La vida sigue igual, reverendo
El 4 de abril es el 50.º aniversario del asesinato de Martin Luther King y los negros ven que pocas cosas han cambiado
Stephon Clark, de 22 años y padre de dos niños, tuvo su funeral en Sacramento el pasado jueves. Es otro más en la larga lista de negros muertos por la brutalidad policial, moneda común en Estados Unidos.
A Clark, armado con un teléfono móvil, le dispararon veinte veces. Le impactaron ocho balas, siete por la espalda. Ocurrió en el patio de la casa de su abuela.
Este próximo miércoles, 4 de abril, se cumple medio siglo del asesinato del reverendo Martin Luther King en Memphis (Tennessee). Si el líder, el mito de la lucha por los derechos civiles, levanta la cabeza, podrá ver que en la capital de California, y en muchas ciudades de costa a costa, continúan celebrándose manifestaciones en las que se repite el grito “black lives matter”, “la vida de los negros importa”.
Más o menos, como en la turbulenta década de los sesenta.
Algo ha cambiado. Ha habido un presidente afroamericano, circunstancia que sorprendería al doctor King. En parte se cumplió su discurso para la eternidad del Tengo un sueño, pronunciado en la manifestación de Washington, en agosto de 1963.
En otras cosas, sin embargo, resulta de aplicación el título de la canción: la vida sigue igual.
A un presidente negro le sucedió uno festejado con fervor por los supremacistas blancos, que se sienten a sus anchas.
“Cerró todo, cerraron las escuelas, hubo pillaje, disturbios, lo recuerdo como un día sombrío”. Así se lo evocó a este cronista, hace unos meses, Faith Morris, afroamericana al frente de la oficina de comunicación del Museo Nacional de los Derechos Civiles, visita obligatoria en Memphis si se quiere entender lo que pasó y el eco que hoy perdura.
Morris era una niña de cuarto curso. “Fue un momento horrible, porque te hacías preguntas. El doctor King era un héroe, y te cuestionabas qué vendría luepreocupa”. go, quién lucharía por nosotros”.
La ruta concluye al cruzar la calle, en el Lorraine Motel, que se ha incorporado al museo. Martin Luther King (MLK) se alojó en la habitación 306 del Lorraine, que se conserva tal como estaba en aquella criminal jornada.
Había acudido allí para dar su apoyo a los trabajadores del servicio de recogida de basuras.
Centenares de empleados negros llevaban dos meses de huelga en denuncia de las pésimas condiciones laborales, tras las luctuosas defunciones de dos compañeros que se cobijaron en el camión durante una tormenta, pero murieron aplastados por un mal funcionamiento.
“Esta noche estoy feliz. No estoy preocupado por nada. No temo a ningún hombre. Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor. Tenemos días difíciles delante de nosotros... Como a cualquiera, me gustaría tener una larga existencia, pero no me Como si intuyera su destino, estas son algunas de las frases que la noche del 3 de abril pronunció en el Mason Temple de la ciudad de Tennessee. Su último discurso.
Al día siguiente se hallaba en el balcón de la habitación 306. Había estado hablando con sus colaboradores sobre la reunión que iba a mantener con los huelguistas. Pidió que sonara su espiritual favorito, Precious Lord. Ahí, en el balcón, lo que sonó a las 6.01 de la tarde fue un disparo. Falleció al cabo de una hora escasa en el hospital
En las calles de EE.UU. resuenan hoy gritos parecidos a los que se escuchaban en la década de los sesenta
Saint Joseph. Tenía 39 años.
Lo asesinaron, en plural. James Earl Ray murió en prisión en 1998 cumpliendo condena como único culpable. La familia King siempre ha creído que Ray no cometió el crimen. Aquel 4 de abril había muchos que habrían disparado gustosos a ese símbolo que removía las estructuras de la nación.
El Lorraine cerró puertas. Cuando lo iban a derribar, en 1982, la comunidad negra se organizó y lo salvó de la piqueta.
En el museo se oyen las voces de entonces y parece que no ha pasado el tiempo. En las calles del 2018 se gritan eslóganes similares a partir de la irrupción en el 2014 del activismo de Black Lives Matter contra el racismo policial, la injusticia y la desigualdad.
“Los acontecimientos que exploramos tienen paralelismo con la actualidad”, sostuvo Morris en
La familia King continúa pensando que James Earl Ray, el único condenado, no fue el autor del crimen
aquella visita. “Si bien las escuelas ya no están separadas, la distancia se produce por la calidad de la educación”, subrayó.
Pasados 50 años, sólo uno de cada diez afroamericanos piensa que el país ha logrado la mayoría de los objetivos del movimiento de los derechos civiles, según una encuesta de Associated PressNORC Center for Public Affairs Research. Un 70% cree que ha habido poco o ningún progreso en el trato justo de la policía, y la mitad responde igual respecto a la cobertura mediática, la representación política o la igualdad de oportunidades económicas.
“El mal envió a King a su lecho –escribe Eddie Glaude, profesor en la Universidad de Princeton, en la revista Time–, pero él se levantó y siguió luchando. Debemos hacer lo mismo”.