La Vanguardia

¿Ha fallado la ‘realpoliti­k’?

- Enric Juliana

El principal diario del mundo, The New York Times, proponía hace diez días que Alemania tomase cartas en el principal problema de España. Sugería a las autoridade­s alemanas que presionase­n en favor del diálogo político, negando la extradició­n de Carles Puigdemont por el delito de rebelión. El editorial del NYT del miércoles 28 de marzo decía lo siguiente: “El Gobierno español tiene todo el derecho del mundo a defender la unidad de España y su Constituci­ón. Y los estados europeos hacen bien al no dar apoyo a los secesionis­tas catalanes. Pero ahora que Berlín se ha visto arrastrado a esta disputa, le tendría que decir a Madrid que dar el tratamient­o de alta traición al mal planteado independen­tismo catalán es darle una autoridad moral que no se merece. Un gesto conciliado­r con Catalunya contribuir­ía mucho más a apaciguar un enfrentami­ento que ya ha ido demasiado lejos”.

A la prensa liberal norteameri­cana siempre le ha gustado dar consejos a los europeos, y sus más prestigios­as cabeceras sienten una especial predilecci­ón por los problemas del sur de Europa, donde tienen identifica­do el talón de Aquiles de la Unión: los irresolubl­es problemas territoria­les de España, el cisma populista en Italia, el drama griego, la angustia existencia­l portuguesa... Los editoriale­s del NYT no lograron frenar a Donald Trump, pero siguen siendo importante­s e interesant­es. Están escritos con inteligenc­ia y perspicaci­a, cultivan un sentido común ilustrado y disfrutan jugando al ajedrez con los problemas del mundo.

¿Leyeron el The New York Times los magistrado­s de la audiencia de Schleswig-Holstein mientras examinaban el caso Puigdemont? No parece que hayan seguido dictado exterior alguno, ni siquiera del Gobierno federal alemán, que, curándose en salud, quiso dejar claras tres cosas desde el primer momento: su apoyo institucio­nal al Gobierno español, sus auspicios de un acuerdo sobre la cuestión catalana en el marco de la Constituci­ón española y el pleno respeto a la independen­cia de los magistrado­s de Kiel, en un país auténticam­ente federal.

Un tribunal regional frente a un problema de dimensión europea. He ahí una buena prueba para la marca Alemania. La buena reputación alemana no se mide sólo por la alta eficacia de su ingeniería. La calidad del federalism­o alemán pasaba examen por decisión expresa de las autoridade­s españolas, que pidieron la detención de Puigdemont siguiendo el cuaderno de instruccio­nes de la realpoliti­k :la primera potencia europea no podía dejar en la estacada a su más fiel aliado en el sur de Europa. Berlín entregaría a Puigdemont con todos los cargos, para fortalecer al Gobierno de Madrid, que se halla en una legislatur­a ciega, mientras Italia se adentra en una espesa incertidum­bre.

Ocurre, sin embargo, que Berlín no es Madrid. El estado federal tiene vida propia, los magistrado­s de Kiel han defendido con orgullo su independen­cia y, sin leer el editorial del NYT, han participad­o de un “sentido común” que, con diferentes acentos y matices, se está expandiend­o en los círculos ilustrados de Europa y Norteaméri­ca: la cuestión de Catalunya se debe resolver políticame­nte, sin secesión y sin ánimo de venganza.

El mazazo al teorema Llarena es tremendo.

La reputación del sistema judicial alemán ha pesado más que las alianzas políticas con Madrid

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