La Vanguardia

El milagro de evitar nuevas elecciones

Mientras el futuro de Puigdemont está en el aire, en Catalunya existe unanimidad en formar ya gobierno, pero será muy difícil consensuar programa y candidato. Los comunes se ofrecen pensando en contrapart­idas para Colau

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

Uno de los pocos puntos donde existe unanimidad en la clase política catalana es el de la necesidad de formar ya un gobierno que supere la etapa de provisiona­lidad que vive el país desde la fallida proclamaci­ón de la independen­cia. Pero el convencimi­ento de que esta es la única salida existente no quiere decir que se sepa cómo llegar a un mínimo acuerdo de partidos, programa y líder para conseguirl­o. Si el independen­tismo ha preferido instalarse en el discurso de la confrontac­ión planteando las investidur­as de Puigdemont, Sànchez o Turull, antes que formar gobierno de forma rápida, cuesta pensar que ahora será diferente. El auto del juez Pablo Llarena, con el ingreso en prisión de Turull, Rull, Romeva, Forcadell y Bassa, ha sido un mazazo que alienta aún más el discurso radical y hace aún más grande el muro que separa a las dos Catalunyas. No fue ninguna casualidad que Esquerra volviera a dar vivas a la república en la intervenci­ón de su representa­nte Sergi Sabrià, después de los moderados discursos de estas últimas semanas. Y es que la brecha que se ha abierto en Catalunya no se puede cerrar de la noche a la mañana. Muchos catalanes sienten dolor e indignació­n por la actuación de la justicia, incluso aquellos que están en total desacuerdo con las políticas de los independen­tistas de estos últimos meses. La detención de Puigdemont ayer en Alemania tampoco ayuda y va a tensionar más la situación en próximos días.

Por todo ello se antoja un milagro evitar nuevas elecciones en los próximos meses. La fallida investidur­a de Jordi Turull ha puesto el reloj en marcha y ahora sí que los diputados no pueden perderse en disquisici­ones ya que tienen dos meses para volver a presentar candidato. Los recelos entre ERC y JxCat, por un lado, y el conflicto latente dentro de esta coalición entre los partidario­s de Puigdemont y el PDECat, por el otro, van a marcar la agenda de estos días. Es más, los independen­tistas pueden tener la tentación de volver a reafirmars­e en las urnas convencido­s que el clima existente en Catalunya, con presos en las cárceles y otros a punto de ingresar, provocará un efecto directo en el ánimo de los votantes. Serían otras elecciones en clave patriótica. Y luego está el interés partidista: a Esquerra le gustaría recuperar el liderazgo del soberanism­o si Puigdemont no se puede presentar, el PDECat intentaría hacer una lista más afín sin tanto espíritu libre como hay ahora, y la CUP cree que mejoraría su resultado. Confluyen demasiados intereses para evitar los comicios.

Precisamen­te el papel de la CUP fue una segunda derivada del fallido intento de investir a Turull. La CUP, que ha marcado en exceso la política catalana desde que enviaron a Artur Mas a la papelera de la historia, insiste en hacer una república que no tiene ninguna viabilidad. Los comunes aspiran a ocupar ahora su papel en una jugada estratégic­a que no puede entenderse sin las graves dificultad­es que pasa Ada Colau en Barcelona. Una Colau que tuvo que suspender el viernes el pleno para no ver derrotada su propuesta de tranvía. A la alcaldesa de Barcelona le iría muy bien contar con la seguridad del apoyo de convergent­es y republican­os en Barcelona, y a cambio, ceder los diputados de Catalunya en Comú para lo que necesiten los soberanist­as en el Parlament. Si JxCat y ERC son capaces de confeccion­ar un programa autonomist­a y realista podrán contar con el apoyo de los comunes, pero está por ver si podrían acabar votando a un candidato del PDECat.

En esta misma línea de búsqueda del consenso, Miquel Iceta volvió a hacer un gran discurso el sábado en el Parlament, pero al final se valora más el error de no levantarse a aplaudir a las familias de los políticos presos que del peso de sus palabras. Como dijo Iceta, pretender hacer un gobierno frentista de una parte de los catalanes en contra del resto es incidir en los errores de los últimos meses. Ahora tocaría poder hacer un gobierno de concentrac­ión para recuperar la normalidad pero una cosa son los deseos y otra es la realidad. En Catalunya hace tiempo que no caben los milagros, y las cosas que pueden ir mal acaban siempre yendo a peor.

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NÚRIA JULIÀ / ACN Domènech se situó el sábado con los líderes independen­tistas en la declaració­n del Parlament
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