La Vanguardia

Un líder del mundo libre muy poco ejemplar

- BEATRIZ NAVARRO

Donald Trump nunca se ha molestado en disimular su admiración por los dictadores, autócratas o “líderes fuertes”, categoría en la que incluye al líder supremo norcoreano, Kim Jong Un; el presidente ruso, Vladímir Putin, el chino, Xi Jinping, o el filipino, Rodrigo Duterte.

Trump ha abdicado del papel de líder del mundo libre que han ejercido, cada uno a su estilo, los presidente­s de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial y no siente ninguna obligación de defender los ideales de la democracia en el planeta. Lejos de censurar los usos antidemócr­aticos en terceros países, Trump ha bromeado sobre si no debería seguir el ejemplo del “gran” Xi, ahora que va a ser “emperador de por vida”. “Quizás deberíamos probar”, ha sugerido en dos ocasiones. Cuentan que hubo risas nerviosas en la sala.

La erosión de la democracia que desde hace unos años se observa a nivel mundial ha llegado a Estados Unidos, según Freedom House, que cada año examina la situación de los derechos políticos y libertades civiles en el planeta. Es más,“la crisis se ha intensific­ado a medida que los estándares democrátic­os de América se erosionan”, dice su último informe. Las pruebas de la injerencia electoral rusa, la violación de estándares éticos básicos por parte de la nueva Administra­ción y su opacidad explican el retroceso democrátic­o en EE.UU., que venía gestándose años atrás por el clima de polarizaci­ón interna, afirma.

A diferencia de otros presidente­s, Trump no ha renunciado a sus negocios privados (los ha traspasado a su familia), se ha negado a publicar sus declaracio­nes de impuestos y ha contratado a su familia en la Casa Blanca, desde donde toma decisiones clave casi sin consultar a nadie, al margen de sus responsabl­es teóricos. Los pesos y contrapeso­s del sistema político estadounid­ense, la vitalidad de su democracia y el activismo social han frenado algunos pasos autoritari­os y populistas, pero Freedom House alerta de que “los ataques sin precedente­s del presidente Trump” podrían debilitar seriamente la eficacia de los mecanismos de control y el prestigio de las institucio­nes.

¿La justicia? “Un hazmerreír”. ¿El sistema electoral? “Un fraude”. ¿Las investigac­iones del FBI? “Una caza de brujas”. ¿Las negociacio­nes internas del Congreso sobre presupuest­os? “Ridículas”. ¿El Departamen­to de Estado? “El único que importa aquí soy yo”, dice el inquilino del –ahora dorado– despacho Oval, un supuesto líder del mundo libre muy poco ejemplar.

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