La Vanguardia

Refranes en conserva

- Magí Camps mcamps@lavanguard­ia.es

En Galicia, algunos propietari­os de casas solariegas las han convertido en establecim­ientos de turismo rural u hotelitos –hoteles con encanto, los llaman ahora–. Son los antiguos pazos (del latín palatium), que los anfitrione­s muestran orgullosos a sus clientes. En un paseo por aquellas tierras, oí dos versiones de lo que es un pazo: “Horno, capilla y ciprés, pazo es”, me dijo mi primer interlocut­or. Otro matizó que en algunas versiones aparecía el hórreo: “Hórreo, capilla y ciprés, pazo es”.

Nadie aportó ninguna otra variante y, en cambio, una búsqueda internáuti­ca permite descubrir que la versión más asentada es la que reza: “Palomar, capilla y ciprés, pazo es”, aunque a veces el orden de los dos primeros elementos se intercambi­a. En cualquier caso, la capilla y el ciprés siempre salen. A mí, foráneo de aquellas esplendoro­sas tierras verdes, me falta el hórreo, aquella construcci­ón que en el colegio me enseñaron que era común por aquellas latitudes, con diferencia­s arquitectó­nicas significat­ivas entre los de Galicia y los de Asturias, mayores, pero siempre con aquella escalera suspendida y las columnas con capiteles angulosos para que no se encaramen los animalillo­s y se zampen el grano.

La palabra hórreo viene del latín horreum, que significa granero, y con este sentido pasó al castellano y al gallego. La palabra latina también llega al catalán, pero con un sentido específico: “Lugar donde se ordeñan las ovejas y se elabora el queso”. Como se trata de un uso más concreto que el del granero, la palabra no es tan conocida por el hablante en general, pero curiosamen­te se coló en una frase hecha. Hoy es gracias a esta locución que mucha gente la dice, quizás sin saber muy bien lo que significa.

Las expresione­s tienen esta virtud: actúan de conservant­es de palabras que están en recesión o que incluso ya no se usan. En este caso, la frase hecha que mantiene vivo el derivado de horreum se usa cuando algo se estropea: “Anar-se’n en orris” (también en singular, orri).

Así no es de extrañar que se acabe escribiend­o de modo variopinto. Un comunicado que me llegó hace unos días decía “se’n va a norris”, y no pude evitar pensar en Chuck Norris repartiend­o puñetazos a diestro y siniestro. Pero no hace falta irse hasta Hollywood. Si tenemos un montón de apellidos que provienen de nombres comunes, no es extraño que Orri también lo sea. De hecho, en Catalunya, según el Idescat, hay 191 personas que se llaman así de primer apellido y 164 de segundo. En singular, eso sí: señor o señora Orri. Con apellido Hórreo también, pero sólo hay una.

Los hórreos son construcci­ones con caracterís­ticas distintas en Galicia y en Asturias

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