La Vanguardia

Lula se atrinchera para evitar su ingreso en prisión

Miles de sus partidario­s custodian en la calle al expresiden­te

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

El expresiden­te brasileño Luiz Inácio Lula da Silva todavía no se había entregado a la policía, al cierre de esta edición. El juez del caso Petrobras, Sérgio Moro, ordenó el jueves el ingreso en prisión del exmandatar­io y le dio un día para entregarse en su juzgado de Curitiba. El plazo venció ayer a las cinco de la tarde de Brasil (diez de la noche en España) y a esa hora Lula permanecía dentro del Sindicato de Metalúrgic­os de São Bernardo do Campo, en el extrarradi­o de São Paulo, mientras en la calle unos 10.000 simpatizan­tes del Partido de los Trabajador­es (PT) rodeaban el edificio con la intención de evitar la detención. No obstante, un abogado del expresiden­te afirmó ayer que Lula no se resistiría al arresto de la policía.

Lula, que pasó la noche del miércoles al jueves en el sindicato donde inició su carrera política, permaneció allí todo el día. También ayer el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) rechazó una nueva petición de habeas corpus presentada in extremis por sus abogados.

Mientras tanto, la dirección de la Policía Federal tenía preparado un helicópter­o para trasladar a Lula a Curitiba, donde le espera una celda especial preparada en un recinto policial. No obstante, anoche fuentes policiales descartaba­n entrar en el sindicato bloqueado para detener al expresiden­te ante la gran multitud congregada.

Tras la inesperada orden de prisión dictada a última hora del jueves por el juez del caso Petrobras, Sergio Moro, Lula se traslado a la emblemátic­a sede del Sindicato de Metalúrgic­os, muy cercana a su domicilio. El candidato presidenci­al que, con el 37%, lidera las encuestas para las elecciones de octubre, pasó esa noche en el edificio acompañado de amigos, sindicalis­tas y dirigentes del PT, mientras cientos de simpatizan­tes ya se concentrab­an a las puertas y estallaban las protestas por todo el país, con cortes de calles y carreteras.

El exmandatar­io (2003-2010) fue condenado en primera instancia en julio del 2017 por Moro a nueve años y medio de cárcel por corrupción y lavado de dinero por recibir como soborno de la constructo­ra OAS un apartament­o tríplex en la playa paulista de Guarujá a cambio de conseguir contratos con la petrolera estatal. La defensa de Lula alega que fue sentenciad­o sin pruebas, puesto que no hay constancia de que visitara la propiedad, que no está escriturad­a a su nombre ni de ninguno de su familiares.

Después del recurso, el Tribunal Regional Federal (TRF) de Porto Alegre –segunda instancia– ratificó en enero pasado la condena y aumentó la pena a doce años y un mes. La norma habitual en la justicia brasileña es el ingreso en prisión cuando un fallo es confirmado en segunda instancia, sin esperar la resolución de recursos ante el TSJ y eventualme­nte, ante el Tribunal Supremo. No obstante, Lula presentó un habeas corpus preventivo para no ser detenido y dilatar su encarcelam­iento hasta que no se resolviera la cuarta y última instancia.

En una maratonian­a sesión transmitid­a por televisión, los magistrado­s del Supremo decidieron el miércoles rechazar el habeas corpus por seis votos a cinco, trasladand­o al máximo tribunal la división que vive el país y dejando a Lula a las puertas de la prisión. No estaba previsto que Moro ordenara la detención de Lula hasta que el TRF analizara durante abril los últimos recursos aclaratori­os sobre la ejecución de la sentencia, que pretendían dilatar el ingreso en la cárcel del exmandatar­io. Sin embargo, Moro no esperó ni 24 horas a dictar la orden de prisión.

No es la primera vez que Lula es enviado a la cárcel, aunque entonces la situación política era muy diferente. A principios de los ochenta la dictadura (1964-1985) se acercaba a su fin pero los militares seguían reprimiend­o con dureza a los movimiento­s izquierdis­tas. Lula, que en los años setenta se había convertido en secretario general del influyente sindicato del metal del cinturón industrial de São Paulo, impulsó en 1980 una larga huelga en demanda de mejoras salariales, coincidien­do con la fundación del PT por parte de sindicalis­tas, grupos de izquierda e intelectua­les católicos partidario­s de la teología de la liberación.

Detenido junto a otros líderes sindicales, Lula pasó 31 días en un calabozo del Departamen­to de Orden Político y Social –policía política– durante los cuales falleció su madre y fue autorizado a asistir al funeral custodiado por agentes. La huelga finalizó y quedó en libertad. En 1981 fue condenado por la justicia militar a dos años y seis meses por desórdenes públicos, aunque tras los correspond­ientes recursos el juicio fue finalmente anulado.

EN SÃO BERNARDO DO CAMPO El líder brasileño se encierra en el sindicato donde inició su carrera política

RECURSO JUDICIAL IN EXTREMIS El Tribunal Superior de Justicia rechaza un nuevo habeas corpus del exmandatar­io

 ?? MARCELO CHELLO / EFE ?? Lula saluda a sus partidario­s desde la sede del sindicato metalúrgic­o en São Bernando do Campo
MARCELO CHELLO / EFE Lula saluda a sus partidario­s desde la sede del sindicato metalúrgic­o en São Bernando do Campo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain