La Vanguardia

“Esto no pasaría en Kazajistán”

Los turistas y el poblado de los sintecho en la plaza Catalunya

- LUIS BENVENUTY

Los turistas alimentan alegrement­e a las palomas de la plaza Catalunya, dejan que las aves se posen en sus brazos, se hacen una selfie tras otra… Y tras sus sonrisas, de casualidad, al fondo de su pantalla táctil, de repente queda retratada la cara de un sintecho, de uno de los participan­tes de la Acampada x drets, de la protesta de los indigentes que exigen al Ayuntamien­to de Barcelona una mejor asistencia social, más duchas, más camas...

Ilia y Anna, dos jóvenes turistas procedente­s de Almatý, la ciudad más bulliciosa de Kazajistán, elevan todo lo que pueden el palo que sujeta su smartphone. De este modo se estiliza mucho la figura… “¡Un mes y medio! ¿Viviendo todos aquí en tiendas de campaña?, ¿de verdad? –exclama Anna muy extrañada–. No, la policía de Kazajistán jamás permitiría una acampada así de grande en el centro de la ciudad. Es una idea que no puedo concebir”.

Aquí confluyen la principal oficina de informació­n turística de Barcelona, las paradas más bulliciosa­s de los buses turísticos, la tienda de Apple y El Corte Inglés. La plaza Catalunya no es un gran destino turístico, pero su papel de rodilla entre el Eixample y Ciutat Vella, entre la Rambla y el paseo de Gràcia, la convierten en uno de los puntos más transitado­s de toda Catalunya, en uno de los más grandes e internacio­nales escaparate­s de Barcelona. Lo que pasa aquí repercute en la imagen de la ciudad en todo el mundo.

“Barcelona tiene una imagen de ciudad sofisticad­a, limpia y orVenecia, denada, sobre todo si se compara con Roma –explica la italiana Elsa Fiumara–. Aquí apenas hay papeles en el suelo, y en cambio Roma las calles están llenas de socavones. Pero siquiera en Roma pasaría una cosa parecida. Es inimaginab­le. Sería como si los sintecho acamparan en la plaza y eso ni pasa ni pasará.

“En Roma –continúa explicando la turista romana– normalment­e se hace la vista gorda, hasta que se produce un incidente, entonces la policía interviene. La diferencia con Barcelona es que estos campamento­s están ocultos en la vegetación, con lo que causan menos impresión al visitante, o se encuentran en barrios más alejados y menos turísticos del casco antiguo, por ejemplo a orillas del río Tiber o en las proximidad­es de los parques municipale­s. La verdad es encontrart­e con todas estas tiendas de campaña en pleno centro de Barcelona impresiona un poco”.

“Supongo que sería como si tomaran la plaza Bolívar de Bogotá –tercia el colombiano Cinabrio Mulero-. En la plaza de Bolívar suele haber protestas, pero no recuerdo una acampada de un mes ni nada parecido. Pero a mí me parece bien lo que están haciendo. La gente tiene derecho a protestar, sobre todo si son pobres, seguro que tienen sus buenas razones. A mí uno me pidió hace un momento un cigarro y al final repartí unos cuantos entre varios. A mí no me molestan. Dan una visión de Barcelona más realista de la ciudad que las postales típicas. Yo creo que la lucha contra la injusticia es más importante que tener una buena imagen de ciudad. Pero en Colombia, si quiere que le diga la verdad, si sucediera algo parecido, no sé qué pasaría, no sé lo que haría la policía”.

“Pensábamos que eran turistas de vacaciones porque varios de los miembros de la acampada son finlandese­s –dicen muy sorprendid­os un par de familias procedente­s de Suecia–… pensábamos que aquí, como hace tan buen tiempo, dejan a la gente acampar en la calle”. Los suecos, que son de Goteborg, se ríen a mandíbula batiente de su propia ingenuidad.

“No creo que algo así pudiera suceder en Goteborg –añaden ahora más serios-. Hace demasiado frío. Además, la policía no permitiría que poco a poco se fuera formando un grupo tan grande. Allí, la policía, si ve a alguien

Muchos visitantes ven con buenos ojos el campamento, pero dicen que en sus países intervendr­ía la policía

Llama la atención, sobre todo, el escenario de la protesta, un lugar tan céntrico de la ciudad

durmiendo en la calle, lo lleva a una iglesia. Allí en las iglesias le proporcion­an comida, mantas y refugio. Últimament­e vienen muchos rumanos muy necesitado­s, pero yo creo que los atienden bien. La crisis económica fue mucho más dura en España. Supongo que este campamento es una de sus consecuenc­ias”.

“No, en China la gente que no tiene casa suele concentrar­se debajo de los puentes –dice una joven oriunda de Nanchang, de más de cinco millones de habitantes-, pero la policía no permite que se instalen en lugares muy concurrido­s, en sitios importante­s ¿aquí sí dejan? Es muy raro”. Un hombre de negocios de Tel Aviv también levanta las cejas al conocer la historia. Entre todos los consultado­s únicamente dos turistas dijeron que la escena les parecía bien normal, que en su ciudad podría suceder fácilmente. Fueron dos jóvenes de Uzbekistán que hablaban en un inglés con un acento extremadam­ente cerrado.

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MANÉ ESPINOSA Las tiendas de campaña plantadas sobre el pavimento de la zona central de la plaza Catalunya

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