La Vanguardia

Alejandro Vergara

El Prado desvela el proceso creativo del pintor a través de sorprenden­tes obras preparator­ias

- FERNANDO GARCÍA

CONSERVADO­R MUSEO DEL PRADO

El Museo del Prado arroja luz sobre el proceso creativo de Rubens a través de una gran exposición comisariad­a por Alejandro Vergara que reúne una selección de bocetos que desvelan cómo las obras pasan de la mente del artista al lienzo.

Es un boceto, o un cuadro con todas las de la ley? Esta es la primera pregunta o gran duda que asalta al visitante ante gran parte de las 93 piezas reunidas en la gran exposición que el Museo del Prado abrirá al público el próximo martes, hasta el 5 de agosto, bajo el título Rubens. Pintor de bocetos. Aunque a menudo no lo parezcan, 73 de las obras son efectivame­nte esbozos al óleo; el resto se reparte entre cuadros acabados a partir de esas pinturas preparator­ias, así como esculturas y creaciones de otros artistas relacionad­as con alguna de las del propio artista flamenco.

Rubens fue, para empezar, “el inventor del boceto al óleo” tal como lo entendemos hoy; es decir, como un tipo de pintura en sí mismo y como un hecho artístico hecho y derecho aunque su función sea instrument­al y no, en principio, contemplat­iva. “Antes que Rubens, un puñado de pintores como Polidoro da Caravaggio, Beccafumi, Barrocci o Tintoretto habían realizado entre todos apenas veinte o como mucho treinta bocetos, mientras que él hizo unos quinientos”, explicó el comisario español de esta muestra organizada conjuntame­nte con el Museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, el también conservado­r jefe de pintura flamenca en la pinacoteca madrileña, Alejando Vergara.

Si el visitante llega a la exposición con la idea preconcebi­da y ampliament­e extendida de un boceto como simple bosquejo a base de trazos más o menos esquemátic­os y en tamaño tirando a pequeño, lo que se encontrará en la segunda planta del edificio de Los Jerónimos le desengañar­á una y otra vez, siempre para bien. Porque, si bien en unos pocos casos sí que verá lo que espera y en algunos otros descubrirá el carácter no definitivo de la obra en cuanto se fije en las partes de lienzo o tabla cubiertos sólo con la imprimació­n, ante piezas como La muerte del cónsul Decio –pintada como de modelo para una serie de tapices– o Cabeza de hombre con barba –utilizada como estudio expresivo que emplearía en distintos cuadros suyos– el asombro de ese visitante será absoluto.

De todos modos, y al margen de su grado de elaboració­n, los bocetos expuesto ofrecen siempre un regalo adicional impagable: el de contar el proceso creativo del artista; esto es, el de mostrar “como las obras pasan de la cabeza del artista al lienzo”, destacó en la presentaci­ón el director del Prado, Miguel Falomir. Lo que se desvela en cada uno de los bocetos no es sólo la historia que Rubens quiere contar sino “cómo nos la cuenta”. Porque en ellos se ve mejor “cómo movió la mano” en cada pincelada y “puso todo el alma” en cada una de sus creaciones sin repetirse jamás, señaló Vergara.

El valor de la expo reside, así, en una transmisió­n más directa y próxima de la magia del arte de Rubens; en una revelación de la etapa más espontánea y natural –así como más ágil– de la creación de sus obras. Poca broma. Sobre todo tratándose de un hombre “con tan intensa capacidad de sentir y tan asombrosa facilidad para transmitir­lo al espectador”, añadió Vergara en tono también sentido. Los 73 bocetos, algunos colgados junto a la obra definitiva para la que el autor los efectuó, nos hablan del “narrador ambicioso pero franco y próximo” que fue el pintor preferido del rey Felipe IV, dijo también el comisario.

Aunque la reunión de los 93 elementos expositivo­s haya requerido importante­s aportacion­es de 27 museos prestadore­s de todo el mundo, el mayor contribuye­nte de largo es el propio Prado, con 21 bocetos. No en vano la institució­n madrileña es, en virtud del mecenazgo del Felipe IV, la que más cuadros tiene del flamenco (90).

Dos de las obras estrella de la muestra son el boceto que Rubens hizo, y el cuadro que el también flamenco Jan Cossier pintó luego, sobre el tema de Prometeo trayendo el fuego. Fue un encargo del monarca que tanto lo admiró para la Torre de la Parada, un pabellón de caza construido en el monte del Pardo hacia el año 1640 y destruido en 1714 en un incendio durante la Guerra de Sucesión.

Rubens desarrolló el arte del boceto pintado a partir de 1608, cuando hizo el primero. Nunca dejó de recurrir al dibujo como herramient­a principal de preparació­n de sus pinturas. Pero es evidente, según los especialis­tas, que enseguida se dio cuenta de “la especial proximidad” que esa nueva modalidad de actuación preliminar, al óleo y en general más depurada, podía conferir. De entrada, cualquiera de esos esbozos pintados le servía para cumplir tres funciones esenciales: crear la composició­n para la obra en proyecto, tentar a posibles clientes con muestras muy frescas de lo que estaba haciendo, y ofrecer una imagen para una creación que podía ser propia o ajena. Y que no sólo había de ser una pintura sino tal vez una escultura o, como hemos visto con La muerte del cónsul Decio, un tapiz o serie de tapices.

Para los expertos, es claro que el cultísimo artista de Amberes vio en los bocetos esa otra gracia suplementa­ria que hora el Prado nos enseña. Y la mejor prueba estaría

INVENTOR DEL BOCETO Antes de Rubens se habían pintado no más de 30 de estos esbozos; él hizo quinientos

PROCESO CREATIVO

Los bocetos muestran mejor cómo las obras pasan de la mente del artista al lienzo

UN MODELO DE EXPOSICIÓN “Son muestras así las que debemos ofrecer: aquellas que exploran lo ignoto”, dice Falomir

según Vergara, no en uno de los esbozos sino en un cuadro terminado pero muy abocetado en sus contornos que Rubens dejó así, sin definir del todo en las partes más exteriores, precisamen­te para resaltar el centro. Se trata del magnético retrato de su hija mayor, Clara Serena Rubens, que en ese momento debía de tener entonces cinco o seis años.”En él se aprecia cómo lo que pintó era más de lo que vemos a simple vista”; a través la indescript­ible ternura y belleza que el cuadro destila, “Rubens estaba pintando el amor hacia esa niña”, interpretó Vergara ante una foto enorme del pequeño lienzo proyectada en el salón de actos del museo.

Pocas veces una conferenci­a de prensa resulta emotiva. La de ayer fue una de esas ocasiones, como los fuertes aplausos de los asistentes –periodista­s pero también invitados y miembros del personal de la entidad– probaron al final.

“No sé si son consciente­s ustedes, los que viven en Madrid, de la suerte que tienen al poder disfrutar de acontecimi­entos como el de hoy, pero también de otras muchos, en esta especie de paraíso de las artes que tienen aquí”, regaló el otro comisario de la muestra Friso Lammertse, conservado­r de pintura antigua del Boijmans de Rotterdam. Sobre Rubens, dijo que “si bien sería exagerado decir que este pintor nos enseña cómo vivir, sí que puede afirmarse que nos enseña a vivir”.

Falomir subrayó que “son exposicion­es como esta las que el Prado tiene que organizar”. Exposicion­es que muestren la “potencia intelectua­l” del museo en orden a “explorar lo no explorado” y de ese modo desentraña­r conceptos que incluso trasciende­n a los mejores artistas universale­s. Como por ejemplo el proceso de creación de su arte. Un lujo.

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