la inteligenc­ia artificial decidió subirse al carro, con una nueva empresa que cumpliera dos requisitos: “Que fuera un negocio para empresas, y de un sector con recursos y con recorrido donde innovar”. Creó Bigfinite con sus dos amigos de la época de estudiante­s: Pere Merino (ingeniero químico) y Toni Manzano (doctor en astrofísic­a, es el director científico de Bigfinite); juntos han compartido otras dos historias de éxito como emprendedo­res en software para la industria farmacéuti­ca.

Pero los inicios no suelen ser fáciles, y menos en Silicon Valley. “Creo que al llegar empaticé con lo que debe sentir un magrebí que cruza el Mediterrán­eo en patera y llega a Europa. Te chocas con otro nivel de vida, pero sobre todo la sensación de ser el último mono en un lugar desconocid­o”. Allí “está todo el talento, lo mejor de cada casa”, y “es un lugar duro para vivir. La competenci­a es alta, agresiva, todo gira alrededor del negocio. Necesitas tiempo, y crear tu red de contactos”.

Gubau ansiaba también otra forma de hacer negocios. “En EE.UU. la gente es ejecutiva, se cumplen los plazos, no importa quién eres, de dónde vienes, de qué color eres. Sólo importa qué puedes ofrecer, qué solucionas y cuánto cuesta. En el trabajo no se habla ni de política ni de deporte, y funciona el positive spin, buscarle el lado positivo a las cosas”.

Bigfinite se creó a finales del 2014, primero se dedicaron al desarrollo de los algoritmos y las patentes y fueron selecciona­dos para el programa 500 Startups (25 entre 2.000 candidatos), y la primera versión del producto salió al mercado en verano de 2016. “Se nos acercó Amazon Web Services, nos invitaron dos veces a Seattle y nos propusiero­n una alianza de soporte tecnológic­o y desarrollo comercial. Vamos juntos a ver a los clientes”. El momento es importante: hay una carrera de fondo, en la que compiten básicament­e Amazon, Google y Microsoft, para ser la empresa que domine los servicios de cloud computing e inteligenc­ia artificial en la industria. Está en juego quién dominará “el nuevo sistema operativo”, y los grandes están al acecho de todo lo que se mueve. Por eso el interés de AWS, asegura Gubau.

Bigfinite es “una empresa americana creada por catalanes”: tiene el grueso de equipo y desarrolla­dores en Barcelona (30, pronto serán 50), pero su sede y equipo comercial (5, serán 20) en EE.UU. Allí es donde Gubau ha dedicado mucho tiempo a buscar inversores: “Hice una lista de 160 fondos, llegué a hablar con 90. En dos meses perdí 8 kilos, pero conseguí que todo el mundo nos conociera”. Y aprendió la lección: “Primero les pedía dinero y no me hacían caso. Luego les ofrecía la oportunida­d de invertir en la empresa, sin ningún compromiso... ¡tenía que crear el miedo a quedarse fuera! Y los fondos son como pingüinos: hasta que no salta el primero, no saltan los demás”.

Considera que su apuesta de producto y de sector les favorece. “Hace cinco años en Silicon Valley ibas con una app de red social para sacar perros a pasear y te daban dinero. Ya no. Ahora el capital quiere invertir en resolver problemas reales, y mejor si es en la industria tradiciona­l”. Es la estrategia de Bigfinite, “queremos ser un estándar de mercado”; aunque no deja de ser una start-up. “El reto es conseguir tamaño, y el riesgo, que aparezca un gigante y se coma el mercado. Pero vamos de la mano de AWS, ¡nuestro primo Zumosol!” Los Gubau llevan ya siete años viviendo en Tiburon (los hijos tienen entre 17 y 10). “Cuando pienso en un mundo ideal, me gustaría ser americano y trabajar en Silicon Valley de lunes a viernes, y catalán en Catalunya los fines de semana”. A Bigfinite le queda recorrido, y no descarta nada. “A mí me gusta hacer crecer empresas. ¡Esta no será la última!”

Con Amazon Web Services tiene una alianza tecnológic­a y comercial: “Es nuestro primo Zumosol”

“Los fondos de inversión son como pingüinos: hasta que no salta el primero, no saltan los demás”

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SUMIT KOHLI / SUMIT KOHLI PHOTOGRAPH­Y Gubau, en una charla sobre inteligenc­ia artificial en Mountain View

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