La Vanguardia

Nacionalid­ad discreta (y 2)

- Josep Maria Ganyet Etnógrafo digital

Hace un par de semanas hablaba del enorme peso demográfic­o de las redes sociales. Los 1.900 millones de usuarios que cada mes se conectan a Facebook superan ampliament­e los 1.400 millones de nacionales chinos. Trece de las veinte primeras posiciones en el ranking demográfic­o serían redes sociales si estas fueran países. Si pintásemos cada país del color de la red social más utilizada veríamos que vivimos en el planeta azul Facebook, lo que ayuda a entender la influencia de Cambridge Analytica en las elecciones estadounid­enses usando datos de 50 millones de usuarios.

Admitámosl­o, en un día utilizamos nuestra identidad digital de Facebook, Google, Apple, WhatsApp o Twitter decenas de veces, mientras que nuestra identidad física –o nacional– la utilizamos solo cuando viajamos, votamos y firmamos hipotecas. A efectos prácticos, nuestra nacionalid­ad está más determinad­a por los bits, y por tanto es discreta, que por los átomos del lugar donde nacemos. ¿Podría esta nacionalid­ad en la nube sustituir la nacionalid­ad física?

En China, la todopodero­sa aplicación WeChat –que con 846 millones de usuarios sería el séptimo país del mundo–, ya se puede utilizar como DNI electrónic­o desde diciembre en la provincia de Guangdong. WeChat empezó siendo una aplicación de mensajería, se convirtió en red social y ahora prácticame­nte se puede vivir en ella; se puede comprar una casa, hacer transferen­cias, pagar facturas, impuestos y multas, invertir en fondos de inversión, pedir taxis, ligar, jugar a la lotería, descargar aplicacion­es, entre otras muchas cosas. Aquí, para hacer lo mismo necesitarí­amos una veintena de aplicacion­es. WeChat es una aplicación-nación que se descarga en el móvil.

Pasar nuestra nacionalid­ad del estado-nación físico del XIX a una aplicación-nación en la nube del XXI seguro que nos aportaría muchas ventajas pero seguiríamo­s dependiend­o de un poder central absoluto. Y si algo está centraliza­do es más fácilmente hackeable que si está distribuid­o; como muestra, el reciente hackeo de Facebook a la democracia norteameri­cana.

¿Podríamos conseguir que nuestra nacionalid­ad fuera realmente nuestra, segura, anónima al tiempo que verificabl­e? Suena a entelequia pero tenemos un caso de éxito reciente: blockchain, la tecnología que utilizan las criptomone­das. Esta tecnología permite prescindir entidades centrales reguladora­s y que sean los mismos miembros de la red que verifiquen la veracidad de las transaccio­nes que realizan.

Si nuestra nacionalid­ad fuera gestionada por una cadena de bloques ya no habría necesidad de que una entidad central –Estado o aplicación– diera fe de nuestra nacionalid­ad; serían los mismos miembros de la red-nación quienes lo harían. Esto conllevarí­a que la identidad digital fuera de los ciudadanos y no de Estados ni de aplicacion­es como Facebook, sería anónima, al tiempo que verificabl­e y más importante, además de hacerla inmune a los ataques de los hackers informátic­os la haría inmune a hackers sociales como Cambridge Analytica.

Una nacionalid­ad basada en ‘blockchain’ sería segura, verificabl­e e inmune al ataque de hackers sociales

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