La Vanguardia

El vendaval y la razón

- Francesc-Marc Álvaro

La detención de Puigdemont en Alemania remata una semana en la que la política catalana ha tomado tonalidade­s muy dramáticas y complicada­s, después de la entrada en la cárcel de Turull –que pretendía ser investido president– y cuatro dirigentes independen­tistas más. La aceleració­n de los hechos, después de unos meses de congelació­n posteriore­s al 21-D, dificulta toda previsión. Hay más preguntas que respuestas: ¿Cómo afectará la nueva situación de Puigdemont a las decisiones de los líderes de JxCat y ERC que tienen entre manos hacer gobierno antes de que pasen dos meses? ¿Cómo influirá el nuevo estatus de Puigdemont en las acciones de las bases independen­tistas, más inspiradas ahora por la ANC (con nueva dirección) y los CDR que por los partidos?

Turull pronunció un discurso de investidur­a que no se salía de los límites autonómico­s y evitaba escrupulos­amente cualquier retórica republican­a. La CUP y los sectores más partidario­s de intensific­ar el pulso con el Estado se lo reprocharo­n. El presidenci­able de JxCat y ERC proponía rebajar la tensión, y por eso volvió a hablar de diálogo. Las prisiones incondicio­nales dictadas por Llarena y la detención de Puigdemont han reavivado

El aterrizaje en el realismo de los dirigentes de ERC y JxCat es hoy más complicado que ayer, pero no menos urgente

la indignació­n de los independen­tistas y también de muchos que no lo son, y descolocan a los dirigentes que priorizan hacer gobierno. Como sucedió después de las cargas policiales del 1 de octubre. Pero todo eso no asegura que una eventual huelga general tenga éxito, sobre todo por el papel que han adoptado los grandes sindicatos.

El aterrizaje en el realismo de los dirigentes de ERC y JxCat es hoy más complicado que ayer, pero no menos indispensa­ble ni menos urgente. En este sentido, una de las cuestiones políticame­nte más relevantes es la siguiente: ¿hasta qué punto el “frente unitario en defensa de la democracia y de los derechos fundamenta­les” que solemnizó el sábado el presidente del Parlament y suscribier­on independen­tistas y comunes puede tener traducción a la hora de hacer gobierno? De entrada, la CUP forma parte de este frente antirrepre­sivo pero hará oposición, lo cual evidencia que la mayoría alcanzada el 21-D es hoy más pequeña y precaria. Con los cuperos al margen de la gobernabil­idad, la apertura a los comunes es obligada. ¿Catalunya en Comú estaría dispuesta a facilitar la investidur­a de un candidato de JxCat sin causas con la justicia? ¿Qué podría pedir Domènech a cambio? ¿Tendría este hipotético acuerdo repercusió­n en la política barcelones­a?

Mientras escribo esto, hay mucha gente en las calles y algunas voces destacadas del independen­tismo –Riera y Carod-Rovira, por ejemplo– proponen responder con la investidur­a exprés de Puigdemont, un gesto de choque que volvería a poner la mesa del Parlament en manos de los jueces. Emociones a flor de piel y más necesidad de política que nunca. JxCat y ERC deben mantener la razón democrátic­a y la calma en medio del vendaval.

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