El eje del debate
Qué pesará más en el voto de los barceloneses en las próximas elecciones municipales, la confrontación entre el independentismo y el constitucionalismo o el debate sobre el proyecto de ciudad? La respuesta a esta pregunta será muy relevante para analizar el resultado electoral. Por el momento la balanza está decantada hacia la cuestión soberanista. La demostración más clara fue el episodio que se vivió el viernes en el pleno del Ayuntamiento con la insólita suspensión de la sesión por la tensión entre los concejales horas antes del encarcelamiento de los procesados por el 1-O. La crisis política catalana aplastó el debate del trazado del tranvía y el resto de temas previstos en el orden del día.
Por esta razón, hay muchos nervios en las filas de los partidos que sueñan con conseguir la vara de la alcaldía de Barcelona. El nerviosismo se explica por un creciente temor de que la campaña electoral se simplifique entre independentistas y constitucionalistas y se aparquen los múltiples retos que tiene la capital y que han quedado sin resolver durante este mandato. Es verdad que todavía falta más de un año para la campaña electoral y eso es mucho tiempo en política, pero la expectativa de una resolución del conflicto en Catalunya no es nada halagüeña y tiende a la cronificación.
¿A quién beneficia que el eje nacionalista se imponga al eje de ciudad? Los partidos que centren sus discursos electorales en esta cuestión y que se erijan como representantes de uno y otro lado del conflicto obtendrán mayor rendimiento electoral. En este sentido nos encontraríamos en un lado con los partidos independentistas del PDECat, ERC, CUP o la hipotética nueva plataforma soberanista y en la orilla opuesta estarían Ciudadanos y PP. Los más perjudicados por esta polarización serían el partido de Ada Colau (BComú) y los socialistas. Es exactamente lo que sucedió en las últimas elecciones catalanas y es el peor escenario para los Comunes y los socialistas. De ahí el interés actual de estos dos partidos por romper la dinámica de estos bloques y su propuesta de impulsar un gobierno amplio que desencalle la situación.
La consolidación de la mencionada polarización arrojaría a la ciudad a una incierta legislatura porque la unión política forjada en torno a los bandos del debate de país se fracturaría rápidamente a la hora de afrontar la gestión ordinaria de Barcelona. La pregunta más repetida ante las propuestas de creación de plataformas soberanistas o de gobiernos de concentración es ¿para hacer qué? Y es que ya se ha visto en el Parlament de Catalunya que, más allá de la independencia o del constitucionalismo, hay muy pocas cosas que unen a los partidos que se sitúan en esos extremos. ¿Cómo gestionarían el resto de temas pendientes de la ciudad si ideológicamente están tan alejados? ¿Qué harían con el tranvía, la vivienda, la seguridad, los servicios sociales, los manteros, el transporte público y el privado, el turismo, la educación y tantas otras cuestiones ciudadanas? Lo más probable es que se llevaría Barcelona al bloqueo. Por eso, lo mínimo que se puede exigir, si finalmente el debate se decanta hacia el eje nacional, es que los partidos se comprometan a un proyecto serio y viable de ciudad. Por el bien de los barceloneses.
BComú y PSC serán las víctimas electorales de que el debate en Barcelona se centre en la crisis catalana