El desquite de los antiguos imperios
En fechas recientes, tres políticos han destacado en el refuerzo de su poder interno y su influencia internacional: Vladímir Putin, Xi Jinping y Recep Tayyip Erdogan. Parecen ser los hombres poderosos del planeta a la hora de impulsar sus agendas, tanto en el plano interno como en el internacional. Tienen aproximadamente la misma edad (65 años) y lideran antiguos imperios de influencia histórica prestigiosa que se consideran humillados y debilitados por los occidentales, responsables de su decadencia al tiempo que los tres piensan que ha sonado la hora de su desquite.
Putin, en el poder desde el 2000, acaba de ser reelegido con el 76% de los votos, resultado notable en el caso de quien se halla en el poder desde hace tanto tiempo. Erdogan, primer ministro del 2003 al 2014 y luego presidente de la república, ha proclamado el estado de urgencia tras un intento de golpe de Estado en julio del 2016 y acaba de desalojar a los kurdos sirios de su bastión mediante una victoria militar que tanto estadounidenses como rusos han dejado que se llevara a cabo. En cuanto a Xi Jinping, ha modificado la Constitución para poder permanecer en el poder tras el límite actual de diez años.
Los tres se oponen a un orden mundial dirigido por los occidentales. Según el parecer de Putin, tras la caída de la URSS, los occidentales han querido debilitar y humillar a Rusia en lugar de intentar construir un nuevo orden mundial. La ampliación de la OTAN, la instalación de un sistema de defensa antimisiles frente al arsenal nuclear ruso y la guerra de Kosovo de 1999 fueron otros tantos intentos de disminuir la influencia de Moscú. Los chinos sitúan la fecha de su humillación en el siglo XIX. Eran al principio la primera potencia mundial. Las intervenciones extranjeras (pero también la incuria de sus propios emperadores) les llevaron a estar bajo la influencia extranjera sin beneficiarse de una soberanía real. Los británicos llevaron adelante incluso dos guerras contra ellos para obligarles a importar opio a cambio de especias muy apreciadas en Londres. Más allá de la desaparición del imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial, los turcos están resentidos de que la Unión Europea haya pasado por alto su demanda de ingreso de adhesión y también ante Estados Unidos por no haber dado pruebas suficientes de solidaridad tras el intento de golpe de Estado en el verano del 2016.
Aun cuando es miembro de la OTAN, Turquía se ha acercado a Rusia. Pekín y Moscú han reestablecido sus relaciones de asociación para plantar cara a Washington. Los tres países se hallan bajo una dirección autoritaria, pero gozan de un apoyo de la población a un régimen impertérrito e imponente en el caso de Rusia y China y muy robusto, por su parte, en el caso de Turquía.
Estos regímenes son muy mal vistos en el mundo occidental, pero es en gran parte por esta razón que son apoyados por la población, cuya memoria histórica percibe de forma negativa a los occidentales. La autoridad de que dan prueba agrada a la población, convencida de ser la condición de la eficacia.
¿Constituyen estos regímenes un peligro para el mundo occidental ? Sí y no. No van a lanzarse a enfrentamientos, pero quieren afirmar su posición. No quieren recrear imperios difuntos pero sí afianzar los intereses de sus fronteras. No forman en realidad un frente unido, pero traban asociaciones de forma puntual a fin de aumentar sus márgenes de maniobra. Rechazan un mundo bajo influencia estadounidense ya que ven en ella un peligro para su soberanía. Pekín y Moscú consideran que Washington no acepta el incremento de poder (en el primer caso) o el resurgimiento de poder (en el segundo caso). Ankara quiere mostrar que ser aliado no significa estar alineado. Sus futuras reacciones dependerán en gran medida de la forma en que reaccionen por su parte los occidentales, sobre todo EE.UU. Pero estos últimos se inclinan a comprender que no les conviene perseguir una actitud de apoyo o condescendencia que podría impulsarles a incrementar su cooperación guiada por una hostilidad a Occidente.
Putin, Xi y Erdogan rechazan un mundo bajo influencia de EE.UU. ya que ven en ella un peligro para su soberanía